Así eran las elegantes reglas de etiqueta de la nobleza rusa a principios del siglo XIX

"En la mesa de té" (1851), obra de Alexéi Voloskov.

"En la mesa de té" (1851), obra de Alexéi Voloskov.

Dominio público
A principios del siglo XIX, la etiqueta gastronómica entre la nobleza rusa era una forma de arte, con sus propias reglas. Todo tenía sentido, incluso el lugar que una persona ocupaba en la mesa, que representaba su estado y relación con el anfitrión

"Era posible llegar a almorzar y sentarse a la mesa sin una invitación", escribió el filósofo francés Hippolyte Auger sobre la hospitalidad rusa. "Los anfitriones daban a sus huéspedes plena libertad, a su vez haciendo lo que querían, sin prestar atención a los invitados". Entonces, ¿por qué era famosa la hospitalidad de los terratenientes rusos?

1.Grandes cenas familiares y un chef extranjero

El comienzo del siglo XIX fue un tiempo de terratenientes y campesinos. Si bien la vida de este último era muy modesta, los terratenientes celebraban grandes y lujosas cenas familiares con la asistencia de toda la familia. La mesa era colocada por sirvientes, que generalmente eran siervos. También preparaban las comidas. Los terratenientes ricos tenían cocineros extranjeros,lo que era algo sobre lo que alardear ante los vecinos.

2. Estricto almuerzo

El almuerzo generalmente se consumía al mediodía o a la una en punto. Hay una famosa historia que cuenta que el emperador Pablo I escuchó un día que la condesa Goloviná almorzaba a las tres en punto, por lo que envió a un oficial de policía para ordenarle que almorzara siempre a la una, que era cuando el emperador comía.

"En los años inmediatamente anteriores a la guerra con Napoleón", recuerda D. N. Begichev, "la mayoría de la gente almorzaba a la una, algunas personas que eran más importantes a los dos y solo los más modernos almorzaban un poco más tarde, pero no después de las tres".

3. Almuerzos de negocios

Durante el almuerzo y la cena, la gente no solo comía, sino que a veces también se involucraba en asuntos de negocios. Los invitados venian a visitar al anfitrión y, durante la comida, el propietario hablaba con su administrador sobre la propiedad.

4. La colocación en la mesa

El lugar de asiento tenía gran importancia. En la cabecera de la mesa estaba sentado el terrateniente, a su derecha estaba sentada su esposa, y a su izquierda el invitado más estimado. Cuanto más lejos se sentaba una persona del propietario, más baja era su posición social, o menos significativa era su relación con el huésped. Los sirvientes siguieron este arreglo de asientos cuando servían comidas.

"A veces un sirviente no conocía el rango de un invitado y observaba ansiosamente a su amo. Una mirada de este era suficiente para indicarle como debía actuar", escribió un autor anónimo a un amigo en Alemania.

Algo que no resulta sorprendente es que los anfitriones supersticiosos se aseguraban de que a la mesa nunca ese sentasen 13 personas.

5. Vajilla

El tipo de vajilla dependía de la prosperidad del anfitrión. Si era rico, los platos estaban hechos de plata. Por ejemplo, en 1774, Catalina la Grande obsequió a su favorito, el Conde Orlov, una cubertería de plata que pesaba más de dos toneladas. Las servilletas que se usaban en la mesa generalmente tenían las iniciales del anfitrión bordadas en su parte central.

7. Sirviendo la comida

De acuerdo con la tradición rusa, los platos eran servidos uno por uno, no todos a la vez. Esta tradición de mediados del siglo XIX fue adoptada por los franceses y luego por otros europeos. El vino también se servía después de cada plato, excepto el "vino común en una jarra que se bebe con agua" (tomado de La etiqueta de la cena en el siglo XIX, de E. V. Lavriéntiev).

8. Brindis después del tercer plato

El invitado más importante pronunciaba el primer brindis, que se proponía no al comienzo de la comida, sino generalmente después del tercer plato. Si el emperador estaba presente en la mesa, hacía un brindis por la salud de la anfitriona.

9. Conversación

No se podía hablar de enfermedades, sirvientes o relaciones románticas en la mesa. Estar callado se consideraba algo de mala educación o un signo de mal humor. Los buenos modales se mostraba participando en una agradable conversación sobre cuestiones mundanas. Si dos comensales entablaban conversación, tenían hacerlo en voz alta para que los otros invitados pudieran escuchar.

10. Postre para concluir

El almuerzo comenzaba haciendo el signo de la cruz, y el postre llegaba para finalizarlo. Frutas, dulces o helados eran servidos como postre. Al final de este, se repartían tazas para que los invitados pudieran enjuagarse la boca. La costumbre de enjuagar la boca se pudo de moda a finales del siglo XVIII. Los invitados también se santiguaban cuando se levantaban. La etiqueta requería que los invitados abandonasen la mesa solo después de que el invitado más honorable lo hubiera hecho. Se debía esperar un mínimo de tres días, después de asistir a un ágape, antes de volver a realizar una visita. En cambio, no se debía tardar más de una semana.

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