'El club de la lucha' se hace realidad en las ciudades rusas

: En Rusia se está dando una nueva tendencia dentro de las artes marciales mixtas de aficionados (AMM o MMA, por sus siglas en inglés). Cada semana tienen lugar torneos de lucha. Cualquiera puede tomar parte en ellos, incluso aquellos que no practican ningún deporte. Un corresponsal de ‘Russky Reporter’ esclarece por qué los hombres normales y corrientes se meten en la jaula.

“Empezamos a buscar gente que quisiera pelear con nosotros, después nuestra fama fue en aumento. Organizar esto nos costó 400 dólares”, declara orgulloso Greg Apinyan. Apinyan es un petersburgués de 29 años y organizador de los campeonatos de artes marciales mixtas Strelka. 

En sus dos años de existencia, los torneos de lucha han pasado de ser una juerga por 400 dólares, a ser uno de los principales participantes en el mercado ruso de artes marciales mixtas. Por nombrar algunos los logros de Apinyan y su empresa, cabe mencionar los ocho millones de reproducciones de vídeos de Strelka en YouTube, que le hicieron ganar así el concurso de World Press Photo con la nominación de ‘Mejor historia deportiva y pelea en el césped del estadio de fútbol Petrovsky’, donde el Zenit juega como local.

El secreto del éxito de Strelka está en que en ella puede participar cualquier aficionado, incluidos los que nunca han luchado antes. Y segundo porque la Strelka se da en la calle: los que en ella participan pelean a cielo abierto, en la arena, la hierba o sobre el suelo desnudo.

“Eso es lo que nos hace destacar sobre los torneos tradicionales de AMM —afirma Apinyan—. Muchos espectadores se asustan cuando ven el octágono, la gente en la jaula y la sangre; todo es espeluznante y oscuro. Nada que ver con nuestros campeonatos con arena, el cielo azul y el sol; y gente de lo más corriente que, a veces, muestra tal fuerza de espíritu, que lo deja a uno a piedra”.

Según el reglamento, las peleas en Strelka no hay límite de tiempo: duran hasta que uno de los contrincantes se rinda o hasta que el árbitro detenga la pelea. La pelea que tiene el récord de duración en la historia del campeonato duró 40 minutos sin descanso. El resto es como en las artes marciales clásicas. Los luchadores llevan guantes y se les está permitido golpear con las manos y los pies, así como pelear tumbados en el ring.

Durante dos años de práctica de Strelka se han realizado once torneos de artes marciales mixtas. La compañía americana especializada en la organización de torneos de artes marciales, Tron, le echó el ojo y acogió a los petersburgueses.

En Rusia se dan no menos de diez campeonatos de artes marciales mixtas a la semana, en los cuales pueden participar aficionados. Se puede encontrar información sobre ellos en las redes sociales y en foros de internet dedicados a las artes marciales. Los lugares donde tienen lugar estos torneos son de lo más variopintos: pueden ocurrir en la hacienda Serelnikovo en las afueras de Moscú, donde en el 2011 tuvieron lugar competiciones de combates T:1 pero en su versión más dura; polideportivos municipales; restaurantes; o bares de noche.

En resumen, esto significa que hay un número considerable de hombres para los que la lucha no es una profesión, que salen del trabajo el viernes, se despiden de sus compañeros hasta el lunes y se van a ganarse un dinero extra con los puños. Y si no es por dinero, para demostrarse a sí mismo y al mundo entero lo que normalmente demuestran los hombres.

Alexánder Anisimov es un treintañero que trabaja en la construcción de carreteras para una empresa de Vladímir. Para debutar en las artes marciales mixtas, eligió su versión más dura: el T:1. La ‘T’ viene de ‘total’. Según las reglas del T:1, los competidores tienen que llevar zapatos de suela dura. Está permitido dar golpes a la cabeza y acabar con el rival con las piernas si este no se rinde. Los organizadores querían que los participantes pelearan  con las manos, sin llevar guantes, pero los propios luchadores se opusieron a esta medida. “No todos estaban dispuestos a superar la barrera psicológica de pelearse con las manos”, afirma Germán Lvov, presidente de la liga de T:1 y popularizador de las peleas absolutas. Al final, a los luchadores les permitieron pelear con guantes de artes marciales.

