La economía de Rusia atraviesa por su peor momento de este siglo debido al desplome de los precios del petróleo, fuente de la bonanza que vivió el país hace unos años y que hoy se han convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza del Kremlin.
La caída del precio del crudo ha provocado una fuerte devaluación del rublo, que en los últimos quince meses ha perdido la mitad de su valor ante las principales divisas internacionales.
Ante esta situación, nada más iniciar el año, el Gobierno ruso se ha visto obligado a anunciar recortes presupuestarios.
Y es que los presupuestos generales del Estado para 2016 fueron calculados con base en un precio anual promedio del petróleo Urals de 50 dólares por barril, cuando ahora cotiza en los mercados internacionales por debajo de los 30 dólares y sin perspectivas de un repunte considerable a medio plazo.
A mediados de diciembre pasado el presidente de Rusia, Vladímir Putin, aseguraba que el peor momento de la crisis había quedado en el pasado, pero el desarrollo de los acontecimientos y el comportamiento de los mercados indican que su diagnóstico fue demasiado optimista.
Esta semana, el primer ministro, Dmitri Medvédev, admitió que 2015 fue para Rusia "quizás el año más duro del último decenio" y llamó a "prepararse para lo peor" en caso de que los precios del crudo continúen bajando.
El jefe del Gobierno subrayó que Rusia debe crear un nuevo modelo de crecimiento que no dependa de los ingresos que generan las exportaciones de petróleo.
"Tenemos regiones que pueden vivir sin ingresos por exportaciones de hidrocarburos. Oportunamente invirtieron en la modernización de las capacidades productivas (...), y ese es el ejemplo que debemos seguir a nivel país", dijo Medvédev
Sin embargo, para algunos, como el exministro de Economía y actual presidente de Sberbank, el mayor banco del país, Herman Gref, Rusia prácticamente ya ha perdido el tren de la revolución tecnológica.
"Hay que decirlo francamente: hemos perdido la competición. Y ello supone esclavización tecnológica. Diría que estamos entre los países que están perdiendo", dijo ayer Gref, quien advirtió de la brecha entre los países ganadores y perdedores será mayor que durante la anterior revolución industrial.
Según las estimaciones oficiales, a la espera de los datos definitivos, en 2015 la economía rusa se habría contraído en el 3,8 por ciento.
Las previsiones gubernamentales actualizadas para este año señalan que el producto interior bruto del país disminuirá en el 0,8 por ciento, en consonancia con los cálculos del Banco Mundial, que pronostica que la economía rusa tendrá un crecimiento negativo del 1 por ciento.
Medvédev ha advertido de que la depresión económica puede durar varios años, ya que el "el fin de la caída del producto interior bruto no supone automáticamente el paso al crecimiento".
"La experiencia mundial muestra que la depresión económica puede prolongarse decenios y que salir de ese estado anormal es tan difícil como superar la fase aguda de la crisis", explicó.
Según el primer ministro, hacía muchos años que Rusia "no afrontaba retos tan grandes y de manera simultánea, como la brusca caída de los precios del petróleo, la presión de las sanciones (económicas por el involucramiento de Moscú en la crisis ucraniana) y el cambio que se perfila en paradigma de la economía mundial".
Hasta ahora, el Gobierno ruso había restado importancia al impacto económico de las sanciones, que han restringido de manera considerable el acceso a las fuentes de financiación occidentales.
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