Los molokanes son una ramificación de la iglesia ortodoxa y un grupo étnico que apareció en Rusia a finales del siglo XVIII, considerados por la Iglesia oficial como una secta herética cercana a los protestantes. A diferencia de los ortodoxos, este grupo considera la Biblia como la única fuente en la que debe basarse el creyente. Los molokanes asocian la Biblia con la “leche espiritual” de la que se nutre el alma humana. De ahí procede el nombre de la secta, según los molokanes (“molokó” significa “leche” en ruso). Según otra versión, así les llamaban los ortodoxos debido a que no respetan el ayuno y siguen consumiendo leche y otros productos lácteos durante este periodo (los molokanes únicamente dejan de comer durante los días de la pasión de Cristo). Además, tienen su propia interpretación de la Trinidad y de Cristo, no reconocen a los santos ni los iconos, no tienen clero ni sacramentos y consideran a la iglesia como una congregación cualquiera de creyentes.
Los molokanes viven actualmente en Estados Unidos, México, Georgia y Azerbaiyán. A mediados del siglo pasado varios miles de molokanes llegaron a Rusia desde Turquía y se asentaron en varias aldeas de la región de Stavrópol (a 1500 kilómetros al sur de Moscú).
La familia de molokanes Konoválov entre sus tierras. Sus antepasados huyeron de Turquía a Rusia a mediados del siglo pasado.
No es sencillo encontrar un pueblo de molokanes si no sabes exactamente dónde está. Esta comunidad está acostumbrada a vivir de forma discreta y lejos de la civilización y de las miradas de la gente. En la parte oriental de la región se levantan varios de sus asentamientos. Uno de ellos se encuentra cerca de la aldea Kámennaya Balka.
En un cruce de caminos nos recibe el padre de una gran familia, Andréi Konoválov. Avanza por un discreto sendero y, finalmente, al otro lado de una colina se ven los tejados de unas pequeñas casas ordenadas. Una verjas con personajes de dibujos animados (entre ellos surge de repente “Blancanieves y los siete enanitos” de Disney) enmarcan unos pequeños edificios. Todos ellos se encuentran en la misma calle, recta como una flecha.
La familia Konoválov posee 101 hectáreas de tierra de cultivo. Andréi se dedica a la agricultura y cultiva cereales.
Pável Konoválov, el padre de Andréi, es molokán y habla ruso y turco
Los molokanes vivían en el Cáucaso sur, en la región de Kars, que pasó a formar parte de Rusia en la época del emperador Alejandro II. Durante el mandato de Lenin este territorio se convirtió en parte de Turquía, por lo que todos los molokanes hablaban dos lenguas: el ruso y el turco.
“Los molokanes creen que la llegada de Cristo tendrá lugar en el monte Ararat, por esta razón siempre han procurado en quedarse en tierras turcas, para estar cerca de este monte –cuenta Pável Konoválov, padre de Andréi-. Pero en Turquía no nos sentíamos seguros: teníamos miedo de que se quedaran con nuestras tierras y nos robaran a nuestras hijas”.
En 1962 el gobierno soviético propuso a los molokanes volver a la URSS. En aquella época a la familia de Pável también le propusieron ir a América (una parte de la diáspora de los molokanes se encuentra allí), pero ellos prefirieron volver a la URSS.
“Nos prometieron libertad de culto. Y nosotros lo creímos –recuerda Pável-. En cuanto volvimos a la URSS nos vimos obligados a vivir en chozas de barro. No había nada. Todo esto lo construimos nosotros”.
Un total de tres mil personas se desplazaron de Turquía a Rusia.
Andréi va a por arena a la cantera más cercana
Sobre el suelo de la casa de Andréi hay una alfombra con un colorido estampado de girasoles. En su interior no se ve nada de color negro: a los molokanes les gustan los colores claros, especialmente el blanco, símbolo de pureza. Los domingos suelen vestirse con ropas de colores claros que luego esconden en un baúl hasta el siguiente fin de semana. Ropa de colores claros, blancos… ¿lácteos?
“’Molokán’ no tiene nada que ver con la leche normal –responde sorprendido Pajom, tío abuelo del propietario de la casa-. En la Biblia aparece una metáfora sobre la leche pura de la palabra. De ahí procede nuestro nombre. Todos tenemos una misma raíz. Las persecuciones en la Rusia zarista nos enseñaron a mantenernos unidos”.
Pajom arruga sus pobladas cejas y cuenta su historia: su hija abandonó la hermandad para siempre porque no quería casarse con un molokán.
Entre los molokanes rige una importante norma: o te casas con uno de los nuestros para no mezclar la sangre, o no hay sitio para ti entre nosotros. Para que no haya matrimonios entre familiares, a las muchachas les buscan novios en Azerbaiyán y Georgia.
Por ejemplo, Olga, la esposa de Andréi, es originaria de Armenia.
Una particularidad de los molokanes es su pasión por el té. “Con el té empieza y acaba cualquier comida. En la tienda solo compramos sal y azúcar. Todo lo demás lo hacemos nosotros mismos” –comenta Andréi.
La madre de la familia Konoválov prepara la comida. Sobre la mesa se alza un gran samovar. A los lados de la mesa hay bancos, no sillas, según es costumbre en las grandes familias. Olga corta unas lonchas de queso casero que preparó el día anterior.
Después de una copiosa comida, Andréi acaricia satisfecho su larga barba. “Según nuestras leyes, el cabeza de familia debe dejarse barba. Cuando vamos a la ciudad, la gente nos señala con el dedo. No solemos ir a la ciudad, pero los miembros de nuestra comunidad saben cómo encontrarnos”.
Aztecas e incas emparentados genéticamente con pueblos de Rusia
Un grupo internacional de genetistas ha demostrado que los aztecas, los incas y los iroqueses son parientes cercanos de los pueblos de Altái, una región de Rusia situada entre Siberia Central, China y Mongolia.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: