Vladímir Putin junto a Sergey Lavrov.
Ria NovostiEl último día de 2015 Rusia aprobó una nueva estrategia de seguridad que añade de forma explícita la expansión de la OTAN a la lista de las principales amenazas para la seguridad de la nación. Según el presidente Vladímir Putin, el hecho de que Rusia lleve a cabo una política interior y exterior independiente “provoca la oposición de EE UU y sus aliados, que buscan preservar su dominio en los asuntos globales”.
Como es habitual, los medios de comunicación occidentales han respondido al unísono condenando la “paranoia” de Rusia. Los cargos oficiales de la OTAN también han reaccionado rápidamente, repitiendo el viejo proverbio de que la ampliación de la Alianza no está dirigida en contra de nadie. La OTAN, dicen, ha propagado la estabilidad y la prosperidad en Europa desde la caída del Muro de Berlín.
Lamentablemente, existen muestras de que por ahora, este tipo de declaraciones son en el mejor de los casos un ejemplo de buenos deseos y, en el peor de ellos, un torpe intento de ocultar la verdad. La verdad, según Rusia, es que EE UU utiliza la OTAN como un instrumento para influir en Europa y más allá.
En primer lugar se encuentra el propio hecho de la expansión de la Alianza, que se ha incrementado desde sus 12 miembros iniciales hasta los 16 a mediados de los años 80 y hasta los 28 actuales.
La única alianza militar en la que Rusia participa por ahora, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), ha perdido a tres miembros con el paso de los años y actualmente cuenta con cinco nuevos estados del espacio postsoviético.
La Organización de Cooperación de Shangái, un bloque regional de carácter político, económico y de seguridad integrado por Rusia, China, Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán creado en 1996. Entre el 8 y el 9 de julio celebró su cumbre en la ciudad de Ufá, capital de la república rusa de Bashkiria, donde se admitió la adhesión de India y Pakistán.
¿Por qué tiene la OTAN la necesidad de expandirse a pesar de la retirada de las tropas rusas de Alemania Oriental y otros países del Este de Europa, el final del Pacto de Varsovia, la victoria del régimen prooccidental de Yeltsin en Moscú y la reducción en más de diez veces de los gastos militares de Rusia la víspera de la expansión de la Alianza en 1999?
Parece que la Rusia postsoviética hizo todo lo que pudo para llevarse bien con Occidente (al menos hasta la guerra de 2008 contra una Georgia expansionista apoyada por los EE UU) y a pesar de ello, se encuentra una alianza militar hostil en sus fronteras. ¿Por qué?
Stratfor, una compañía de investigación asociada a la CIA, ofrece una honesta respuesta a esta pregunta en un informe reciente: “El imperativo geopolítico que apoya la política de contención de los EE UU (frenar el auge de hegemonías regionales en territorio de Eurasia que puedan desafiar a la estructura de la alianza occidental) nunca ha dejado de existir. Por esta razón, la OTAN y la Unión Europea han continuado expandiéndose”.
Al parecer, el principal objetivo de la existencia del bloque militar occidental es asegurar la prosperidad que prometen a sus miembros a costa de los países del exterior, socavar el desarrollo de los líderes no occidentales para “frenar su auge”, según la terminología del informe de Stratfor.
En este contexto, parece que la nueva redacción de la Estrategia de Seguridad Nacional de Rusia llega unos dieciséis años tarde. También queda claro por qué Moscú reaccionó de manera tan dramática al cambio radical en el gobierno de Ucrania en 2014, viendo que este cambio estaba impulsado por Occidente y apoyado por Occidente en unos términos en ocasiones abiertamente antirrusos.
La idea de que EE UU tenga que controlar el auge de poderes regionales independientes en Eurasia para prolongar su hegemonía global, por medios militares si es necesario, afecta a sus relaciones con China del mismo modo que a sus relaciones con Rusia. En ambos casos, la lógica utilizada es similar. En este caso se trata de un desafío en auge (China) más que de un líder regional debilitado que lucha por proteger su ámbito de influencia cada vez más exiguo.
Debido a ello, la conclusión que ambos países podrían sacar de la expansión de la OTAN hacia el este (y de los intentos de EE UU de rodear estratégicamente a China) podrían ser similares: es necesario ofrecer resistencia a la expansión de las estructuras de esta alianza occidental creando una alianza propia.
Según los principios de la realpolitik, toda acción conlleva una reacción recíproca, ya sea basada en la paranoia o no. Los intentos de Occidente de aislar y encerrar a Rusia en su rincón del continente Eurasiático sólo pueden terminar con la integración de los “rincones” chino y ruso en una nueva estructura de seguridad continental en la que los socios occidentales no tendrán ningún papel que desempeñar.
Artículo publicado originalmente en Russia Direct.
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