"El destino de Asad debe decidirlo el pueblo sirio, no Donald Trump".
ReutersLa situación en Siria vuelve a estar candente. Tras el ataque químico en la provincia de Idlib el 4 de abril, del que EE UU y otros países de Occidente acusan al gobierno de Bashar al Asad (el gobierno sirio y Moscú niegan estas acusaciones), se ha desatado por todo el mundo una nueva ola de declaraciones de diplomáticos occidentales acerca de que Asad debe abandonar su puesto, todo ello acompañado de críticas contra Rusia, que le apoya.
Por ejemplo, la representante de EE UU ante la ONU, Nikki Haley, ha subrayado que Asad no puede formar parte de la futura resolución política de la crisis en Siria, y el secretario de Estado Rex Tillerson, en vísperas de su visita a Rusia el 10 de abril, atribuyó a Moscú una parte de la responsabilidad por la matanza en Siria: “Los rusos llevan un tiempo encubriendo el comportamiento de Bashar al Asad”.
Además, según Nikki Haley, los países occidentales contemplan la posibilidad de imponer nuevas sanciones contra Rusia por su apoyo a Asad. “Por ahora, los países occidentales y sus aliados en la región se limitarán a exigir a Moscú que retire su apoyo a Damasco”. Según los medios de comunicación, esta es la opción propuesta por Rex Tillerson durante sus negociaciones en Moscú. Pero ¿hasta qué punto es una opción realista?
Moscú ha mantenido hasta ahora una cautelosa retórica respecto a Siria e insiste en que apoya al gobierno legítimo de Siria y no a una persona concreta. El 6 de abril Dmitri Peskov, secretario de prensa del presidente de Rusia, comentando el ataque químico en Idlib, declaró que el apoyo de Rusia a Asad es incondicional. Al mismo tiempo, Peskov señalaba que Rusia y Damasco “se apoyan mutuamente”.
Mientras Occidente y algunos países de la región (Turquía, Israel, o los países árabes del golfo Pérsico) critican duramente el régimen de Asad, Rusia e Irán le ofrecen su apoyo. Los presidentes de ambos países, Vladímir Putin y Hasán Rouhaní, han calificado de inadmisible “la agresión de EE UU contra un Estado soberano”, refiriéndose al ataque de misiles de EE UU contra la base aérea de Siria.“La postura del Kremlin consiste en lo siguiente: el destino de Asad debe decidirlo el pueblo sirio, no Donald Trump” –declara a RBTH Víktor Nadeín-Ráyevski, investigador sénior del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia Rusa de Ciencias. Según Nadeín-Ráyevski, Rusia no cambiará su punto de vista sobre el conflicto sirio y seguirá intentando conseguir un denominador común para el régimen y la oposición en las negociaciones de Ginebra y Astaná, aunque después de la reciente recaída esta será una tarea difícil.
La influencia de Rusia sobre Damasco, a pesar de la importancia del apoyo militar de las Fuerzas Aeroespaciales rusas, no es ilimitada, recuerda el profesor del departamento de Oriente Contemporáneo de la Universidad Estatal de Ciencias Humanas de Rusia, Grigori Kosach.
“Asad nunca ha sido un peón en manos de Rusia, y sus acciones, su comportamiento y sus declaraciones a menudo han ido en contra de la postura oficial de la Federación Rusa” –opina el experto. Por ejemplo, Asad ha declarado en repetidas ocasiones que antes de la regulación política y de las reformas debe tener lugar la “victoria total sobre los terroristas”, mientras que Rusia se muestra a favor de iniciar lo antes posible un proceso de normalización política.Además, para Moscú no es fácil ejercer influencia sobre Damasco, señala Grigori Kosach: Asad es su socio principal en Siria. “Si renunciamos a nuestro apoyo a Asad, Rusia podría perder todo lo que ha conseguido en Siria, ya que no tiene relaciones con la oposición y la posibilidad de que esto se produzca es muy limitada” –comenta Kosach. Rusia no tiene prácticamente ningún margen de maniobra en sus relaciones con Asad, señala el experto.
Al mismo tiempo, los expertos opinan que en la colaboración con Damasco hay ciertos límites: por ejemplo, Rusia nunca entraría en un conflicto armado directo con EE UU para proteger el régimen sirio. Respecto al hecho de que Rusia no intentara derribar los misiles Tomahawk con los que EE UU atacó la base aérea del gobierno sirio en la provincia de Homs el 7 de abril, una fuente cercana al Ministerio de Defensa comentaba a Kommersant: “Los sistemas antiaéreos de Rusia en Siria protegen principalmente la infraestructura militar rusa, nuestra misión no es cubrir todo el cielo de Siria”.
Rusia no tiene la obligación de proteger al régimen de Asad, recuerda también el politólogo Alexéi Arbátov en una entrevista para Kommersant FM. “Nuestros sistemas de defensa antiaérea protegen nuestras bases aéreas y marítimas. Siria no es nuestro aliado, sino nuestro socio” –subraya Arbátov.
Grigori Kosach también opina que Rusia jamás entrará en una guerra contra EE UU para proteger al presidente sirio. “Si la confrontación alcanza un nivel en el que se hace posible un enfrentamiento directo, naturalmente Rusia buscará otro modo de colaborar en la crisis siria” –comenta el experto. Por otra parte, según Kosach la situación por ahora se encuentra lejos de tener que decidir entre “retirar el apoyo a Asad o la guerra”, por lo que Rusia no cambiará su política próximamente.
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