1. La colección de la Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos de Dresde
En febrero de 1945, las fuerzas aliadas (británicas y estadounidenses) lanzaron un bombardeo aéreo masivo sobre Dresde, una de las más bellas ciudades alemanas. Parecía que los tesoros de la famosa pinacoteca podrían haber perecido en el terrible incendio: la colección de los Electores de Sajonia incluía cuadros de Pieter Bruegel el Viejo, Giorgione y Vermeer, Botticelli y Cranach, Rubens y Holbein, Tiziano y Van Dyck. Pero las obras de arte habían sido trasladadas a canteras y túneles. Fue allí donde, en mayo de 1945, las encontraron los soldados soviéticos. Algunas obras de arte estaban tiradas allí mismo, mientras que la joya de la colección, la Madonna Sixtina de Rafael, estaba escondida en una caja de madera contrachapada cerrada con candados. Las obras maestras fueron trasladadas a Moscú, al Museo Estatal de Bellas Artes Pushkin, donde fueron restauradas y, en la primavera de 1955, expuestas al público en 14 salas. Durante cuatro meses, la exposición de los cuadros rescatados fue vista por más de 1,2 millones de visitantes. Para que la gente pudiera verlas, el museo permaneció abierto los siete días de la semana: Abría sus puertas a las 07:30 y admitía visitantes hasta las 23:00 horas.
Después, la colección fue devuelta a Alemania: “Por supuesto, todo el mundo estaba indignado por ello”, recuerda Irina Antonova, antigua directora del museo Pushkin. “Pero, al encontrarme en Dresde unos años después, pude ver la situación de otra manera. Me di cuenta de que Dresde era su Galería de Pinturas de los Maestros Antiguos”.
2. El Altar de Pérgamo
Entre los trofeos también se encontraba el enorme altar dedicado a Zeus de la ciudad de Pérgamo, decorado con un enorme friso que muestra la batalla entre los dioses olímpicos y los gigantes. Se cree que el Apóstol Juan estaba describiendo el altar de los sacrificios cuando se refirió al “Trono de Satanás” en el Libro del Apocalipsis. El altar fue excavado en el siglo XIX por el arqueólogo alemán Carl Humann, que lo trasladó a Alemania, y en 1920 se construyó un museo especial en Berlín para albergar la antigua reliquia.
Después de la guerra, el Altar de Pérgamo fue llevado a San Petersburgo. Durante 13 años se mantuvo en el depósito del Hermitage, y los visitantes del museo no pudieron verlo hasta 1954. Cuatro años más tarde, el altar de sacrificios fue devuelto a Alemania y, hasta la fecha, se encuentra en el Museo de Pérgamo de Berlín, mientras que se realizó una copia en yeso de la reliquia para la URSS. Desde 2002, esta se expone en la Academia Estatal de Arte y Diseño Stieglitz de San Petersburgo.
3. La colección de Otto Krebs
Los trofeos artísticos también incluían obras de los impresionistas. En su casa de las afueras de Weimar, el industrial Otto Krebs había reunido una colección excepcional, con obras de Van Gogh, Cézanne, Gauguin, Pissarro, Monet y otros artistas. En la primavera de 1945, la administración militar soviética en Alemania se alojó en su mansión. Fue entonces cuando nuestros soldados descubrieron una bóveda especial en el sótano. En su interior les esperaba una sorpresa: un inventario completo de la colección junto con las propias obras maestras, que coincidían plenamente con la lista: 102 pinturas, 13 dibujos, ocho esculturas y una docena de objetos de porcelana. Los conservadores del Hermitage que recibieron la colección Krebs se dieron cuenta enseguida de que no se trataba de una colección cualquiera, sino de un mini museo, tan excepcionales eran las obras de arte. Entre 1949 y 1996 la colección se mantuvo en depósito en el Hermitage, y desde entonces se expone allí como parte de la colección del museo.
4. Libros y manuscritos
La pequeña ciudad de Gotha, en Turingia, se consideraba un auténtico tesoro antes de la guerra. Aquí se encontraba la biblioteca más antigua de Alemania. Los duques de Sajonia-Gotha la mantuvieron con diligencia, añadiendo la Ottheinrich-Bibel iluminada, la Biblia Gigante de Maguncia, libros autografiados por Martín Lutero, los manuscritos de Juan Calvino e incluso el Azbuka ruso (Libro del Alfabeto) de Iván Fiódorov, impreso en Ostrog. Después de la guerra, una parte considerable de la biblioteca fue llevada a la URSS. Durante 10 años, estaos libros únicos se guardaron en las mismas cajas en las que habían llegado. En 1956, la mayoría de los libros fueron devueltos a Alemania.
