La finca imperial de Peterhof, cerca de San Petersburgo, fue construida a principios del siglo XVIII por orden de Pedro el Grande, quien, tras una visita a Francia, decidió crear una residencia que superara el esplendor del Palacio de Versalles.
De hecho, el arquitecto elegido para este proyecto no fue otro que el parisino Jean-Baptiste Alexandre Le Blond, diseñador del Hôtel de Vendôme y del Hôtel de Clermont. Con sus interiores resplandecientes, sus fuentes en cascada y sus jardines de inspiración francesa, esta joya del patrimonio ruso sufrió mucho durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tras su restauración, ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y se ha consolidado como una de las principales atracciones turísticas del país.
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