Andréi Platónov, genio desconocido de la literatura del siglo XX

Cultura
VALERIA PAIKOVA
Hay muy pocos escritores que hayan tenido tal impacto en la literatura que su nombre se haya convertido en sinónimo del estilo inimitable de su trabajo. Andréi Platónov no es tan conocido como otros pero tiene un hueco como uno de los más destacados autores de prosa de la época soviética.

El poeta y premio Nobel, Joseph Brodsky, describía a Platónov como un “destacado escritor de nuestro tiempo” y una de las principales figuras de la literatura del siglo XX, situando al autor soviético fila junto a Marcel Proust, Franz Kafka, Robert Musil, William Faulkner y Samuel Beckett.
Curiosamente Platónov fue un autor que apoyó la Revolución bolchevique y se unió al Partido Comunista mientras que en sus libros, llenos de múltiples capas y ricos detalles, no mostraban piedad y exponían la sociedad totalitaria construida alrededor de una mentira.

Los primeros años de su carrera

Hijo de un trabajador del ferrocarril, nació en Vorónezh en 1899. Platónov se llamaba originalmente Andréi Kliméntov. Creó su seudónimo en 1920 como homenaje a su padre, Platón Kliméntov, que tenía varios inventos en su haber.

El mayor de una familia de once hermanos, el primer trabajo de Andréi fue de recadero cuando tenía 13 años. Alrededor de esa edad también empezó a escribir poesía. Siguiendo los pasos de su padre, el adolescente trabajó como ayudante de ingeniero para el ferrocarril del sudeste del país, un símbolo del poderío industrial soviético de la época. Una de las imágenes más recurrentes de Platónov, que apuntaba metafóricamente a la revolución y la utopía, se convirtió en la del tren o la locomotora.

Como muchos otros jóvenes de su generación, Platónov acogió la Revolución de Octubre de 1917 con un entusiasmo. Cuando estalló la guerra civil rusa (1918-1923), fue ayudante de conductor de locomotora en los trenes que entregaban municiones al Ejército Rojo.

¿Quién hubiera pensado que, tres décadas después, el más soviético -y el más sincero de todos los escritores soviéticos- acabaría siendo descartado como un paria, perseguido por el régimen soviético? El genio soviético que creía genuinamente en la utopía comunista se convirtió en su víctima.

La relación de amor-odio de Platónov con la literatura

El primer libro de Platónov, Electrificación, salió en 1921. A lo largo de los años 20, sus historias fueron publicadas en las principales revistas literarias soviéticas. Comenzó a ganar impulso en la escena literaria local, trabajó como periodista y participó en charlas públicas sobre temas filosóficos y políticos.

A pesar del éxito inicial, la literatura no fue nunca una dedicación exclusiva para él. Después de graduarse en un instituto politécnico, trabajó como ingeniero eléctrico, introduciendo la electricidad en la agricultura local tras la mortal sequía que azotó a Povolzhye en 1921.

Fue testigo de las consecuencias de la hambruna provocada por el hombre. Desde entonces dijo que ya no podía disfrutar de una “actividad contemplativa” como la literatura. Varias de sus historias de los años 20 presentaban personajes campesinos hambrientos y empobrecidos.

En un esfuerzo por prevenir sequías similares en el futuro, el escritor aceptó un trabajo en la sucursal de Vorónezh de la agencia de gestión de tierras. Excavó unos 763 estanques, cavó 315 pozos, construyó varios puentes y presas e instaló tres estaciones eléctricas.

A finales de los años 20, Platónov redujo su participación en la ingeniería eléctrica en favor de la escritura. El novelista se mudó a Moscú, donde su carrera literaria estaba condenada a descarrilar.

La ambivalencia del escritor

Mientras Platónov estaba comprometido con los objetivos del plan soviético para construir una sociedad socialista, sus novelas e historias mostraban una realidad paralela, burlándose de los desastres burocráticos de la ideología soviética. Este dualismo era peligroso, y finalmente le acabó costando su carrera.