Dos Biblias impresas por Johannes Gutenberg procedentes del Museo Alemán del Libro y la Escritura de Leipzig también acabaron en Moscú. De 180 ejemplares, sólo 47 han sobrevivido hasta nuestros días, por lo que cabe imaginar la rareza de estas ediciones. Una de las Biblias se conserva actualmente en la Universidad Lomonósov de Moscú (MGU) y la otra, tal y como apareció en los años 90, se encuentra en la “Leninka” (la Biblioteca Estatal Rusa, antigua Biblioteca Lenin) de Moscú.
5. La colección de la ‘Kunsthalle’ de Bremen
Durero, Rembrandt, Van Gogh: más de 1.700 obras de los grandes maestros de la colección de la Kunsthalle de Bremen fueron escondidas en los sótanos del castillo de Karnzow durante la guerra. Cuando en mayo de 1945 las tropas soviéticas entraron en la propiedad de los condes Königsmarck, descubrieron carteras de grabados y dibujos y cajas con cuadros. El capitán Viktor Baldin consiguió rescatar una parte importante de ellos del saqueo y llevarlos a Moscú. En 1947 la colección se depositó en el Museo de Arquitectura de la capital soviética, y a partir de 1991 se conservó en el Hermitage. Fue entonces cuando el mundo se enteró de que la colección de Bremen estaba en Rusia. Hoy lleva el nombre del hombre que la salvó de la destrucción: Viktor Baldin.
6. La colección de Gotha
En el Palacio de Friedenstein, en Gotha (Alemania), el pintor de la corte del príncipe elector Federico III (El Sabio) era Lucas Cranach el Viejo. Aquí se encontraba uno de los primeros museos de Alemania, con una colección que contaba con muchas joyas: obras de Jan Lievens, Frans Hals, Jan Brueghel el Viejo y, por supuesto, el propio Cranach. Después de la guerra, la colección se trasladó a la Unión Soviética, y parte de ella regresó a Alemania en la década de 1950. Una veintena de obras de Cranach, entre ellas Herr Bürgermeister [también conocida como Retrato de un hombre con bigotes rojos], La caída del hombre, La adoración de los Reyes Magos y otras, forman parte de la colección del Museo Estatal Pushkin desde hace más de 70 años.
7. Tesoros
Los Tesoros de Troya descubiertos por Heinrich Schliemann eran una de las preciadas posesiones del Museo de Berlín. Este valioso hallazgo, que consistía en adornos de oro, vasijas de plata y oro, hachas y puñales, era conocido como el Tesoro de Príamo. Una parte importante del mismo fue a parar a la Colección de Antigüedades Clásicas de Berlín, pero al comienzo de la guerra las valiosas piezas fueron escondidas en el Zoo. Tras el final de la guerra, las colecciones del museo fueron entregadas a las tropas soviéticas. De este modo, los Tesoros de Troya acabaron en la Unión Soviética, pero pocas personas eran conscientes de ello. Sólo a principios de los años 90 se desclasificaron los trofeos. La cosa fue aún más sorprendente cuando la gente pudo ver los tesoros por sí misma en una exposición en el Museo Pushkin de Moscú en 1996. El singular tesoro de Schliemann sigue formando parte de las colecciones del museo.
Los trofeos incluían también otros tesoros, como valiosos artículos de la Edad de Bronce del Tesoro de Eberswalde y oro franco merovingio también del Museo de Prehistoria e Historia Antigua de Berlín.
8. El archivo cinematográfico del ‘Reichsfilmarchiv’
A finales de la década de 1940 y principios de la de 1950 aparecieron películas extranjeras en las pantallas de cine soviéticas: la extensa colección del Reichsfilmarchiv había acabado entre los trofeos de guerra. En 1945, el archivo contaba con más de 17.000 películas, y no sólo las de producción alemana: también tenía copias de los archivos cinematográficos de Francia, Noruega, Yugoslavia, Polonia e incluso Estados Unidos. Al final, más de 6.000 películas entraron en el archivo cinematográfico estatal soviético Gosfilmofond, y muchas de ellas acabaron en las pantallas de cine, como El gran vals, La serenata de Sun Valley, Cien hombres y una chica, musicales con Caruso y películas de aventuras con Erich von Stroheim. Muchas de ellas fueron vistas antes de su estreno por el propio Iósif Stalin. Algunas de las películas fueron reeditadas y recibieron nuevos finales, eliminando todo lo potencialmente “perjudicial” para los ciudadanos soviéticos, incluidos los títulos. Las proyecciones estaban precedidas de subtítulos especiales: “Tomada como trofeo tras la derrota de las tropas fascistas alemanas por el ejército soviético en Berlín en 1945”.
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