Los primeros testimonios de peleas en Rusia datan del siglo XI. En la Crónica de Néstor de 1048, una de las obras más tempranas de la literatura rusa, aparece una mención de estos combates.
Cierto es que su autor, el cronista Néstor, no se refería a estos combates con mucho cariño. Él era monje, y la iglesia consideraba estos combates como una diversión impía. Dos siglos después, el metropolitano Kirill pasó de la reprobación a las sanciones, ordenó excomulgar a los participantes de los combates y no celebrar la misa de difuntos por quienes morían por culpa de esta afición barbárica, a la que equiparaba al suicidio.
Pero todo ello no detuvo a los luchadores. Las peleas se celebraban en la Rus de forma regular y organizada, generalmente los días de fiesta y al aire libre. El pueblo se excedía sobre todo durante la semana de carnaval, máslenitsa, en vísperas del gran ayuno. Los combates reunían a grandes multitudes de espectadores y los comerciantes más avispados vendían licores y cerveza. Algunas veces incluso se lanzaban fuegos artificiales.
Combate “pared contra pared”
Los combates eran tanto individuales como multitudinarios y tenía similitudes con el boxeo. Los luchadores debían mantenerse en pie todo el tiempo y no podían arrastrarse por el suelo. Se consideraba perdedor al luchador que caía o se rendía.
También se organizaban combates masivos. En ellos se enfrentaban los vecinos de dos calles, de dos aldeas, de orillas opuestas de un río e incluso de dos profesiones. Existían dos tipos principales para estos combates: el de acoplamiento y el de “pared contra pared”. El primer tipo se parecía mucho a los combates actuales de lucha libre por equipos: todos luchan contra todos, cuando un luchador derrota a otro, se lanza a por un siguiente oponente. En el combate “pared contra pared” dos grupos se situaban uno enfrente del otro en varias filas y comenzaban la pelea. Cuando se cansaban, podían retroceder y reagruparse.
Los combates masivos eran los más espectaculares, pero también los más peligrosos, ya que en medio del tumulto era imposible controlar que se respetaran las normas, y las víctimas mortales se producían con una periodicidad estremecedora a pesar de todas las medidas que se tomaban para evitarlos.
Estas medidas eran muy diversas: por ejemplo, estaba prohibido golpear a un luchador que retrocedía, que yacía en el suelo o que se inclinaba contra su oponente, así como a quienes no lograban detener una hemorragia. Los golpes únicamente podían infringirse con los puños, aunque se permitían también empujones con el hombro o con ambos brazos. Los golpes se dirigían generalmente contra la zona bajo las costillas, la cabeza y el plexo solar.
Los luchadores también tenían que llevar unos gorros y guantes gruesos para aplacar la fuerza de los puñetazos repartidos y recibidos. Por desgracia, esta norma era bastante contraproducente: algunos luchadores metían en sus guantes piedras o trozos de metal.
Sin embargo, a pesar de lo duro que podía llegar a ser un combate, este siempre terminaba, según la tradición antigua, en una celebración conjunta de las dos partes enfrentadas.
Este tipo de combates sirvieron muy a menudo para resolver disputas legales. El demandante y el demandado podían recurrir a este original duelo para solventar las cosas directamente. También podían contratar a luchadores con más experiencia para que combatieran por ellos.
En el siglo XVII se aprobó un decreto que preveía el castigo por participar en estos combates. A los culpables se les molía a palos. Y a los reincidentes los condenaban al exilio. Pero a pesar de la severidad de las leyes, los gobernantes solían hacer la vista gorda. Por ejemplo, el zar Pedro I era un gran aficionado a los combates a puñetazos, ya que veía en ellos una manifestación de la audacia rusa. Y el favorito de la emperatriz Catalina II, el conde Orlov, era un luchador muy habilidoso.
En 1917 los bolcheviques prohibieron los combates. Esta costumbre no se ha recuperado en su forma original. En los clubes de lucha tradicional se practican luchas eslavas antiguas, pero se trata de prácticas marginales y apenas se celebran torneos.
Uno de los mejores luchadores de la historia de artes marciales mixtas, Fiódor Emeliánenko, declaró que regresará al cuadrilátero.
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