La colección de cuentos de terror de Liudmila Petrushevskaya, “Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina”, fue un bestseller según el New York Times. Fuente: RIA Novosti
El mes pasado el premio Russian Booker anunció su lista de candidatos para este año. No sorprendió a nadie que tres de los seis finalistas fuesen mujeres: en la actualidad la mitad de los libros publicados están escritos por ellas y los editores aseguran que en muchas ocasiones venden más que sus colegas hombres.
Pero este es un fenómeno relativamente reciente. Con pocas excepciones, como las poetas Marina Tsvetáieva y Anna Ajmátova, los hombres han dominado tradicionalmente el canon literario ruso.
El premio 'Russian Booker' se fundó en 1992, pero ninguna escritora lo ganó hasta 2001. Liudmila Ulítskaya, quien se llevó el premio con la novela El caso Kukotski, es en la actualidad una gran dama de las letras rusas, con numerosas novelas premiadas.
En la estela de autoras como Ulítskaya y Tatiana Tólstaya (bisnieta de Lev Tolstói), las cosas han cambiado con rapidez y las mujeres están obteniendo cada vez un mayor reconocimiento en Rusia y el extranjero.
La colección de cuentos de terror de Liudmila Petrushevskaya, Érase una vez una mujer que quería matar al bebé de su vecina, traducido al español por Fernando Otero y publicado en Atalanta en 2001, obtuvo un gran éxito en EE UU.
La nueva generación
Olga Slavnikova, es otra conocida novelista, famosa por su particular humor negro y sus toques de realismo mágico. Slavnikova ganó el Booker hace seis años con su distopía 2017, y realiza una gran labor de promoción de jóvenes escritores como directora del Premio Debut.
Slavnikova describe así el trabajo en este prestigioso galardón para jóvenes escritores: "Estamos buscando una generación con talento literario, y encontrándola. Los ganadores del Premio Debut muestran una notable independencia creativa y una verdadera entrega al arte".
Recientemente se ha compilado una antología de las jóvenes escritoras que han ganado este premio; Slavknikova las describe como "jóvenes que han crecido en el convulso y a veces hostil mundo de las dos últimas décadas".
Algunas escritoras toman alter egos masculinos, que viven con mayor libertad. Irina Bogatyreva, autora de un libro de cuentos sobre sus viajes como autoestopista, comienza su colección con Universum, una enigmática historia sobre la identidad, en la que una chica solitaria absorbe el espacio y finalmente la vida del hombre con el que está obsesionada. En solo 30 páginas, Bogatyreva realiza sutiles observaciones sobre la construcción de los roles de género. Todavía no ha sido traducida al castellano. Es posible realizar un acercamiento a su obra en inglés, aquí.
En su segunda historia sobre autoestop, una primera persona andrógina se ve sorprendida por las proposiciones de un conductor, ya que en la carretera "siempre olvidaba a qué sexo pertenecía y todo lo concerniente al aspecto femenino".
Por el contrario, en otras historias las mujeres luchan contra rígidos modelos de vida, apuntalados por la pobreza, la envidia, como en el monólogo dramático de Yaroslava Pulinovich, El sueño de Natasha, o la enfermedad, como la adolescente enferma del cuento de Victoria Chikarneeva, Solo quería vivir.
La narradora de otro de los cuentos de Chikarneeva recuerda su vida atrapada en una tubería de cinc. La restricción metafórica se hace clara: "Ya desde pequeña empecé a gatear hacia la tubería. Los adultos nos decían lo que podíamos y no podíamos hacer".
Se acabó la revolución
Una de las escritoras más consagradas de esta nueva generación es la ácida y cínica Anna Babiashkina, cuya novela galardonada, Antes de croar cuenta la historia de un grupo de ancianas que tratan de llevar a la práctica sus ambiciones literarias en un asilo de los suburbios de Moscú.
Como en 2017 de Slavnikova, en Slynx de Tólstaya y en otras muchas novelas, Antes de croar está ambientada en el futuro, pero, mientras el blanco de las sátiras de las otras novelistas es mucho más político, Babiashkina se centra en lo personal y lo social. En su narrativa se aprecia un trasfondo post feminista, en el que las mujeres son responsables de sus propios problemas, a la vez culpables y víctimas.
Babiashkina es la editora de una revista femenina y las jóvenes mujeres en sus cuentos podrían ser productoras televisivas, directoras de relaciones públicas, mánagers de ventas, agentes inmobiliarias o comerciales.
Sus frustraciones creativas son un tema común; planean papeles glamurosos para sí mismas, "a medio camino entre Cenicienta y Escarlata O'Hara". La heroína de una de estas irónicas fábulas trata de parecerse a la femme fatale de los años 20, Lilia Brik, que predicaba las virtudes de la adulación y la lencería de seda.
Lilia Brik fue amante del atractivo poeta de vanguardia Vladímir Mayakovski. Pero el objetivo de la mundana protagonista de Babiashkina es un director publicitario obeso, un hombre que encarna las aspiraciones post soviéticas.
"Por supuesto, no es Mayakovski", escribe Babiashkina, "pero, al fin y al cabo, ya se acabó la revolución ".
El momento de la mujer
La dolorosa historia de Rusia en el siglo XX sigue siendo un tema para numerosas escritoras.
Elena Chizhova ganó el premio Booker Rusia en 2009 con El tiempo de las mujeres, una conmovedora historia de resistencia femenina sobre tres ancianas que crían a una huérfana muda en un apartamento comunal de Leningrado. Los monólogos interiores de la niña tras su silencio y las difíciles vidas y recuerdos de las abuelas crean poderosas narraciones alternativas.
El libro de Xenia Zhukova, Veinte cartas del veinte inventa también una serie de momentos que se extienden a lo largo de estas décadas. La estructura del epistolario de Zhukova y su intrincada cronología son una reminiscencia del patchwork de documentos de la novela de Ludmilla Ulítskaya, Daniel Stein. Intérprete, que ganó el Big Book Prize en 2007, gracias a su virtuosismo y su mirada compasiva.
Muchas de las obras tempranas de Ulítskaya tratan sobre la vida familiar y la necesidad de ser tolerantes.
El novelista Gary Shteingart, nacido en Rusia y nacionalizado estadounidense, dijo en una reseña sobre Sonechka, de Ulítskaya, que las mujeres sobre las que escribía "no se parecen a nadie que conozcamos. Son encantadoras, seductoras, inteligentes y lo bastante fuertes para cargar con todo un país destrozado a las espaldas".
Es difícil predecir cuál de estas mujeres llevará más lejos la literatura rusa durante el siglo XXI, pero los lectores pueden esperar, sin miedo a ser defraudados, más grandes novelas de un país famoso por sus tradiciones literarias.
Elena Dimov, profesora de literatura rusa contemporánea, escribió en un artículo reciente para la biblioteca de la Universidad de Virginia (EE UU): "Por primera vez en la historia, las escritoras rusas han superado el reto. En sus obras se materializan importantes cuestiones filosóficas, morales y sociales. Sus respuestas representan una voz clara y refrescante de esperanza y optimismo".
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