Anna Starobinets, ganadora del premio Bestseller Nacional en 2014.
Ria Novosti/Alexéi DanichevEn comparación con la literatura española o italiana, la rusa es muy joven. En Rusia, los poetas y escritores seculares no surgieron hasta el siglo XVIII. Y no fue hasta el siglo XIX cuando aparecieron los que se ajustaron a los cánones literarios. Un periodo insignificante si lo comparamos con los tiempos de Cervantes y Dante.
A un extranjero le podría parecer que la literatura rusa clásica es cosa de la vejez. Que únicamente unos ancianos como Tolstói, Dostoievski o Solzhenitsin eran capaces de escribir una verdadera novela. Incluso Chéjov es considerado como un hombre asentado y de edad avanzada, aunque murió a los 44 años y escribió sus obras más conocidas cumplidos los treinta. Y el genio de la poesía rusa, Alexander Pushkin, murió a los 37 años. ¿No será precisamente por eso que es prácticamente un desconocido en el extranjero?
Pero en el siglo XXI, el riguroso orden de las cosas está cambiando. En Rusia están surgiendo escritores realmente jóvenes. Pero, ¿quiénes son?
El escritor joven es efectivamente joven
Durante la época soviética, “escritor joven” significaba “principiante”. Se consideraba “jóvenes” incluso a los escritores de 40 y hasta 50 años. Como irónicamente indica el exrepresentante de la época de la vanguardia Yevgueni Popov (también considerado un “joven” de barba blanca), “¡hasta que no te publican, sigues siendo un escritor joven!”.
Actualmente un escritor joven es efectivamente joven. Serguéi Shargunov, Anna Starobínets o Alisa Ganíeva han alcanzado el éxito y la popularidad antes de cumplir los 30.
Zajar Prilepin inició su carrera relativamente tarde: su primer libro se publicó cuando el autor ya había cumplido los 30. Pero en su caso hubo razones objetivas: combatió en la guerra de Chechenia y después trabajó duro durante mucho tiempo para mantener a su familia. Ahora, en cambio, con 40 años ha alcanzado el estatus de clásico y se dispone a publicar sus obras completas.
Están en las regiones
Rusia es un país con un alto nivel de centralización. A pesar de su vasta extensión, en el ámbito de las humanidades el 90% de los acontecimientos se producen en Moscú y San Petersburgo. Y un 5%, en la capital de Siberia, Novosibirsk.
Hasta hace poco, el hecho de que los artistas (no necesariamente escritores) se trasladaran a Moscú se consideraba algo natural, como ingresar en el instituto al terminar el colegio. El orden de las cosas empezó a cambiar a partir de 2010.
Esto puede deberse al avance de las comunicaciones o a la percepción de los escritores de que su lugar se encuentra “en su propia tierra”, pero el caso es que muchos de ellos ya no tratan de “conquistar la capital”. El propio Prilepin se construyó una casa maravillosa en una aldea apartada a orillas del río Volga.
Hay diversidad
Hasta hace poco se daba por sentado que un autor joven solo era capaz de escribir sobre sus problemas “de juventud”: el primer amor, como Iván Turguéniev, o la búsqueda de un lugar en este mundo, como Tolstói en Infancia. Adolescencia. Juventud.
Actualmente el libro de un debutante puede tratar sobre cualquier tema: no solo la historia de su propia familia, como en el caso de Guzel Yájina (su novela se basa en la biografía de su abuela, que fue deportada a Siberia), sino también la historia del siglo XVIII, como en el caso de Buksha (¡que debutó con 17 años!).
También puede ser un libro místico, como en el caso de Starobínets, o apocalíptico, como en el de Dmitri Glujovski, e incluso político, como en Shargunov y el propio Prilepin. En lo que se refiere a estos dos últimos, con sus debuts literarios no solo se comprometieron políticamente, sino que incluso se opusieron drásticamente a la clase política, cosa que no les impidió alcanzar el éxito, sino que más bien contribuyó a ello.
Están abiertos al mundo
Hoy en día los jóvenes tienen más oportunidades de abrirse al mundo. En la URSS únicamente se podía ingresar a la Unión de Escritores (la vía que permitía dedicarse profesionalmente a la literatura) a través de gruesas revistas literarias dirigidas por personas que poseían unas concepciones estéticas e ideológicas muy asentadas.
Pero hoy en día un escritor joven puede fundar su propia revista literaria. Así lo han hecho la escritora Katia Morózova y el crítico Ígor Gulin (ambos tienen menos de treinta años), que han creado la revista en papel Nosorog.
Actualmente el escritor principiante tiene a su disposición bastantes becas, recursos y programas diferentes. Incluso existe el premio “Debut” para escritores menores de 35 años. El oficio de escritor nunca ha sido fácil, pero en el siglo XXI sigue teniendo salida. En papel o en internet, en gruesos tomos o en Twitter, hay que engendrar nuevos conceptos. Y solo los escritores jóvenes del siglo XXI son capaces de hacerlo.
Mijaíl Wiesel es editor del portal oficial del Año de la Literatura en Rusia.
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