El presidente Putin acaba de decretar la rehabilitación de este pueblo musulmán residente desde hace siglos en la península. Fuente: AP
Lo sucedido en Ucrania ha empujado a un segundo plano el resto de temas primordiales de la agenda internacional. Y existe una buena razón. En marzo de 2014, por primera vez después de la caída de la URSS, se creó un precedente para la transición de una parte de una antigua república a la jurisdicción de otra. La polémica en torno a Crimea se convirtió en el enfrentamiento más duro entre Rusia y Occidente desde el final de la Guerra Fría. Es más, con el cambio de estatus de la península, la crisis ucraniana no ha llegado a su fin.
La comunidad tártara está compuesta por unas 300.000 personas (el 12% de la población de Crimea). El 21 de abril, Vladímir Putin decretó la rehabilitación de este pueblo debido a la deportación ordenada por Stalin en los años 40, por su supuesta colaboración con la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Y es que, además del ámbito geopolítico, los acontecimientos de los últimos meses afectan otra serie de dimensiones importantes. Entre las cuestiones más significativas cabe destacar “la cuestión de los tártaros de Crimea”. En opinión del politólogo Alexéi Makarkin, "los tártaros de Crimea se han convertido en un problema importante para Rusia. Se trata de la única parte significativa de población de la península que, en general, reaccionó negativamente a su adhesión a Rusia". Al mismo tiempo, los activistas tártaro-crimeos se resistieron a la confrontación frontal con Moscú. ¿Qué dificultades aguardan a Rusia y a los tártaros de Crimea en el camino hacia la integración y la convivencia?
Los tártaros de Crimea son un grupo étnico túrquico originario del territorio de Crimea entre los siglos XIII-XVII. Hoy en día, hay una gran cantidad de especulaciones sobre el parentesco entre los tártaros de Crimea y los tártaros que viven en Rusia. Los primeros se identifican a sí mismos como qırımlar (o tártaros de Crimea). Según el Secretario de la Administración Espiritual de los Musulmanes de Crimea, Áider Adzhimambetov, son "pueblos hermanos con una historia común. Aunque son pueblos distintos". Otros representantes de los tártaros de Crimea evalúan su identidad y estatus de la misma manera.
Así, la pensionista Dilaira Seitilieva, de Bajchisarái, apunta claramente: "Son pueblos diferentes. Se formaron en diferentes territorios de manera completamente individual." Y de hecho, si los kanatos tártaros, situados en el territorio de la Rusia actual, estuvieron bajo el poder de Moscú en 1552 y en 1556, el kanato de Crimea, que existió desde 1441 hasta 1783, fue vasallo del Imperio otomano durante la mayor parte de su historia.
Después del manifiesto de la emperatriz Catalina II el 8 de abril de 1783, el kanato de Crimea quedaba suprimido, y comenzaba el período ruso para los crimeos. Una parte significativa de los tártaros de Crimea se vio obligada al éxodo hacia territorios del Imperio otomano entre 1790 y 1850. En los años 1920-1930, el gobierno soviético trabajó en gran medida en favor del desarrollo de la cultura nacional de los tártaros de Crimea.
En la RSFSR se creó la República Autónoma Socialista Soviética de Crimea, cuyos idiomas oficiales eran el ruso y el tártaro de Crimea. Se alentó al desarrollo de escuelas e impresión de publicaciones en el idioma propio pero, en 1937, en la época del Gran Terror de Stalin, muchos miembros de la intelligentsia nacional fueron víctimas de la represión.
En mayo de 1944, los tártaros de Crimea, junto con algunos otros pueblos de Crimea (griegos, búlgaros, armenios) fueron deportados. Este suceso marcaría un hito importante en su historia. En primer lugar, porque "cimentó su origen étnico". En segundo lugar, fortaleció las fobias relativamente grandes hacia Rusia, que todavía hoy se conservan.
En ellas deben buscarse las causas del temor que albergan los tártaro-crimeos ante la perspectiva de convertirse en parte de la Federación de Rusia. Sobre todo porque, a diferencia de otros pueblos castigados, los tártaros de Crimea no fueron devueltos a su país de origen durante el "deshielo" de Jrushchov. De ahí la larga lucha por la repatriación, cuyo éxito se alcanzó sólo en el ocaso de la Perestroika.
Sin embargo, aquí se observan algunos matices. Muchos expertos se inclinan a considerar a la comunidad tártara de Crimea como una suerte de monolito y casi como una fuerza política verticalmente integrada. Pero no lo es.
Es cierto que hoy la organización más poderosa de la Crimea tártara es el Mejlis (el Congreso del Pueblo Tártaro). Aún así, no todos los tártaros de Crimea lo consideran el único exponente de sus intereses nacionales. En la década de 1990, Yuri Osmanov trató de crear una alternativa. A diferencia de sus oponentes, abogaba por un amplio desarrollo de las relaciones con Rusia.
En 2006, un grupo de activistas tártaros de Crimea refundó la organización Milli Firka (Partido Popular). En 2014, su líder, Vasvi Abduraimov, se pronunció a favor del referéndum de marzo, posicionándose como partidario de la integración euroasiática y opositor al nuevo gobierno de Kiev. Muchos tártaro-crimeos optaron por un posicionamiento más pragmático. Por ejemplo, según la pensionista Diliara Seintileeva, "hoy el Estado ruso está obligado a ofrecer privilegios a los tártaros de Crimea."
En la actualidad, "la cuestión tártara" es el nodo de otros varios problemas: el reparto de las tierras, la representación de los tártaros de Crimea en el gobierno, la relación con Ucrania y, finalmente, la cuestión de la construcción de las relaciones Iglesia-Estado. Según el secretario de la Administración Espiritual de los Musulmanes de Crimea, Áider Adzhimambetov, "el principal apoyo que pronto proporcionará el Consejo de muftíes a Rusia, en relación con los tártaros de Crimea, es una adaptación al ámbito jurídico ruso."
Todos estos argumentos pueden ser resueltos positivamente, si existe voluntad desde todas las partes. No obstante, requieren soluciones sólidas, pragmáticas y comprometidas de todos los participantes. Si el fundamento de las decisiones es el pragmatismo, en lugar de listones maximalistas, existe una oportunidad de transformar la Crimea rusa en un modelo de armonía interétnica e interreligiosa.
Serguéi Markedónov es Catedrático Asociado de Relaciones Exteriores y Política Exterior por la Universidad Estatal Rusa de Humanidades. Este material ha sido elaborado con la colaboración de Andréi Raskin, autor de RBTH.
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