A los rusos les encanta hablar con Putin

Iorsh
La semana pasada el presidente Vladímir Putin respondió a las preguntas de la ciudadanía en el programa “línea directa”. ¿Por qué tienen tanto éxito estos programas?

Los críticos del presidente Putin tienen a acusarlo de haber creado un sistema de microgestiones, es decir, que sin su intervención resulta imposible poder arreglar una carretera o encontrar nuevo alojamiento a las personas residentes en un apartamento ruinoso a 4.000 km de Moscú.

Según ellos, esto es lo que hace que sus apariciones en televisión sean tan populares. Aunque esta forma de comunicación entre el mandatario y el pueblo tiene profundas raíces en la mentalidad rusa.

La primera "línea directa" con la nación fue en diciembre de 2001. Desde entonces se ha repetido cada año. Esta edición ha sido la primera que se hace en primavera, anteriormente se hacía en invierno, y es que ahora es más fácil hacer una pregunta y no hay que esperar horas en el frío para poder hacer una pregunta al presidente.

El programa de este año, celebrado el 14 de abril, se prolongó tres horas y media y el presidente respondió a 80 preguntas, aunque el número total de las enviadas a lo largo de los días anteriores a celebrarse el programa, superó los tres millones.

Esto implica que la gente escribe, llama y manda sus video mensajes a Putin, no tanto con la esperanza de que responda a su pregunta sino como una forma de involucrarse con las autoridades, como si fuera una muestra de esperanza de que el mandatario aprenda todo, escuche todo y, en última instancia, sea capaz de resolverlo todo. 

Por encima de la ley

Algunos creen que Putin tomó prestada esta práctica de preguntas y respuestas con la ciudadanía del expresidente venezolano Hugo Chávez, que tenía mucho éxito con su programa Aló Presidente. Pero esta tradición ha estado presente desde hace mucho en Rusia y no se interrumpió siquiera durante la época soviética.

En esencia se trata de que el mandatario pueda tener unos momentos de contacto directo con el pueblo, sin mediación de boyardos/burócratas, que según la percepción tradicional rusa, distorsionan sus verdaderas intenciones. Según esta visión del mundo, la justicia reside solamente en el líder.

Durante la época antigua las peticiones a los órganos de gobierno se dirigían al soberano. Si lo extrapoláramos a la actualidad, sería como si un agricultor escribiese al Ministerio de Agricultura para pedir un subsidio y tuviera que mandar una solicitud en la que pondría "Su majestad imperial Vladímir Vladimírovich...". Un individuo encarna la ley y el Estado: el zar y padre (tsar-batyushka, en ruso. En la conciencia popular el zar siempre es amable, aunque sea (Iván el) terrible.

En esencia el esquema es el siguiente: están la ley y los tribunales, pero por encima de ellos, de los que se ocupan de ejecutar la ley (los boyardos y los burócratas) hay un tribunal mayor y una justicia más alta. Es aquí a donde deben dirigirse los ciudadanos cuando las otras formas de buscar justicia se han agotado o ya no se confía en ellas.

Las peticiones que recibían los líderes soviéticos

La práctica de enviar peticiones a las autoridades floreció tras la revolución bolchevique. La sabiduría popular entendía que una petición era una forma más efectiva de tratar con las autoridades que un conflicto abierto, o sea, un juicio.

Las autoridades se esforzaron por tratar de mantener esa percepción. A través de una carta personal o colectiva era posible alcanzar acuerdos con las autoridades e incluso encontrar resoluciones favorables. En otras palabras, funcionaba.

Las peticiones individuales podían cubrir una gran variedad de asuntos: alojamiento en un apartamento, ayuda con el tratamiento médico, la puesta en libertad de un familiar, un reproche a un jefe... (Las llamadas telefónicas actuales son similares. Se envían al presidente y después entra la administración, y es que todos los que envían sus demandas obtienen algún tipo de respuesta.)

No solo StalinJruschov o Bréznhev recibían cartas sino que lo hacían desde los comités regionales a los miembros del Consejo Supremo. En muchas ocasiones estas cartas eran la manera más eficiente de resolver un problema.

En la Rusia actual las cartas ya no son la manera más efectiva de hallar soluciones. El índice de aprobación de las instituciones sociales y políticas es más bien bajo y solamente el presidente tiene una valoración alta. De modo que en el futuro próximo la demanda popular por este tipo de contacto directo con el jefe del Estado no hará sino aumentar.

Gueorgui Bovt es analista político y miembro del Consejo de Política Exterior y de Defensa. 

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