Estas son las 5 MEJORES novelas distópicas soviéticas y rusas

Cultura
ALEXANDRA GÚZEVA
Fue en ‘suelo literario’ ruso donde se originó esencialmente este género, anticipándose a la icónica ‘1984’ de George Orwell y a ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley. Sumérgete brevemente en los oscuros asuntos con los que fantaseaban los escritores rusos.

Los estudiosos de la literatura tienden a creer que muchas distopías del siglo XX se inspiran en la novela de 1864 de Fiódor Dostoievski Memorias del subsuelo y su antihéroe, con sus ideas distorsionadas sobre el orden social y la moralidad.

Sin embargo, la distopía como género en la literatura rusa comenzó a discutirse después de la Revolución Bolchevique de 1917. Fue ella, como punto de inflexión en la historia, la que dio un poderoso impulso creativo a muchos escritores de la intelligentsia. En sus fantasías, esta convulsión se asemeja al apocalipsis, sobre cuyos escombros se construye un nuevo mundo y nuevas leyes de la vida.

El interés por las distopías se desarrolló en oleadas. En la época soviética, estaban prohibidas porque, en esencia, eran una sátira del sistema bolchevique. No obstante, aparecían de vez en cuando en la prensa no oficial samizdat (lit. “autoeditores”)- y también se publicaban en Occidente. Durante la perestroika, también apareció en Rusia una enorme cantidad de literatura y no ficción sobre el Gulag, anteriormente prohibida, más poderosa que cualquier distopía.

En la década de 2000 se produjo otra nueva ronda de interés, también debido al desarrollo de la tecnología. Y no ha parado hasta ahora. Destacamos cinco grandes obras soviéticas y rusas de este género.

1. ‘Nosotros’ (1921), de Yevgueni Zamiatin

No es exagerado decir que ésta es considerada por muchos la principal distopía rusa. Zamiatin y su novela satírica sobre el sistema bolchevique influyeron en el propio Orwell. Fue después de leer esta novela cuando escribió su emblemática 1984.

Nosotros describe un estado totalitario que recuerda al comunismo militar, donde la vida humana, incluso la íntima, está bajo el control de las autoridades y a las personas se les asignan números ordinales en lugar de nombres. El libro se publicó por primera vez en Occidente y estuvo prohibido en la URSS hasta 1988. El autor, mientras tanto, fue detenido, pero pronto puesto en libertad, gracias a las numerosas peticiones de amigos influyentes. Zamiatin pudo abandonar el país a principios de la década de 1930.

2. ‘La zanja’ (1929), de Andréi Platónov

El relato de Platónov es una dura sátira de la URSS con su economía planificada, el primer plan quinquenal y las grandes obras socialistas. En el relato, el protagonista principal participa en la excavación de una fosa para una futura casa totalmente proletaria. Sin embargo, la construcción no va más allá de la excavación. Los jefes hablan mucho y hacen poco. La vida humana no vale nada y todo se pone en el altar de un fantasmal bienestar universal. Al mismo tiempo, los trabajadores sufren la falta de sentido de la vida y se queman poco a poco. La fosa que cavan sin cesar se convierte en una alegoría de su fosa común.

Platónov tiene un lenguaje deliberadamente complejo, que también llegó con la nueva realidad. El tema del nuevo lenguaje (el “newspeak”, como lo llamó Orwell) suele ser uno de los signos de las distopías.

3. ‘Pícnic extraterrestre’ (1972), de Arkadi & Borís Strugatski

La trama de esta distopía de ciencia ficción se desarrolla en una ciudad ficticia. Varios años antes de los acontecimientos descritos en el libro, una civilización o esencia alienígena visitó la Tierra. Después de eso aparecen en el planeta varias “Zonas”, es decir, áreas donde se producen fenómenos físicos anormales y donde existen objetos no identificados. Está prohibido penetrar en las “Zonas”, pero hay “acechadores” que sí se adentran en este extraño espacio en busca de la felicidad y el sentido de la vida.

Esta es una de las novelas más populares de Strugatski y Andréi Tarkovski se basó en ella para su película Stalker (1979).

4. ‘El Slynx’ (2000), de Tatiana Tolstaia

Nieta del famoso escritor Alexéi Tolstói, escribió su primera (y única) novela en 1986, tras el accidente de Chernóbil. No consiguió terminarla hasta principios del nuevo milenio. El Slynx muestra la vida después del apocalipsis, una especie de explosión. Los personajes son extrañas criaturas y animales mutados, así como personas, que han perdido su aspecto anterior. Incluso han olvidado su idioma. Y, en los densos bosques, hay una criatura desconocida llamada “Slynx”, que asusta a todos haciendo ruidos y sonidos extraños.

Inmediatamente después de su publicación, la novela se convirtió en un éxito de ventas, generando una oleada tanto de elogios como de críticas. Se acusó a Tolstaia de combinar una mezcla de elementos exitosos de Strugatski y Zamiatin.

5. ‘El día del Oprichnik’ (2006), de Vladímir Sorokin

A Sorokin se le suele calificar de profeta moderno. Las tramas de sus novelas se desarrollan en la “nueva Edad Media”, donde el nivel de vida, la moralidad y el orden social han retrocedido a la Edad Media, y cualquier progreso tecnológico se ha retrasado mucho en el futuro.

En El día del Oprichnik, Sorokin describe el renacimiento de Rusia tras una reciente convulsión mundial en un estilo épico antiguo. Corre el año 2028. En Rusia, la monarquía ha sido restaurada y el país está separado del mundo por “El Muro”. El ejército personal del zar comete atrocidades y represiones, infunde miedo a los “boyardos” y al pueblo llano, mientras ellos llevan una vida privilegiada, conducen coches caros y quedan impunes.

Los críticos suelen referirse a otras distopías de Sorokin como al “universo” del Día del Oprichnik:

El Kremlin de Azúcar, una colección de relatos cortos que se ramifican para continuar muchas de las líneas argumentales y motivos del Día del Oprichnik.

La novela Telluria, en la que reina el comunismo ortodoxo y se introducen a martillazos en la cabeza “drogas de clavos” mágicas.

Manaraga, una novela en la que los libros de papel han desaparecido, pero hay un restaurante en el que se preparan comidas al fuego a partir de rarezas conservadas.

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