¿Es España una alternativa real al suministro de gas ruso a Europa?

La posible solución es bastante más complicada de lo que parece, sobre todo por las grandes diferencias en el volumen. Fuente: shutterstock

La posible solución es bastante más complicada de lo que parece, sobre todo por las grandes diferencias en el volumen. Fuente: shutterstock

Con motivo de la crisis de Ucrania, España se ha postulado ante el resto de la UE como alternativa a los suministros de gas ruso, algo menos sencillo de lo que parece.

Una de las consecuencias más visibles de la crisis de Ucrania es la preocupación europea por los suministros energéticos, ya que aproximadamente un tercio del gas natural consumido por la Unión Europea procede de Rusia (con tendencia al alza), y de esa cantidad el 40% transita por la red ucraniana de gasoductos.

Ese suministro se interrumpió durante las 'guerras del gas' de 2006 y 2009, situación que podría reproducirse en el futuro ante la falta de acuerdo entre Moscú y Kiev sobre el precio a pagar y la deuda acumulada. El riesgo es que Ucrania, una vez que Gazprom interrumpa el suministro, se apodere nuevamente del gas en tránsito hacia Occidente.

Ante esa situación, España se ha postulado como alternativa, dada su total independencia del gas ruso. Así, el pasado 17 de junio el ministro de Energía José Manuel Soria López afirmaba que “España podría suministrar al resto de Europa el 50% del gas que recibe de Rusia a través de Ucrania”. Sin embargo, la realidad arroja un panorama diferente.

Los suministros rusos y la capacidad de las redes del gas en España

De acuerdo con los datos de BP, en el año 2012 Rusia produjo 592.300 millones de metros cúbicos de gas natural e importó otros 29.800 millones de Asia Central. De esa cantidad, 185.900 millones se exportaron por gasoducto, 14.800 millones se exportaron en forma de gas natural licuado (LNG) al mercado asiático, y el resto se consumió en el mercado interno.

A su vez, de esos 185.900 millones que Gazprom exportó por su red de gasoductos, unos 130.000 millones tuvieron por destino a países de la Unión Europea. Si recordamos que el 40% de ese gas transita por Ucrania, la cantidad a reemplazar desde fuentes alternativas en caso de un corte total de suministro sería de unos 52.000 millones.

Por lo que respecta a España, en 2013 sus importaciones por gasoducto fueron de 16.900 millones (80% de Argelia y 20% de Noruega), mientras que en forma de LNG llegaron por barco 14.080 millones (de Qatar, Nigeria, Trinidad y Tobago, y Perú). Los envíos de gas al resto de la UE a través de Francia apenas superaron el 3% de las importaciones, mientras que el 19% del LNG se reexportó por vía marítima a otros países.

España se encuentra unida a Argelia por dos gasoductos, el Durán-Farrel en Gibraltar con 12.000 millones anuales de capacidad, y el MEDGAZ de Orán a Almería con 8.000 millones. Dado que en 2013 se importaron 12.800 millones desde Argelia, se comprueba que la práctica totalidad de la capacidad del MEDGAZ se podría utilizar para enviar gas argelino a la UE. El problema es que para ello sería necesario completar el gasoducto MIDCAT a través de los Pirineos catalanes, cuya capacidad prevista es precisamente de 8.000 millones.

Eso convertiría a España en país de tránsito, lo que proporciona jugosos beneficios económicos, pero Francia se ha opuesto tradicionalmente a esta infraestructura, ya que obtiene su electricidad de plantas nucleares. Sin el MIDCAT, la interconexión se limita a los 6.400 millones de capacidad anual de los gasoductos de Larrau (Navarra) e Irún (País Vasco), de los cuales sólo 2.920 millones son en sentido España-Francia.

Por lo que respecta al LNG, España tiene seis plantas de regasificación en servicio, con una capacidad de producción nominal de 60.000 millones anuales. Si recordamos que en 2013 se importaron por vía marítima 14.080 millones de LNG, de los cuales 1.900 millones se tuvieron que reexportar por falta de demanda interna, se comprueba que esa capacidad de regasificación es totalmente desproporcionada.

Además, la tendencia actual es a incrementar los suministros por gasoducto y a disminuir los de LNG, por la sencilla razón de que el precio a pagar es inferior. Así, en 2009 un 72% de las importaciones españolas fueron en forma de LNG y un 28% por gasoducto, mientras que en 2013 los porcentajes se invirtieron hasta el 47% y el 53% respectivamente.

Por último, la capacidad de almacenamiento de gas en España, para cubrir eventuales cortes de suministro, es de las más bajas de Europa con un total de 3.780 millones, de los cuales sólo 2.360 millones están disponibles para su uso, menos del 10% del consumo anual del país. La paralización del proyecto Castor en el Mediterráneo por riesgo sísmico supone un duro golpe al intento de aumentar esa capacidad de reserva.

La tozuda realidad de los datos y las opciones europeas

Para que España suministrase el 50% del gas que llega a la UE a través de Ucrania, tendría que enviar 26.000 millones de metros cúbicos anuales a Francia. Unos 8.000 millones podrían ser de gas argelino a través del MEDGAZ y el MIDCAT, por lo que Madrid vende esa idea en Bruselas para que las instituciones comunitarias presionen, a su vez, a Francia para que deje de obstaculizar la conexión pirenaica. No obstante, en el mejor de los casos tardaría años en entrar en servicio, por lo que no es una alternativa a corto plazo.

Por otra parte y como se ha mencionado, las plantas de regasificación españolas tienen disponibles unos 45.000 millones de metros cúbicos de capacidad, debido a la falta de demanda interna de gas.

El suministro por LNG por vía marítima es más flexible que por gasoducto, pero sería difícil que los países de los que actualmente importa España proporcionasen semejantes cantidades, a lo que se une la inestabilidad de algunos de ellos como Nigeria o las dudas sobre el uso de los beneficios que pueda hacer Qatar.

¿Por qué la UE no puede prescindir del gas ruso?

Se habla mucho del posible suministro de LNG desde EE UU, pero parece poco probable. Primero, porque la industria local no está dispuesta a renunciar a los bajos precios que proporciona el gas de esquisto para enviar suministros a la UE; segundo, porque sería necesaria una nueva red de transporte y plantas de gasificación en la costa atlántica; tercero, porque de existir esas exportaciones sería más rentable orientarlas al mercado asiático, mucho más dinámico económicamente.

Por último, incluso si se produjese una llegada masiva de LNG a Europa Occidental, sería más lógico regasificarlo en el norte de Francia, Bélgica, los Países Bajos o incluso el Reino Unido, ya que todos esos países están más próximos a las grandes redes gasísticas de Centroeuropa, en lugar de enviarlo desde España a través del cuello de botella de los Pirineos y de la red de transporte de baja capacidad del sur de Francia.

En resumen, que las apelaciones al papel de España como alternativa de tránsito para disminuir la dependencia del gas ruso carecen de sentido cuando en la actualidad no podría enviar más de 3.000 millones de metros cúbicos anuales a través de Francia, cantidad que en el mejor de los casos apenas superaría los 10.000 millones con la construcción del MIDCAT. 

Por tanto, los suministros rusos seguirán siendo muchos años indispensables para la UE, y si el problema es el tránsito por los gasoductos ucranianos la solución pasa por construir nuevas infraestructuras, en particular duplicando la capacidad del Nord Stream en el mar Báltico, en lugar de plantear soluciones impracticables.

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