Se esperaba que los escritores soviéticos celebraran los logros de la industrialización y la colectivización, no que criticaran vocalmente el sistema. Stalin dijo que Platónov era un “bastardo” en la revista Krasnaya Nov, donde se publicó la novela de Platónov Para uso futuro.

Paradójicamente, esto no significa que Platónov fuera un enemigo de la utopía comunista, del régimen soviético, de la colectivización, etc. Usó magistralmente el lenguaje de la utopía soviética como un arma. A diferencia de la mayoría de sus colegas, como Isaak Babel, Yuri Olesha, Evgueni Zamiatin, Mijaíl Bulgákov y Mijaíl Zóshchenko, que optaron por jugar con la maleabilidad del lenguaje, Platónov se resignó al lenguaje crudo de su época, sacrificando a veces las complejidades de la trama y los giros estilísticos.

Las obras más notables

No es casual que se le llame maestro del realismo socialista. Su obra maestra, Chevengur, (la única novela terminada de Platónov) es una mirada entre bastidores a la vida soviética durante la Nueva Política Económica, dirigida por Vladímir Lenin en los años 20. Es uno de esos libros que tienes que leer una y otra vez para entender la idea de fondo.

Chevengur es una ciudad utópica donde se introduce el comunismo a un ritmo récord. El resultado es una catástrofe que Platónov, testigo de la colectivización de Stalin, describe con un ingenio diabólico.

En realidad, la publicación de la novela estaba prevista cuando los censores soviéticos la retiraron en el último minuto por razones ideológicas, alegando que ponía en peligro la idea de la “construcción del socialismo”. Platónov argumentó que había escrito su novela con “intenciones diferentes” pero nadie le escuchó. No se publicó en su totalidad hasta 1988.

Su siguiente tour de force fue la novela La zanja, una obra oscura e inquietante que se lee como Kafka, pero que relata los beneficios del comunismo soviético. Un grupo de personas cava los cimientos de un edificio en medio de la nada para que todos vivan felices algún día.
Platónov representa el hambre y la muerte mientras retrata a obreros, ingenieros y campesinos exentos de buenos sentimientos mientras continúan su interminable trabajo y se bambolean como zombis.

La zanja, escrito entre 1929-1930, es una sátira mordaz sobre el estalinismo y el sistema burocrático opresivo que destruye la esperanza, la fe y la humanidad. Mientras parece respaldar al proletariado con su lucha de clases y el socialismo, Platónov muestra la verdadera cara del colectivismo, desprovisto de emociones y sentimientos humanos, recordando de alguna manera 1984 de George Orwell. De hecho, los destinos de los dos escritores se entrelazan de una manera extraña. La tuberculosis se cobró la vida de Orwell en 1950, cuando sólo tenía 46 años. Platónov moriría de la misma enfermedad al año siguiente.

Leer a Platónov es una especie de desafío difícil de digerir. Su lenguaje es irritante, incluso perturbador, sorprendiendo a algunos lectores como complejo o difícil de entender. Las preocupaciones de Platónov están bien justificadas. Una vez más, se refieren al futuro espiritual de la nación bajo el sistema soviético.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Platónov trabajó como corresponsal de guerra para el periódico soviético Krásnaia Zvezdá (Estrella Roja) y se las arregló para publicar algunas de sus historias cortas. Después de la guerra, sin embargo, su trabajo se desvaneció en la oscuridad de nuevo. Una de sus obras maestras inacabadas, Moscú feliz, no vio la luz hasta 1991.

Por alguna razón, Platónov nunca fue arrestado. Lo que es peor, su hijo Platón de 15 años fue arrestado con cargos falsos y enviado al gulag. El chico fue liberado dos años después, en 1940, pero murió de la tuberculosis que había contraído en un campo de trabajo estalinista. Andréi Platónov contrajo la tuberculosis de su hijo, y sucumbió a la enfermedad en 1951, a la edad de 51 años.

LEE MÁS: Estos son los siete libros cumbre de la literatura rusa.