El saltados con el traje. Fuente: Tejnika Molodezhi
El mundo ha mirado asombrado a un hombre arrojarse al vacío en directo. Pero lo cierto es que el austriaco Felix Baumgartner no fue el primero en saltar desde la estratosfera. Hubo antes una gesta parecida que no fue retransmitida en directo al planeta entero: sus detalles quedaron durante años enterrados entre otros secretos de la URSS.
El ruso Yakov Solodovnik saltó desde 10.000 metros en septiembre de 1939, cuando la Segunda Guerra Mundial apenas había empezado a devorar a generaciones enteras de jóvenes transportados hacia la lucha. En aquel entonces, 10.000 metros eran el techo del mundo. Los anales de la aviación reconocen su gesta como el primer salto desde la estratosfera, un lugar apenas conocido entonces pero al muchos pilotos de ese conflicto bélico deberían enfrentarse en caso de tener que abandonar su avión en llamas. Así que su gesta sirvió para dar respuesta a las necesidades técnicas que los pilotos tendrían en situaciones de combate.
La preparación, por imperativo de aquella época, fue algo más
rudimentaria que la gesta patrocinada por Red Bull. Felix Baumgartner
empezó a preparar su salto de hace unas semanas en 2010. Yakov
Solodovnik comenzó las pruebas en tierra en agosto de 1939 y un mes
después ya estaba cayendo a 100 metros por segundo dentro de un
rudimentario traje a medio camino entre el que usan los apicultores y el
que lucen hoy los astronautas.
Esquema del traje. Fuente: Tejnika
Molodezhi
Su vestimenta especial estaba diseñada para mantener en el interior la
presión necesaria y hacer circular el oxígeno reservado para no morir en
los primeros momentos del salto. Además de un dispositivo de
calefacción, el traje incluía lana y dos capas de piel de ardilla, una
mirando para adentro y otra para afuera, para evitar que se congelase, y
también botas de piel. Los dos tanques de oxígeno le hacían parecer un
excursionista ‘mochilero’ que se había equivocado de planeta, surcando
el cielo a 50 grados bajo cero.
Los entrenamientos de Solodovnik con el traje habían sido lo opuesto a
la mesura y programación que han conducido a la misión de Felix
Baumgartner hasta el éxito. De hecho el saltador soviético, que tenía 24
años, casi se deja la vida en las pruebas cuando dentro de un tanque
de presión artificial falló el dispositivo que desviaba oxígeno del
avión hacia el traje para preparar el salto. El joven Yakov apenas tuvo
tiempo de hacer sonar la alarma antes de quedar inconsciente.
Pero arriba, a 10.200 metros, nadie iba a poder escuchar su petición de
auxilio así que nada podía fallar. Aquel día, mientras este joven judío
iba notando las piernas más pesadas por culpa de los nervios, el avión
alcanzó la estratosfera sin problemas y el oxígeno no dejó de fluir.
Todo estaba en orden. Yakov, pensando que había esquivado ya todos los
problemas, saltó al vacío con el cristal del casco empañado, solo logró
aclarar una parte frotando con su nariz y sus labios mientras
descendía.
Al poco de empezar a caer notó que su traje estaba inflado por culpa de la altura y no podía alcanzar la anilla para abrir el paracaídas. Desgraciadamente no había dispositivos para medir la velocidad que llegó a alcanzar, pero cuando al final logró desplegar la tela el frenazo fue tan fuerte que estuvo gritando de dolor durante un rato suspendido en las alturas.
Escogió caer en campo abierto, aunque cualquier lugar era malo para asfixiarse. Tocó tierra y, en lugar de celebrar de rodillas su gesta como hizo hace unos días el austriaco, tuvo que actuar rápido con una resolución que dejó todavía más pasmados a los campesinos que contemplaban boquiabiertos el aterrizaje de ese ‘extraterrestre’. “A través de la visera del casco vi a una mujer cargando con dos cubos de agua que había sacado del pozo, me miró con la boca abierta y pegó un grito que yo no pude oír, después soltó los baldes y salió corriendo a esconderse”, recordaba el propio Solodovnik en la revista juvenil ‘Tejnika Molodezhi’.
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