Para derrotar al Estado Islámico es necesario unir fuerzas

La serie de atentados terroristas en Francia ha obligado a Rusia y a Occidente a reconocer lo evidente: nos encontramos ante un enemigo común, el terrorismo internacional, encarnado en primer lugar por el Estado Islámico. Y solo podremos derrotar a este enemigo reuniendo nuestras fuerzas, dejando en un segundo plano, aunque sea temporalmente, el resto de discrepancias.

Tras reconocer que la causa de la catástrofe del avión ruso A321 había sido un atentado terrorista, Putin se adjudicaba el derecho a ojos de Occidente de afirmar que “la intervención de Rusia en Siria es legítima”.

La venganza por la muerte de los 224 pasajeros del vuelo A321 se ha convertido en una cuestión de importancia nacional. “Este asesinato de civiles rusos en el Sinaí se encuentra entre los crímenes más sangrientos en número de víctimas. No vamos a secar las lágrimas de nuestras almas y nuestros corazones, este suceso permanecerá con nosotros, pero no nos impedirá encontrar y castigar a los criminales”, declaraba Putin, respaldándose en el artículo 51 de la Carta de la ONU, que prevé el derecho de los estados a la legítima defensa. Rusia ha anunciado una recompensa, sin precedentes en su historia, de 50 millones de dólares a cambio de información sobre los terroristas.

¿Qué consecuencias puede tener este reconocimiento oficial del atentado terrorista por parte de Moscú? Difícilmente puede convertirse en motivo de la inmediata cancelación de la comunicación aérea con otros países en los que la amenaza del terrorismo es mayor. Este tipo de medidas ya han sido propuestas por algunos diputados del parlamento ruso. En mi opinión, se trata de una medida extrema que se reserva para casos de amenazas terroristas de mayor gravedad. Por ahora, la Agencia Rusa de Transporte Aéreo (Rosaviatsia) recomienda incrementar el nivel de seguridad en los vuelos a 47 países del mundo, incluyendo algunos países europeos y EE UU.

En lo que respecta a Siria, el esperado incremento del número de ataques contra los terroristas anunciado por Putin no desembocará en una operación terrestre. Por ahora tampoco se creará un frente antiterrorista unificado. No obstante, la coordinación de las acciones de Moscú y Occidente será mayor tras los atentados de París y de la cumbre del G-20 en Turquía, donde este tema se debatió con más detalle. Las relaciones entre Rusia y Occidente, en vista de la toma de consciencia de estas nuevas amenazas, han mejorado respecto al año pasado.

Cada vez resulta más evidente que Moscú prepara más ataques contra las posiciones del Estado Islámico, pero que al mismo tiempo se abstendrá de atacar a las fuerzas del autodenominado “Ejército Libre Sirio”, al que Occidente llama “oposición moderada”.

Sin embargo, Moscú no ha conseguido que Occidente (y sobre todo EE UU) le entregue una lista de las instalaciones controladas por las agrupaciones que Occidente considera “moderadas” para no bombardearlas. Esta es la prueba extremadamente bajo nivel de la confianza entre ambas partes. No obstante, en estos momentos comienza una colaboración más estrecha respecto a las posiciones que deben ser bombardeadas de forma incuestionable. El hecho de que, justo después de las declaraciones de Putin, las Fuerzas Espaciales de Rusia atacaran Raqqa, la “capital” del Estado Islámico en Siria, es la primera prueba de ello.

En cuanto a la operación terrestre, y en contra de la opinión de algunos expertos de que la victoria sobre el Estado Islámico no es posible de otro modo y de que no basta con las fuerzas de al Asad o de los kurdos, la situación resulta bastante más compleja. Y quizás incluso más siniestra.

El Estado Islámico, que otorga una enorme importancia a los suras más antiguos del Corán en su propaganda y a la ideología, busca precisamente una “batalla final y decisiva” contra las “fuerzas de Roma”, es decir, contra el conjunto de Occidente, en primer lugar el mundo cristiano.

Una batalla que, según estas profecías, habrá de librarse cerca de la ciudad siria de Dabiq (controlada actualmente por el Estado Islámico). Esta ciudad se encuentra muy cerca de Raqqa. Si esta interpretación de las intenciones del Estado Islámico resulta correcta, tanto los atentado de París como la explosión en el avión ruso son una especie de retos, de “invitaciones a la batalla” por parte de los yihadistas.

Si estos no reciben respuesta, se sucederán nuevas “invitaciones”, y esto no será más que la confirmación de un hecho: en la actualidad la civilización moderna se encuentra ante una seria amenaza por parte de los fanáticos y los extremistas religiosos. Y por ahora, lo único que nos impide responder son las disputas sobre asuntos completamente secundarios.

Guerogui Bovt es politólogo y miembro del Consejo de Política Exterior y de Defensa.

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