Tres ‘tés rusos’ de los que los rusos no han oído hablar jamás

Cocina
ANNA SORÓKINA
No hay muchos lugares en el mundo que presuman de una variedad de tés tan amplia como en Rusia. Mientras tanto, hay “variedades rusas” que se venden en Estados Unidos y Gran Bretaña y de las que ni siquiera los propios rusos han oído hablar.

Los rusos son grandes amantes del té, capaces de tomar hasta 10 tazas al día sin inmutarse. Y la variedad de tés que se ofrece en el país es asombrosa, incluso en algunas de las tiendas de té más pequeñas: hay té en hojas, en bolsitas, negro, verde, de hierbas, todos ellos subdivididos en docenas de variedades más. Pero hay una cosa que ninguna tienda de té rusa ha vendido nunca: el famoso “té ruso” que se ve en las estanterías occidentales.

Earl Grey ruso

Rusia vende el Earl Grey inglés; Europa, por su parte, vende algo llamado “Earl Grey ruso” producido por grandes marcas como Lipton, Twinings y otras. ¿Cuál es la gran diferencia? Es una creencia común que los tés aromatizados no van bien con el limón, ya que éste mata los aromas añadidos con los que se ha infusionado el té original.

El Earl Grey obtiene su sabor del aceite de una especie de cítrico especialmente aromático, llamado “naranja de bergamota”, cuyo nombre es también bergamota. Si se añade leche o limón se corre el riesgo de arruinar su delicado sabor. Pero a los rusos no les importa, y muchos le echan una rodaja de limón de todos modos. Poco a poco, cuando otros empezaron a imitar la tendencia, la gente descubrió que esta mezcla de sabores también tenía una sólida base de seguidores. Y esa es la historia de cómo llegó el “Earl Grey ruso” al mercado.

Los rusos son, en general, muy aficionados a tomar té con limón; mientras que otras culturas pueden optar por la ralladura de limón o un chorrito de zumo de limón, es en Rusia donde se originó la costumbre de echar una rodaja entera.

Los limones aparecieron en el Imperio Ruso gracias a Pedro I, que los trajo de Europa a principios del siglo XVIII. Al principio, la fruta se cultivaba en Oranienbaum (nombre derivado de las palabras holandesa y alemana para “naranjo”), a las afueras de San Petersburgo, y en los invernaderos de los aristócratas. Después, los árboles empezaron a surgir en las regiones, y así, cultivar un pequeño limonero en la propia ventana se convirtió en una práctica común.

La cosecha de éstos no era demasiado grande: sólo unos 10-15 limones al año, pero era suficiente para una familia. Pero la historia de cómo se convirtió en un elemento básico para beber té es un poco más divertida, y tiene todo que ver con... las malas carreteras.

La gente descubrió que una rodaja de limón era realmente buena para el mareo en el coche, tal y como lo conocemos hoy en día. Y así es como acabaron en nuestro té.

‘Caravan’ ruso

Otro tipo de té “ruso” muy popular es el Russian Caravan (Caravana rusa), que debe su nombre a los comerciantes rusos que lo trajeron desde China. El té es una mezcla de una variedad de cepas de té negro con un característico sabor ahumado. Cuenta la leyenda que durante el largo viaje (que duró más de un año), el té se impregnaba del aroma de las hogueras con las que los comerciantes se calentaban por la noche. En realidad, el aroma procede de las hojas de té keemun (el Russian Caravan es una mezcla de keemun, oolong y lapsang souchong). Las hojas de keemun le dan su sabor ahumado y su tono marrón. Se puede encontrar distribuido por Twinings y Stash Tea.

Té ruso con pasado francés

Uno de los tés “rusos” más populares del mundo es el de Kusmi, fundado en 1867 por Pavel Kuzmichev, que era un genio en la mezcla de tés. Las hojas se compraban en China, mientras que la mezcla se realizaba en sus casas de té en Europa.

El té más famoso de Kuzmichev fue el “Príncipe Vladímir”, creado en honor al 900 aniversario del nacimiento del príncipe. Tras su muerte en 1908, el hijo de Kuzmichev, Viacheslav, tomó el relevo, abriendo casas de té en Londres para atender a los fans de las mezclas “Reina Victoria” y “Castillo de Windsor”; luego en París, donde la empresa se estableció finalmente, poco antes de la Revolución Rusa de 1917.

Kusmi consiguió crear un verdadero imperio del té, con oficinas en Alemania, Estados Unidos y Turquía. Sin embargo, su hijo, Konstantín, no fue un empresario tan exitoso como Viacheslav, y terminó vendiendo Kusmi en 1972 por centavos y al borde de la quiebra.

El nombre de la marca cambió de manos varias veces en los últimos años, hasta que, en 2003, fue a parar a los hermanos Oreby, que se dedican a las bebidas de café y té. Decidieron recuperar la antigua gloria del nombre Kusmi y, gracias a ello, podemos volver a ver la marca en las estanterías de las tiendas de todo el mundo. Excepto en Rusia.

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