Estas eran las tiendas más extrañas que uno podía encontrarse en la URSS

Cultura
ALEXANDRA GÚZEVA
A primera vista, la economía planificada soviética eliminaba la posibilidad de elección: la gente vestía la misma ropa y los apartamentos tenían los mismos muebles. Y sin embargo, el país contaba con una gran variedad de tiendas, algunas de ellas más raras que extrañas.

Electrónica

En la clásica comedia soviética Iván Vasílievich cambia de profesión, Iván el Terrible se queda atrapado en la URSS cuando la máquina del tiempo del científico loco Shurik se estropea. El científico se pasa la mitad de la película recorriendo las tiendas de electrónica soviéticas en busca de la pieza que necesita para arreglar su obra.

De hecho, había muchas tiendas de electrónica en muchas ciudades, y los manitas soviéticos solían montar sus propias radios con piezas de recambio, reparar televisores... y probablemente habrían podido construir un cohete casero si lo hubieran intentado.

Productos radiactivos

‘Izotopi’ era el nombre de una tienda especializada en Moscú donde se podía comprar... ¡material radiactivo! La URSS quería introducir “el átomo pacífico” en la vida cotidiana. Los isótopos radiactivos podían utilizarse para conservar las patatas, deshacerse de las fugas de aguas residuales e incluso contar el pescado.

Por supuesto, no todo el mundo podía comprar isótopos, y el contenedor especial antirradiación tenía que ser devuelto a la tienda.

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Sintéticos

El héroe de otra película clásica soviética, El brazo de diamante, recorre innumerables tiendas que venden batas absolutamente idénticas y pregunta: “¿Tienen una igual, sólo que con botones de nácar?”. La frase se ha convertido en un meme.

En la URSS, la ropa solía estar hecha de materiales naturales: vestidos de algodón y chintz, trajes de lana... Pero todas las mujeres soviéticas soñaban con trajes extranjeros de fibra Crimplene. En primer lugar, venían en la más amplia variedad de colores brillantes, y en segundo lugar, eran muy fáciles de lavar y casi nunca se arrugaban.

A finales de los años 50-60, aparecieron tiendas especializadas en ropa sintética en el centro de Moscú y otras grandes ciudades. También vendían ropa para salir, trajes y conjuntos femeninos. El precio era elevado (y la electricidad estática producida podría haber alimentado a un país de tamaño medio), pero la belleza exige sacrificios.

Setas

Las setas eran (y siguen siendo) una auténtica pasión soviética y rusa. Mucha gente las recogía en el bosque y conocía los diferentes tipos y los mejores lugares para recogerlas. Pero para los que no tenían tiempo u oportunidad de recoger setas, estaban las tiendas especializadas “Gribi” (setas).

Detrás de los mostradores había grandes cubos de setas secas y saladas que se vendían al peso. Eran especialmente populares los rebozuelos y los níscalos de azafrán. Más tarde, estas tiendas empezaron a vender otros regalos del bosque y se rebautizaron como tiendas de setas.

Productos químicos

No muy lejos del Kremlin había una tienda llamada “Reactivos químicos y sustancias de gran pureza”, llamada en broma “la tienda del joven terrorista” porque los estudiantes de la escuela solían ir allí a comprar materiales para sus experimentos de química.

Productos de máquinas expendedoras

El centro de Moscú tenía su propia tienda del futuro, llamada Progress. En ella se encontraba la primera máquina expendedora del país. La gama de productos era reducida: productos lácteos embotellados como leche, kéfir, riazhanka (leche cocida), así como smetana en latas. También se podían comprar bocadillos y aceite vegetal de barril. Y nadie salía de la tienda sin una bolsa llena de deliciosas cuajadas glaseadas.

‘1000 Melochei’

Las populares tiendas ‘1000 Melochei’ fueron un icono en su época, y algunas aún sobreviven. En ellas, los compradores podían adquirir todo tipo de artículos para el hogar: cerraduras, campanas, clavos, botones, cucharas, lápices, bolsas de cuerda y mucho más.

Segunda mano

Las tiendas de segunda mano eran especialmente populares en la URSS. Las autoridades soviéticas crearon toda una cadena de ellas para luchar contra los revendedores del mercado negro. Estas tiendas eran esencialmente intermediarias entre los vendedores (que pagaban un porcentaje a la tienda) y los compradores. Estaban llenas de piezas viejas y no deseadas. Por ello, era posible encontrar zapatos y ropa de importación, desgastados o reparados, pero en buen estado y a la venta por un precio módico. También vendían equipos de fotografía y vídeo decentes, aunque viejos.

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