Chamanes y lugares vírgenes en el interior de Rusia.
shutterstock (5)El macizo de Altái es una de las regiones ecológicas más vírgenes de Rusia y con toda justicia se considera la “farmacia verde” de la Tierra y uno de los “pulmones” del planeta. Las remotas zonas de Altái han conservado su naturaleza casi en su estado primigenio. Las reservas naturales ocupan el 20% de la república y en su territorio hay registrados 126 monumentos naturales.
La mayor parte de la cordillera de Altái pasa por los territorios de la república de Altái y el krai de Altái, sujetos federales de Rusia que a menudo se confunden entre sí. A los lugareños este equívoco les molesta, pues no hace falta un gran esfuerzo para recordar que Gorno-Altáisk, la capital y la única ciudad de la república de Altái, está situada en la parte noroeste de la república, a 3.641 km de Moscú, y que Barnaúl es el centro administrativo del krai de Altái, donde probablemente aterrizaréis si decidís viajar en avión a las montañas de Altái.
No hay transporte ferroviario, así que sólo se puede acceder al país de las montañas por aire o por carretera. De Barnaúl a las montañas tendréis que ir en autobús. Por lo general, el centro de la república de Altái, Gorno-Altáisk, es el punto de tránsito hacia las montañas altaicas.
Altái es uno de los pocos lugares en el mundo donde pervive un singular tipo de folclore: skazitelstvo, la narración oral. Los narradores (kaichi, en lengua altaica) interpretan sus piezas en el género del canto gutural, acompañados por el toque del tapshure, un instrumento musical de dos cuerdas. Los kaichi cantan tanto canciones populares como poesía épica (kai). No dejéis pasar la oportunidad de escuchar a los kaichi, pues el espectáculo que ofrecen es impresionante. La interpretación de los kai más largos puede durar varios días.
Se puede decir que el primer turista que pisó Altái fue el artista y filósofo ruso Nicholas Roerich, que llegó en 1926. En el pueblo de Verjni Uimon (que en lengua altaica significa “diez sabidurías”), en casa del lugareño Bartholomew Atamanov, donde Nicholas Roerich se instaló, se encuentra en la actualidad un museo consagrado al artista. Bartholomew Atamanov fue represaliado en la época soviética y su finca no se rehabilitó como museo hasta la década de 1990.
A día de hoy el pueblo de Verjni Uimon sigue estando poblado de viejos creyentes kerzhakí, que se trasladaron a Altái huyendo de las persecuciones en el óblast de Nizhni Nóvgorod del siglo XVIII (el nombre de kerzhakí deriva del río Kérzhenets). Los kerzhakí fueron unos de los primeros colonos rusófonos en establecerse en Siberia y se caracterizaban por llevar un modo de vida muy cerrado, con severas reglas religiosas y cultura tradicional. En estos lares se establecieron también otros desertores de las imposiciones estatales que formaron un grupo de masones altaicos, conocidos como los “montañeses”.
Según Roerich, que investigó la cultura de los viejos creyentes, allí, en el valle de los ríos Bujtarmá y Katún, se encuentra el legendario país de Belovode, el Shambala eslavo, “el país de la libertad” de los cuentos populares rusos. Tras la muerte del filósofo, uno de los picos de las montañas de Altái fue bautizado con su nombre en su honor. Hoy subir a la cumbre en caballo cuesta alrededor de 1.000 rublos. Muchos centros turísticos en Altái ofrecen paseos a caballo o excursionismo a pie en salidas de uno o varios días.
En sus diarios Nicholas Roerich escribió que en los tiempos de las Grandes Migraciones, Altái desempeñó un papel crucial como punto de tránsito para un sinfín de pueblos nómadas del continente. Tanto en tiempos prehistóricos como históricos, según Roerich, Altái era una suerte de “tesoro sin descubrir”.
Los túmulos de Pazyryk son parte de este tesoro oculto, con sus tumbas escitas de jefes tribales que datan de los siglos V-II a. C.
Debido a las condiciones imperantes a alturas de 2.000 metros, tales como el permafrost, se han hallado momias perfectamente conservadas. Un cadáver está tan bien conservado que en su piel se distinguen sofisticados dibujos, lo que constituye el ejemplo más antiguo de tatuaje del mundo. Además, en cada uno de los túmulos se han preservado carros fúnebres de tres metros y piezas textiles, incluido el tapiz más antiguo del mundo. La mayoría de estos hallazgos se exponen en el Museo del Hermitage de San Petersburgo.
Cerca de los túmulos de Pazyryk se encuentra el Paso Katu-Yaryk (“lugar peligroso”, en lengua altaica). Este paso se construyó en un tiempo récord: sólo se utilizaron tres buldóceres durante tres veranos. La inclinación de la ladera de Katu-Yaryk alcanza los 70 º. Yendo a través del paso se puede llegar a la región del sur del lago Telétskoye, un sitio declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO como parte de las montañas doradas de Altái.
El lago Telétskoye es un Baikal en miniatura, muchos ríos desembocan en él, pero sólo uno sale del lago, el Biya. Incluso en verano la temperatura del agua no supera los diez grados. Contiene 40 km³ de agua dulce y es uno de los quince lagos más profundos del mundo, con una profundidad máxima de 325 metros.
El lago no ha sido alterado por los turistas y el principal contingente de Telétskoye son los turistas-pescadores. No es muy grande y se puede ver entero en un día. Sus aguas son transparentes y el aire purísimo. Está permitida la práctica de caza deportiva y de pesca en su territorio, excepto en las reservas naturales. Casi toda la parte oriental de la república de Altái está ocupada por la reserva de Altái, una de las más grandes de Rusia. Su territorio contiene 1.290 especies de plantas, 73 especies de mamíferos, 300 especies de pájaros y 1.190 lagos.
Guías anglófonos y excursiones en inglés:
Go to Altay. Altai Expeditions
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