¿Sabía que el famoso barón de Munchausen existió y trabajó en Rusia?

Dominio público
El famoso inventor de locas historias, que disparó a un ciervo con pepitas de cereza, voló sobre una bala de cañón y se sacó a sí mismo de un pantano por los pelos, ¡existió de verdad! ‘¡Vaya trola!’, dirás. Y nosotros responderemos: ‘Nada de fantasías, esto es la pura verdad’. Pero, ¡lo primero es lo primero!

Carl Friedrich Hieronymus von Munchausen nació en Bodenwerder, Baja Sajonia, en 1720. Más tarde, decidió seguir los pasos de su padre militar y entró al servicio del duque de Braunschweig-Volfenbüttel Ferdinand Albrecht II. En 1738, Munchausen llegó a Rusia como paje de 18 años acompañando al duque de Brunswick Anton Ulrich, que pronto se convertiría en esposo de la gran duquesa Anna Leopóldovna, sobrina nieta de Pedro el Grande.

Allí pasó 12 años e incluso hizo una buena carrera militar. Participó en la guerra ruso-turca, entró en Ochakov junto con Minij, luchó en la batalla de Stavuchani, sirvió en el regimiento de coraceros de Brunswick y luego comandó su compañía de élite: la Compañía de Guardias de la Vida. Por cierto, conocía bien el ruso y sabía leerlo con fluidez.

En 1744, a Munchausen se le encomendó una importante tarea: conocer a la novia del heredero al trono, el Gran Duque Pedro Fiódorovich. Acompañó a Sophia-Frederica Anhalt-Zerbst, la futura Catalina II, de Riga a San Petersburgo. Pronto contrajo matrimonio con una súbdita rusa, Jacobina von Dunten, natural de Riga.

Seis años más tarde, tras ascender al grado de capitán, Munchausen pidió una excedencia y volvió a su tierra natal. Y, poco después, envió una carta de dimisión. Tales documentos solían presentarse en persona, pero, por alguna razón, nunca regresó a Rusia. Y, para el estamento militar, se consideró que se había ausentado sin permiso, por lo que fue expulsado del regimiento.

Tenía tantos recuerdos de la vida en Rusia que los compartía de buen grado con cualquiera que quisiera escucharle. Reuniendo a los oyentes en el pabellón de caza de su finca o en la taberna, Munchausen contaba historias increíbles sobre la caza de patos, la entrada en San Petersburgo en un trineo tirado por un lobo, los saltos sobre el carruaje y un abrigo de pieles que de repente se volvió loco. Al parecer, entre los oyentes también había escritores profesionales, y pronto sus historias llegaron a las páginas de los libros, incluida una colección de Erich Raspe, que convirtió al Barón en una auténtica estrella.

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