Desde lejos, el Kremlin parece pomposo y majestuoso: sus torres con estrellas rojas y almenas como si fueran de una “cola”, y los antiguos ladrillos, de un rojo brillante, como nuevos.
A medida que nos acercamos a las murallas históricas, una vez más los ladrillos están en perfecto estado. Rojo, liso, ni uno solo está fuera de lugar.
Nos acercamos aún más y vemos... ¡que los ladrillos de la pared del Kremlin están pintados! Los ladrillos rojos y el aglutinante blanco-gris no son más que líneas suaves sobre una sólida superficie en relieve que recuerda al yeso.
Espera, ¿alguien pinta los ladrillos en el muro del Kremlin? Sí, y con regularidad, porque la pintura tiende a decolorarse. No es un gran secreto: por la red circulan fotos de trabajadores del Kremlin pintando ladrillos durante el día.
De hecho, el muro del Kremlin es, por supuesto, de ladrillo. Sin embargo, la mayor parte de sus secciones exteriores están enlucidas y pintadas, y los ladrillos están pintados a mano. La práctica de pintar el Kremlin existe desde hace mucho tiempo y, según la época y el siglo, tenía características diferentes.
Cómo se pintó el Kremlin
La muralla del Kremlin fue construida por los italianos a finales del siglo XV, bajo Iván III. En primer lugar, la fortaleza tenía una función de fortificación: protegía de los constantes ataques y guerras. El Kremlin tenía un color natural de ladrillo rojo, y a nadie se le ocurrió cambiarlo hasta 1680. En primer lugar, por razones de seguridad: si una bala de cañón impacta contra un muro, la cal se desmorona y deja al descubierto el ladrillo rojo, un lugar vulnerable al que hay que volver a apuntar.
Pero en 1680 aparece la primera prueba documental de que el Kremlin fue repintado de blanco.
El historiador Barténiev, en su libro El Kremlin de Moscú en la antigüedad y en la actualidad, escribió un memorándum al zar el 7 de julio de 1680: "¿Blanquear los muros del Kremlin, dejarlos como están o pintarlos "de ladrillo" como la Puerta del Salvador? En aquella época, las murallas y torres del Kremlin ya habían perdido su valor de fortificación y estaban encaladas. De hecho, fue una declaración política: que Moscú ya no temía el ataque de los mongoles, ni de ningún otro posible atacante. En aquella época también se blanquearon muchas fortalezas de Rusia: Rostov, Nóvgorod, etc.
Después, el Kremlin fue blanqueado durante varios siglos. Napoleón, cuando atacó Moscú en 1812, vio el Kremlin blanco. Tras los incendios, se restauró y se volvió a pintar de blanco. No siempre las torres individuales -Spasskaia, Nikólskaia y Troitskaia- eran blancas: a veces se dejaban rojas o se hacían rojas y blancas con fines decorativos.
A principios del siglo XX, el Kremlin de Moscú presentaba, en palabras del escritor Pável Ettinger, una "noble pátina urbana": a veces se encalaba para actos importantes, pero la mayor parte del tiempo la ciudadela permanecía húmeda y destartalada, con "derrames" de ladrillo rojo. Sin embargo, esto no avergonzba a mucha gente.
El Kremlin fue radicalmente repintado durante la Segunda Guerra Mundial, y luego a la fuerza. Para ser más precisos, había que ocultar el Kremlin de Moscú en el sentido literal de la palabra: camuflarlo para que desde la altura del vuelo de un bombardero alemán pareciera un bloque cualquiera. A continuación, según el sofisticado diseño del académico Borís Iofán, se pintaron las paredes de las casas en blanco, agujeros negros en las ventanas, se construyeron calles artificiales en la Plaza Roja y se cubrió el Mausoleo de Lenin con madera contrachapada que representaba una mansión cualquiera. El disfraz funcionó: el Kremlin desapareció y era invisible desde el aire.
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Pero tras la guerra, la fortaleza necesitó una reconstrucción masiva. Además, se acercaba el 800 aniversario de Moscú. Dicha reconstrucción tuvo lugar en 1946-1950. Los deteriorados detalles de piedra y ladrillo se sustituyeron por otros nuevos, aunque realizados según los modelos de los siglos XVII-XIX. No obstante, la mampostería histórica y sus inserciones posteriores volvieron a renovarse a fondo a lo largo de todo el perímetro de dos kilómetros de longitud con ladrillos de nueva factura fabricados en la URSS durante este periodo. Al mismo tiempo, el Kremlin y la muralla fueron repintados de color rojo, ideológicamente próximo a los comunistas, por decisión de Stalin.
Desde entonces, la muralla se ha restaurado varias veces y algunas partes se han reconstruido desde cero. Este tipo de trabajo se realiza constantemente. "Varios factores siguen afectando negativamente a los muros del Kremlin. Vivimos en condiciones de un invierno ruso. El agua que penetra en los poros del ladrillo daña su exterior", explica Serguéi Deviatov, doctor en Historia y Asesor del Director del Servicio de la Guardia Federal Rusa.
A finales de la década de 1990, dijo, la mampostería estaba en mal estado y se conservó con un compuesto especial, que protege el ladrillo de las precipitaciones, el ambiente exterior y la exposición a la pintura.
No obstante, sigue siendo importante que la muralla del Kremlin conserve su "aspecto digno". Hoy, por tanto, las paredes se pintan de vez en cuando con pintura roja mate, para que el color rojo ladrillo tenga siempre buen aspecto.
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