A la pregunta sobre qué es lo que lo hace dejar en Vladímir a su mujer e hijo de año medio para ir a pelear a otra región, Alexánder Anisimov contesta: “Era interesante”. Y además añade: “Y mi interés se satisfizo”. Y en lo que se refiere, al menos, al futuro cercano, en su vida no habrá más combates.

El interés, eso es lo que atrae a muchos aficionados de las artes marciales mixtas. Aunque la participación en los combates puede convertirse en una forma de ganar dinero. Según la Federación de Pancracio de Rusia (esta organización aspira a darle a las artes marciales mixtas la categoría de juego olímpico), las ganancias por el primer puesto en los torneos no profesionales varía entre los 700 y los 1.200 euros. Los mismos luchadores se conforman con cifras más modestas de entre 200 y 500 euros.

Las peleas ilegales son un tema que, de una forma u otra, siempre aparece cuando se habla de las artes marciales mixtas. Sobre la cuestión de las peleas clandestinas en Moscú, se pueden encontrar en internet enlaces para una serie de reportajes periodísticos, todos ellos escritos con mucha dureza, con abundantes detalles y que es muy probable que sean completamente falsos.

“En las sombras de un bar de noche se observan niños con puños como almádenas. Los perdedores suelen dejar el cuadrilátero en camillas”, escribe un autor. Otro describe la situación de forma aún más siniestra: “La policía moscovita comenzó a hallar cadáveres de jóvenes. Los indicios de violencia en los cuerpos dejaban claro que los chicos habían muerto en una pelea. Poco después se descubrió la terrible realidad: en Moscú se organizaban peleas clandestinas, las más auténticas, hasta la muerte”.

En el departamento de policía de Moscú del barrio moscovita de Arbat niegan la existencia de estas brutales peleas clandestinas. A finales de los 90, había leyendas precisamente en esta región diciendo que los torneos más brutales tenían lugar en establecimientos de juegos de azar de Arbat. “Si alguna vez las hubo, ya hace tiempo que han desaparecido —dice un empleado del departamento cuyo nombre prefiere no revelar—. Actualmente no nos consta que en la zona se estén dando torneos de peleas ilegales”.

La misma opinión respecto al tema tiene el presidente de la Federación de Pancracio de Rusia, Vladímir Klenshev: “Sobre los conocidos como luchadores callejeros hay más rumores que hechos reales. Sí, es cierto que tenemos información sobre estos torneos, pero casi siempre son la iniciativa de adolescentes que han visto demasiadas películas. El tema se zanja con un par de narices rotas y, al día siguiente, los jóvenes empiezan a hacer parkour (entrenamiento militar que consiste en saltar obstáculos) o cualquier otra cosa que hayan visto en televisión”.

La tendencia de las artes marciales mixtas ha llamado la atención de las organizaciones oficiales. “Todos estos luchadores carecen del componente principal del deporte: secciones para niños y un trabajo sistemático y exhaustivo con los jóvenes. Lo único que veo es afán lucrativo” —lamenta Vladímir Klenshev.

Klenshev propone seguir el ejemplo de Fiódor Emelianenko, una leyenda de las artes marciales mixtas. Pues, según opina el presidente, lo hace todo bien: Fiódor entrena a jóvenes y, poniéndose a él mismo como ejemplo, los encauza por la senda deportiva que necesitan.

Tolgat, de 21 años, fue a Moscú desde Uzbekistán y, a diferencia del presidente de la Federación de Pancracio, los torneos de aficionados solo le causan entusiasmo. Seis días a la semana, Tolgat, con su equipo de construcción, repara la acera de la avenida de Lenin. Después, si le quedan fuerzas, se sube al cuadrilátero de rayas horizontales. Tras unas flexiones, Tolgat entrena los puños.

En Uzbekistán, practicó Muay thai durante no mucho tiempo, concretamente un año y medio. En Moscú escuchó que eso era bastante para meterse en el mundo de las peleas y convertirse en una estrella. “La construcción no me llama la atención —dice Tolgat—. Lo importante es pelear”.

Hay otros hombres que utilizan los puños de forma semejante a Tolgat. Lo hacen en gimnasios, en parques y en pasillos mientras esperan al ascensor, en sus cocinas mientras nadie los ve. Trabajan como programadores, gerentes de ventas, transportistas, y como cualquier cosa. Pero lo importante —y eso ni sus familiares se lo imaginan— no es su trabajo. Lo importante es pelear.

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