— En aquella época yo trabajaba en una editorial infantil y no sabía nada del concurso para escoger a la mascota olímpica. Todo ocurrió por casualidad. Un amigo se encontró con uno de los directores de la Unión de Artistas de Rusia y este le habló del concurso y le dijo que el Comité Olímpico había recibido ya 40.000 versiones de osos, pero que el jurado no se decidía por ninguno.
Se propuso a los artistas infantiles participar en el concurso. El plazo era de un mes. En una semana dibujamos varios bocetos en lápiz, más de 100 osos distintos, y los enviamos al Comité Olímpico. Un tiempo después mi mujer se encontró con mi amigo por la calle y le preguntó: “¿Qué te pasa que estás tan triste?” Este respondió: “Acabo de enterarme de que han cogido el oso de Víktor y no el mío”.
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— Tenía que dibujar un oso que no se pareciera a ninguno de los que habían dibujado miles de artistas. Esta fue una tarea complicada. Nuestro país no podía ser acusado de plagio. Y Mishka, gracias a Dios, pasó la prueba.
— El oso ruso se utilizaba muy a menudo en una caricatura política. Era un oso obsceno y descarado. Yo quería crear una imagen optimista que evocara los mejores sentimientos humanos. Me llevó mucho tiempo transmitir una cualidad “olímpica” en Mishka.
Inicialmente había pensado ponerle una gorra multicolor en la que cada trozo se correspondiera con la bandera de los países que participaran en las Olimpiadas. Pero la gorra no dejaba que se vieran las orejas. ¿Le cuelgo una medalla del cuello? Pero todas las mascotas la llevan. El castor de Canadá también llevaba medallas.
Decían que mi Mishka estaba basado en mi vecino, el compositor Valeri Zubkov. Y yo no lo negué, era un buen hombre. En realidad soñé con Mishka y su cinturón olímpico. Me ocurría a menudo cuando trabajaba en un modelo. Lo más importante era despertarse y dibujarlo en seguida, si no en seguida se me olvidaba.
En agosto de 1977 en Moscú se celebró una exposición en la que se mostraron 64 osos. A ella asistió el presidente del COI, lord Michael Killanin. De pronto, se detuvo delante de mi trabajo y dijo: “¡Ahí está!” Esto me lo contó un periodista.
Tardaron un mes en llamarme del Comité Olímpico, probablemente esperaban la aprobación del Partido: “Enhorabuena, hemos aprobado a su oso”. Y esta es la historia del oso. Es cierto que me costó pasar muchos nervios.
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— No se registró nada oficialmente. Me ofrecieron firmar unos documentos que certificaban que era autor de un proyecto titulado “Osezno divertido”.
Me entregaron 1.300 rublos en la caja del Comité Olímpico y luego mi transfirieron algo más de dinero a mi libreta de ahorros. En total recibí unos 2.000 rublos (el salario medio en la URSS en 1980 era de 120 rublos). Esta mascota se ocupó de un 90 % de la propaganda olímpica.
Pero eso no es lo peor. Tras las Olimpiadas de 1980 la opinión sobre Rusia mejoró en todo el mundo y Mishka jugó un importante papel en todo ello. Me habían impuesto una misión extraordinaria y yo había hecho bien mi trabajo. Fue un auténtico golpe de suerte. Quiero a ese oso como si fuera mi hijo. Y estoy muy agradecido al Tumánov, el director de las Olimpiadas de 1980 por su magnífica imagen del oso en las tribunas. ¿Recuerdan cuando deja caer una lágrima? El parecido es asombroso, y qué decir del oso de goma que sale volando del estadio. Aunque yo le habría dado otras proporciones.
La imagen de Mishka después fue manipulada en todo el mundo. Yo no me sorprendía cuando lo veía con otra apariencia distinta. Por ejemplo, en forma de frasco de perfume. O de caja de cerillas. Y en Praga mi oso Mishka publicitaba el Museo del Comunismo, aunque aparecía en un cartel con un rifle Kaláshnikov. Sin embargo, para mí Mishka era el símbolo de la paz.
Los marineros de la flota comercial contaban que, en un viaje a la Polinesia, habían regalado un cartel de Mishka al líder de los papúes. Estos eran los lugares que había visitado Miklujo-Maklái. Fue muy divertido.
Artículo abreviado. Publicado originalmente en ruso en Rossiyskaya Gazeta.
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