Los críticos más acérrimos de Tolstói fueron los oficiales que participaron en la Guerra de 1812 descrita en Guerra y paz. El escritor y funcionario Abraham Norov escribió: "El lector se ve sorprendido en las primeras partes de la novela, primero por la triste impresión de la clase alta vacía y casi inmoral que se le presenta en la capital; y luego por la ausencia de sentido en las operaciones militares y casi por la ausencia de proezas militares, de las que nuestro ejército siempre ha estado tan justamente orgulloso... Yo... no pude terminar de leer esta novela sin sentir que insultaban el sentimiento patriótico y que además tiene pretensiones de ser histórica". En un largo artículo publicado en 1868, Norov analiza meticulosamente los numerosos errores de hecho cometidos por Tolstói en su descripción de la invasión de Rusia por Napoleón.
El príncipe Piotr Viazemski, también participante en la guerra y, por cierto, prototipo de Pierre Bezujov, también exigió la verdad histórica. "En el mencionado libro es difícil decidir e incluso adivinar dónde acaba la historia y dónde empieza la novela y viceversa", escribió Viazemski.
Al igual que Norov, Viazemski acusa a Tolstói, sobre todo, de "relegar" los acontecimientos del pasado. "La historia debe ser tratada a conciencia, con respeto y con amor. ¿No es un sacrilegio, y no va en contra de todas las condiciones de la decencia y el gusto literarios, reducir el cuadro histórico a la caricatura y la vulgaridad? ¿Por qué esa falta de confianza en ti mismo, en tus capacidades, en tu talento? ¿Por qué ese desprecio a los lectores, como si los cuadros más majestuosos, más llenos de dignidad interior y moral, no estuvieran a su alcance y altura?".
Uno de los primeros críticos de Dostoievski fue su contemporáneo Nikolái Mijáilovski, aunque sólo se atrevió a hacerlo un año después de la muerte del escritor, en 1882, en un artículo titulado “El talento cruel”.
Mijáilovski considera una “tontería” que llamen “líder” y “profeta” a Dostoievski. En su opinión, Dostoievski es "simplemente un escritor importante y original, digno de un estudio cuidadoso". Mijáilovski arremete contra Dostoievski diciendo que "la crueldad y la tortura siempre le interesaron, precisamente desde lo que tienen de atractivo, desde la parte de voluptuosidad que parece haber en la tortura".
Examinando sus obras, Mijailovski concluye que "un débil sentido artístico de la proporción, que pudiera controlar el despliegue de un talento cruel y la ausencia de un ideal social que pudiera regularlo, son condiciones que contribuyeron a que Dostoievski bajara hacia la simplicidad a la pretenciosidad, de una inclinación humanista al tormento gratuito y sin rumbo”.
Sin embargo, el crítico más feroz de Dostoievski fue otro gran escritor, Vladímir Nabokov. "Dostoievski no es un gran escritor, sino uno bastante mediocre, con destellos de humor consumado que, por desgracia, se alternan con largos derroches de banalidad literaria". "La insipidez de Dostoievski, su interminable excavación en el alma de las personas con complejos prefreudianos, su embriaguez con la tragedia de la dignidad humana pisoteada, todo esto no es fácil de admirar".
La novela Crimen y castigo, según Nabokov, es "prolija, insoportablemente sentimental y mal escrita", y de El idiota Nabokov escribió: "Todo este loco batiburrillo está profusamente aderezado con diálogos, destinados a transmitir las opiniones de diversos estratos de la sociedad sobre la pena de muerte o la gran misión del pueblo ruso. Los héroes nunca dicen nada sin antes palidecer, sonrojarse o cambiar de un pie a otro". Dostoievski, a quien Nabokov admiraba en su juventud, se convirtió en uno de sus blancos favoritos de la crítica en la edad adulta.
Paradójicamente, el crítico más fuerte de Chéjov fue el propio Chéjov, especialmente en las cartas a su familia. "He terminado la obra. Se llama La gaviota. No salió bien. En general, no soy un buen dramaturgo". "Aburrido -escribió sobre su relato Luces- y con tanto filosofar que adormece... Vuelvo a leer lo que he escrito y siento salivación por las náuseas: ¡es asqueroso!”
Sin embargo, se sabía de Chéjov que no soportaba los elogios y las alabanzas, pero, al parecer, seguía creyendo que tenía buenas obras, aunque no fueran populares: "No me gusta que tenga éxito... es una pena que las tonterías ya se hayan hecho y lo bueno esté guardado como si fuera basura de libro".
Pero algunos de sus contemporáneos criticaron a Chéjov sin ninguna ironía. El destacado poeta simbolista Innokenti Annenski escribió: "Ningún alma... Un alma escuálida y pobre, una margarita arrancada en lugar de un alma... Siento que no volveré a retomar a Chéjov. Es una mente seca"; pero también reconoció: "Mostró el poder de nuestra lengua hablada como un elemento puro e incluso estrictamente literario. Es un gran mérito".
Otro poeta aún más grande, Osip Mandelstam, fue totalmente despiadado con Chéjov. Sobre la obra Tío Vania escribió: "Qué rompecabezas tan inexpresivo y tenue... Por ejemplo, me resulta más fácil entender el dibujo en forma de vórtice de la Comedia de Dante, con sus círculos, rutas y astronomía esférica, que este fino galimatías... Chéjov toma una muestra de la "mugre" humana que nunca ha sido. Las personas viven juntas y no hay manera de que se separen. Eso es todo. Darles entradas - por ejemplo, para que vayan a las Tres hermanas - y la obra ha terminado”, declaró Mandelstam.
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