Cumpliendo el papel de gendarme mundial

Konstantín Máler
La campaña rusa en Siria se ha convertido en un nuevo hito de la política mundial, en constante cambio, y tiene una gran importancia no solo para Moscú, Damasco u Oriente Próximo sino también desde la perspectiva de cómo se desarrollan los procesos globales.

Moscú ha usurpado el derecho que durante los 25 años precedentes (desde el momento de la “Tormenta en el desierto” en Irak) había monopolizado EE UU; el derecho a utilizar la fuerza para poner orden en el tablero internacional. En otras palabras, la función de “gendarme mundial”.

“El mundo unipolar” presuponía que sólo EE UU, con la ayuda de sus aliados, libraban guerras “en nombre de la paz”, es decir aquellas que no están directamente relacionadas con la consecución de unos objetivos concretos y claros. Al empezar la operación militar en Siria, Moscú cambió la correlación de fuerzas y también las perspectivas de solucionar el conflicto internacional más importante de la actualidad.

Occidente ya no quiere quitar a Asad

Otro momento a destacar es que es muy probable que el conflicto de Siria termine con la época del predominio del enfoque “humanitario-ideológico” en la resolución de crisis locales. Hasta hace poco el elemento más importante de la discusión relativa a la guerra civil siria eran las acusaciones de haber cometido crímenes contra el propio pueblo, la dura represión de las protestas, etc.

El presidente Asad, manchado por tal conducta, formaba parte de la categoría “de los que han perdido la legitimidad”, con lo cual el diálogo con él era no necesario/no aceptable. Este enfoque reflejaba los cambios generales en la interpretación de los principios de la conducta internacional que se produjeron tras la guerra fría. De ese modo se ampliaron las obligaciones del “gendarme mundial” que además de castigar al agresor (como en Irak en el año 1991) tenía que represaliar a los regímenes (hasta llegar a reemplazarlos) que violaban los derechos humanos.

Este modelo es el que rigió durante mucho tiempo respeto a la figura de Bashar al Asad. Hace dos años la Liga Árabe y una serie de gobiernos europeos reconocieron a la oposición siria como el representante legítimo del pueblo, un estatus que negaron al poder oficial. Ahora todo ha cambiado: el componente humanitario ha cedido su lugar a un enfoque realista porque oprimir a las “autoridades criminales” a menudo es más caro, y a veces incluso imposible.

Nuevas oportunidades para Rusia

La reunión en Viena del pasado 30 de octubre con representantes de 19 países es el segundo caso, tras Irán, de negociaciones con un final abierto en que el formato de solución tiene que definirse durante las discusiones y no está predeterminado con anterioridad. ¿Cómo se construirá Siria tras la guerra? Todavía nadie lo sabe.

Los cambios han tenido lugar no tanto gracias a Rusia sino debido al hecho de que los enfoques anteriores llegaron a una vía muerta. A continuación surge la pregunta sobre qué hay que hacer con este nuevo estado del mundo.

La variante más sensata es la de capitalizar el salto de Rusia a la “primera división” de la arena internacional y aumentar considerablemente el peso del país en la inminente negociación sobre la futura construcción de Siria. Sin embargo, esto significa que Moscú en algún momento tendrá que apartarse del apoyo exclusivo a Damasco y situarse en la atalaya de un poderoso árbitro neutral.

Está claro que este escenario no convence a Asad ni tampoco a Irán. Para Teherán es de vital importancia el mantenimiento del actual régimen actual ya que cree que cualquier cambio sería fatal para el dominio iraní de Siria. Además, Irán no puede “entregar” este país por su pulso con Arabia Saudí, que por su parte removerá cielo y tierra para que Siria no se convierta en una avanzada de Irán en el mundo árabe.

A Rusia le espera un hábil juego de equilibrios para resolver una triple misión:

-garantizar en el futuro su propia presencia geopolítica en Siria (concretamente su base militar) independientemente de cómo quede configurado el poder en este país.

-no estropear la relaciones actuales con Irán, un socio regional muy importante en el futuro.

-no convertirse en una gran potencia que sirva a los intereses regionales de Irán como lo que en cierto modo le pasó a EE UU, que durante mucho tiempo sirvió a los intereses de Arabia Saudí.

Rusia no aspira a ocupar el puesto de EE UU en la política mundial

Sea como fuere, los frutos que podría aportar a Rusia la operación militar parece ser que en general ya se han cosechado. Ahora hace falta o bien una impresionante victoria militar, que de momento no parece probable a causa de la debilidad de las tropas terrestres, o un sofisticado proceso político y una compleja negociación sobre la construcción de Siria.

Si regresamos al aspecto global, es difícil imaginar que las autoridades rusas cuenten con ocupar el puesto de EE UU y hacerse completamente cargo de la misión de gendarme. Y si de todas formas esta idea aparece, hay que pararse a pensar en la inevitable reacción de EE UU.

Artículo publicado originalmente en ruso en Gazeta.ru.

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