10 obras maestras de Arjip Kuindzhi, maestro del paisaje hipnótico

Nueva York / Dominio público
Su obra ha sido calificada a menudo de ‘mágica’ y ‘alquímica’, mientras que el propio Kuindzhi ha sido descrito como metafísico y precursor del impresionismo.

Otoño de 1880. En San Petersburgo se habla de un acontecimiento sin precedentes: una exposición de un solo cuadro. Es la primera vez que esto ocurre en Rusia, y la cola en el edificio de la Sociedad Imperial para el Fomento de las Artes se extiende por varias calles vecinas.

Todo el mundo quiere ver el nuevo cuadro Una noche de luna en el Dniéper - el Gran Duque Konstantín Romanov pagó una fabulosa suma por él, cuando aún no estaba terminado. Pero su autor, Arjip Kuindzhi, va más allá de los “trucos de marketing”: pone densas cortinas a todas las ventanas de la sala y muestra la imagen en la oscuridad, dirigiendo un único haz de luz eléctrica hacia ella. El efecto fue impresionante. El público no creía que ese brillo “fosforescente” de la luz de la luna sobre la superficie del agua pudiera conseguirse con pinturas ordinarias.

A Kuindzhi se le llamó bromista y se le acusó de utilizar iluminación oculta para sus pinturas. Pero no había luz de fondo, por supuesto. “La ilusión de la luz era su Dios, y no hubo ningún artista que se le igualara en la consecución de este milagro de la pintura”, dijo de él otro gran artista ruso, Ilyá Repin. Este particular talento para el color ha pasado a la historia del arte como uno de los principales experimentalistas del siglo XIX.

‘Una noche de luna en el Dniéper’, 1880

‘Una noche de luna en el Dniéper’.

Kuindzhi pintó la más célebre de sus obras poco después de separarse de los peredvízhniki (Los itinerantes, en español), un grupo de pintores realistas que se oponían al academicismo en el arte. Consiguió venderla al Gran Duque antes de que la obra estuviera terminada: el escritor Iván Turguéniev quedó tan encantado con la obra que animó al Príncipe a comprarla. Este último incluso la llevó consigo en sus viajes: Una noche se expuso durante varios días en la galería de Charles Zettelmeyer en París. Este cuadro tiene varias variantes: el artista las hizo cuando se dio cuenta del alcance de su propia popularidad. 

‘El bosque de abedules’, 1879

‘El bosque de abedules’.

Este cuadro fue pintado un año antes que Una noche de luna en el Dniéper, pero ya había demostrado plenamente el principio estilístico básico de Kuindzhi: “una iluminación fuerte y espectacular”. Ya entonces se empezó a sospechar públicamente de algunos ingeniosos trucos ópticos, que hicieron que El bosque de abedules fuera su cuadro más escandaloso.

‘En la isla de Valaam’, 1873

‘En la isla de Valaam’.

Kuindzhi visitaba regularmente la isla de Valaam, en Carelia, un lugar muy popular entre los pintores paisajistas de San Petersburgo. Este cuadro dio comienzo a su fama de artista serio: lo compró el coleccionista y fundador de la Galería Tretiakov, Pável Tretiakov. En este cuadro todavía se nota mucho el estilo de los peredvízhniki.

‘Tarde en Ucrania’, 1878 (terminado en 1901)

‘Tarde en Ucrania’.

El artista trabajó en este cuadro durante 23 años. Además, pasó 20 de ellos en reclusión voluntaria: durante este periodo Kuindzhi no mostró su obra, ni siquiera a sus familiares. No se sabe qué le hizo “mantener el silencio” en el mejor momento de su fama, pero muchos creyeron entonces que estaba cansado de ser el centro de atención y de las críticas constantes. El silencio del pintor terminó cuando presentó en una exposición Tarde en Ucrania y otros tres cuadros.

‘El mar en Crimea’, 1898 - 1908

‘El Mar en Crimea’.

Kuindzhi tenía un vínculo muy estrecho con Crimea, tiene decenas de obras dedicadas a este lugar. De joven el futuro artista llegó a la península, cuando había decidido desarrollar la pasión al dibujo en algo más. Había sido recomendado como el alumno al pintor marino conocido Iván Aivazovski que vivía en Feodósiya. Es cierto que el maestro no encontró entonces tiempo, pero le dio a Kuindzhi una carta de recomendación. Siendo un conocido pintor, Kuindzhi pintó “un cuadro-inmersión, un cuadro-meditación” El Mar en Crimea que muestra la costa de Crimea, deslumbrante con tonos exuberantes.

‘Ai-Petri. Crimea’, década de 1890

‘Ai-Petri. Crimea’.

Otro paisaje de Crimea está dedicado al Ai-Petri, un macizo montañoso cerca de Yalta y uno de los símbolos de la península. En 2019, este cuadro fue robado de la Galería Tretiakov en pleno día con decenas de visitantes alrededor. Un hombre con ropa de trabajo se acercó al lienzo, lo retiró de la pared, lo sacó de su marco y se marchó. La imperturbabilidad del ladrón confundió a los que le rodeaban: durante un tiempo pensaron que el hombre actuaba como un empleado del museo. Fue detenido al día siguiente y el cuadro fue devuelto al museo.

‘Cristo en el huerto de Getsemaní’, 1901

‘Cristo en el huerto de Getsemaní’.

Este fue uno de los cuatro cuadros que Kuindzhi se atrevió a mostrar después de una larga pausa. Es quizá la obra más filosófica y enigmática del maestro, y el único cuadro de tema evangélico. Pero, como en toda su obra, no es el tema sino el color el que juega eñ papel principal. El artista utiliza únicamente el color, sin entrar en detalles argumentales, para revelar todo el dramatismo de la situación. Destaca la figura de Cristo en la penumbra nocturna con la luz de la luna, muy parecida a la que protagoniza Una noche de luna en el Dniéper.

‘Después de la lluvia’, 1879

‘Después de la lluvia’.

Este contraste temperamental de las pesadas nubes de lluvia con la quietud y la paz de la pradera transmite con precisión la atmósfera ligera después de la lluvia.

‘La estepa’, 1890-1895

‘La Estepa’.

Los historiadores del arte han señalado que sus paisajes evocan asociaciones casi sonoras y sensuales para el espectador, ya sea el ligero viento de la mañana, la hierba húmeda o el aire enrarecido tras una tormenta.

‘Rojo atardecer en el Dniéper’, 1898 - 1908

‘Rojo atardecer en el Dnieper’.

Es una de las últimas obras importantes de Kuindzhi. Según los críticos, en este cuadro el artista actúa como un auténtico adorador del sol. El cuadro tuvo un destino complicado: fue revendido muchas veces hasta que acabó en EE UU, en el Museo Metropolitan de Nueva York.

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