En una ocasión el Financial Times se refirió a ella como “la última escritora de Rusia”, mientras que el The New York Times Book Review la considera como “una de las mejores y más queridas autoras contemporáneas”. Escritora, autora de teatro, poeta, pintora y cantante –tiene muchos talentos– Liudmila Petrushévskaia celebra su 80 cumpleaños el 26 de mayo.
La chica del hotel Metropol es su nueva novela y está basada en su niñez soviética y en los duros años de posguerra. La poesía y la prosa de Petrushévskaia elevan a una categoría más alta nuestros pensamientos y emociones más básicas. A menudo tratan de pequeños pueblos y parecen sórdidos y perturbados. Un ejemplo típico es El tiempo: la noche, una breve novela en la que el sofocante cuidado de una madre por sus hijos mayores lo atrofia y enfada, y en ocasiones parece bestial.
Algunas son historias de terror. En una ocasión el editor le pidió poner un título provocativo a un libro, algo como Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina, aunque no se habla de ello en el libro. Sin embargo, le pareció divertido y estuvo de acuerdo en esa misma versión y ahora cuenta con varios libros con títulos como Érase una vez una mujer que sedujo al marido de su hermana y él se ahorcó.
Petrushévskaia no analiza demasiado sus intenciones. “Mis historias son como un espejo. La gente se ve reflejada en ellas. Si ven algo malo, entonces es que ellos son malos. Si ven algo bueno, significa que son buenos”, declaró en una entrevista.
Las otras formas de arte que practica, bien sean canciones fogosas, autorretratos o películas de animación contrastan con sus, a menudo, historias macabras.
Las obras de Petrushévskaia se representan en los principales teatros de Moscú y su proyecto experimental “Cabaret Noir” ha atraído a gran cantidad de espectadores en diferentes lugares durante la última década. Ella se mantiene fiel a sí misma y en cada cosa que hace se puede ver su sello personal.
Actúa con su propio material con una banda en directo. Sus canciones son una mezcla de humor y sátira de melodías conocidas pero con una nueva letra.
“Cabaret Noir” ilustra la “paradosk” (como dice ella) de su personaje. En sus joviales canciones toma el pelo a la gente de la banda y se entremezclan con breves historias sobre la muerte, o más bien, historias sobre cómo lindan entre sí los dominios de la vida y la muerte.
Las diferencias entre el contenido y la presentación hacen que el público se ría a carcajadas.
Suele leer con una sonrisa colgada de la boca el cuento de una chica que se quedó perdida en el bosque y fue separada de sus padres durante muchos años. Otro cuento trata sobre un gato callejero que es adoptado y cuando lo llevan a casa no para de hacer caca por todo el piso y no permite al dueño dormir durante toda la noche, todo con un estilo de un tenso thriller.
Nieta de un famoso filólogo, Petrushévskaia también ha escrito obras con juegos lingüísticos, como las historias de Puski Byatie. Son divertidos relatos en los que todo el vocabulario es inventado, aunque de alguna manera resultan comprensibles para los hablantes de ruso, por su sonido y estructura. Los principales personajes - Puski, Kalusha y los Kalushettes – aparecieron en una película de animación.
Petrushévskaia es amiga desde hace mucho del famoso animador Yuri Norstein, creador de la obra de culto El erizo en la niebla. Incluso escribió el guion para El cuento de los cuentos, que fue votada como mejor película de animación de todos los tiempos en una encuesta realizada por una Academia del Cine con ASIFA-Hollywood en 1984. Está lejos de ser una historia de dibujos para niños sino que es una colección de alusiones individuales a la historia de Rusia en la que las experiencias individuales se mezclan con memorias infantiles de la Segunda Guerra Mundial, imágenes de Picasso y fábulas rusas. Petrushévskaia escribió en una ocasión que Norstein era un genio.
Liudmila Petrushévskaia y Yuri Norstein.
Mijaíl Fómichev/SputnikEl uso de aparentes narraciones ingenuas que funcionan como fábulas con un significado filosófico más profundo es algo continuo en su trabajo. En 2002 publicó una trilogía sobre un cerdito. Estas historias fueron un éxito en internet, algunas de ellas en el límite del buen gusto. Aunque Petrushévskaia asume esta popularidad a su manera: “¿Y qué? ¿Había vulgaridades y palabrotas? Es algo natural, es una adaptación folclórica”, dijo.
La predilección de Petrushévskaia por la animación también hizo que creara sus propios cómics ilustrados en blanco y negro, en los que hombres de palo se enzarzan en una serie de réplicas cómicas. Aunque deja una sensación parecida a su desalentadora prosa. El pesado trabajo diario de la época soviética y la manera en la que la gente se trata entre sí, sobre todo en casa, le inspira a crear obras cómicas, una mezcla de divertimento cínico y amargo.
El Museo de Arte Moderno de Moscú cuenta con una exposición dedicada a Petrushévskaia y al espíritu de su generación hasta el 22 de julio.
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