“Guerasim ha ahogado a Mumú” es una de las frases más conocidas para los niños que estudian literatura rusa y para cualquiera que conozca Mumú (1854), obra de Iván Turguéniev. En este lúgubre retrato de la vida de los siervos en el Imperio ruso, una inhumana señora ordena que su sirviente, el enérgico pero sordomudo y obediente Guerasim, haga desaparecer la única criatura que ama, una pequeña perra llamado Mumú.
Al principio Guerásim trata de venderla en el mercado pero la perra carcome una cuerda y vuelve donde él. De modo que la dueña le obliga a matarlo. Triste pero incapaz de desobedecer, Guerásim ahoga a la pobre Mumú y después abandona a su señora. Así, Mumú se convierte en una inocente víctima de la brutalidad humana. Es es el papel que desempeñas a menudo los perros en la literatura rusa.
La heroína de esta obra de 1887 de Antón Chéjov, Kashtanka, es un pequeño y adorable perro pelirrojo, “mezcla de un perro salchicha y un chucho” que vive con un carpintero bebebor que le da mal de comer. Un día se pierde accidentalmente. Un extraño la encuentra y se la lleva.
Resulta ser un domador de circo y en su casa, Kashtanka se encuentra con otros animales: un gato, un ganso y un cerdo. Viven todos juntos y el perro es bastante feliz. Aunque un día, mientras está en el escenario oye a su viejo dueño y a su hijo gritando su nombre desde sus asientos y se va corriendo donde ellos. La lealtad, por encima de todo.
Iván Pávlov (1849-1936), científico ganador del Premio Nobel, fue apreciado tanto por el Imperio ruso como por la URSS. Sus investigaciones expandieron el conocimiento de la fisiología humana. Aunque sus logros no habrían sido tan profundos si no llega a ser por sus perros.
Se cuenta que Pávlov era un hombre cuidadoso que nunca hizo daño a un perro y que hacía todo lo posible por mejorar sus condiciones de vida. Su experimento más famoso con perros tuvo que ver con el sistema de reflejos condicionados: Pávlov descubrió que si daba comida a un perro después de encender una lámpara, el animal comenzaba a salivar incluso aunque no tuviera comida.
Esto hizo que surgiera un chiste en el que el perro de Pávlov le dice a su compañero: “Mira lo que puedo hacer, en cuanto me pongo a babear, él sonríe y escribe en su cuadernillo”. El término “perro de Pávlov se convirtió en un símbolo del sacrificio prpio en nombre de la ciencia.
Esta novela corta de Mijaíl Bulgákov, escrita en 1925, trata de un perro callejero que se convierte en hombre y muestra que, en ocasiones, los perros son más decentes y educados que los humanos. El profesor Filipp Preobrazhenski encuentra un pobre perro hambriento en una calle de Moscú y se lo lleva a casa, donde se convierte en el centro de un misterioso experimento.
Consigue hacer que Shárik se convierta en hombre, con órganos donados por un borracho. El experimento termina mal. Shárik, que era un perro amable e inteligente, se corrompe a causa del hipócrita sistema soviético. Comienza a beber y a difamar a Preobrazhenski para quedarse con su apartamento. Frustrado, Preobrazhenski lo vuelve a convertir en perro.
Antes del vuelo de Yuri Gagarin en 1961, la URSS había enviado numerosos perros al espacio para ver cómo sobrevivía una criatura viva en un vuelo espacial. Todos los perros eran ejemplares callejeros criados por los científicos, que los trataban de la mejor manera posible, ya que sabían que iban a tener un trágico final.
Eso le pasó a Laika, el primer ser vivo que orbitó alrededor de la Tierra en 1957. El Sputnik-2 se lanzó con éxito pero la industria espacial de la época fue incapaz de traerlo de vuelta, por lo que la pequeña Laika desapareció en el espacio.
Aunque esta trágica experiencia permitió a los científicos mejorar las naves espaciales. En 1960 mandaron en órbita otros dos perros, Belka y Strelka. Ambos sobrevivieron el vuelo con éxito. Estuvieron en órbita mas de un día y dieron la vuelta a la Tierra 17 veces. Tras su vuelta Belka y Strelka tuvieron un larga vida en el instituto de investigaciones espaciales. Se merecían ese descanso y es que, como otros muchos perros, allanaron el camino de la humanidad al espacio.
Creado por el escritor soviético Gavriil Troyepolski, que escribió la novela en 1971. Bim es un setter escocés de un inusual color blanco. A Bim lo cuida Iván Ivánich, un viejo veterano de guerra que, tras la muerte de su mujer, vive solo. Cuando Iván enferma, Bim se queda solo y confundido.
Intenta encontrar a su dueño desesperadamente, encontrándose con gente diferente, buena y mala. Algunos le pegan y otros le hacen sufrir. Hay quienes le ayudan y le tratan las heridas. Finalmente, el perro muere en un albergue, poco antes de que Iván Ivánich lo encuentre. A pesar de ser una obra de ficción, Bim se convirtió en un perro que simboliza la fidelidad y la dedicación.
El autor de cuentos infantiles Eduard Uspenski creó a este personaje que se convirtió en una auténtica estrella nacional, tras el estreno de los dibujos titulados Tres de Prostokváshino, en 1978.
Shárik es uno de los tres protagonistas, junto con el inteligente niño llamado Tío Fédor y el gato Matroskin. Todos viven en el pueblo de Prostokváshino. Al contrario que el racional Matroskin, Shárik es un romántico empedernido que siempre se mete en problemas.
Por ejemplo, le gusta cazar pero no soporta la idea de matar animales así que sus amigos le dan una “pistola-foto”, una mezcla de pistola y cámara con la que puede “cazar” criaturas sin hacerles daño. Shárik es un buen amigo, siempre amable, amante de la naturaleza y generoso.
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