El pueblo calmuco que vive en Rusia tiene una leyenda sobre un anciano blanco, “el amo de la tierra”, que protege todo lo que está vivo. A menudo se le representa con su fiel compañero, un pequeño saiga, que es su animal favorito. Los antílopes saiga tienen un aspecto bastante raro: son pequeños ungulados de dedos pares con una nariz que parece una joroba, los machos de la especie también tienen un par de cuernos.
1. Contemporáneos de los mamuts
No quedan muchas especies animales en nuestro planeta que hayan vivido al mismo tiempo que los mamuts. Se trata, en su mayoría, de animales más bien grandes: bueyes almizcleros, bisontes, renos. Sin embargo, entre ellos también se encuentra este antílope rápido y tímido llamado saiga, que pesa menos de 40 kilos y se alimenta de la parte superior de las plantas suculentas. También se le llama antílope estepario porque sólo vive en las estepas.
Los intentos de domesticar al saiga han fracasado estrepitosamente: a diferencia de los llevados a cabos con ciervos o bisontes, necesita estar al aire libre y en constante movimiento.
Hace apenas 200 años, el saiga podía verse en las regiones esteparias desde los Cárpatos, en el oeste de Ucrania, hasta China, pero cuando la gente empezó a poblar activamente esas zonas, el saiga tuvo que hacer sitio a los humanos.
En la actualidad, los saigas viven no sólo en Rusia (en la región de Kalmukia y Astracán), sino también en el territorio de algunas antiguas repúblicas soviéticas, donde hay estepas. Su población más numerosa (800.000) se encuentra en Kazajistán, seguida de Rusia (14.000), Mongolia (unos 10.000) y Ucrania (5.000, pero su número puede ser mucho menor).
(Los saiga han llegado a beber agua junto a un gato estepario. No hace mucho tiempo, en lugar de este gato estepario, en su entorno se podría haber encontrado con un tigre del Caspio - esa especie vivió en estos lugares hasta los años 50
2. Cuernos milagrosos
La población del saiga disminuyó en gran medida debido a los cazadores, por sus cuernos. En la medicina tradicional china, se cree que los cuernos del saiga pueden ayudar a tratar una serie de enfermedades, desde dolores de cabeza hasta convulsiones. Por eso no es de extrañar que alcancen precios elevados en China, donde este “medicamento” sigue siendo muy demandado.
Tanto en la época soviética como en la actualidad se han realizado esfuerzos para combatir la caza furtiva del saiga. En la década de 1920, el saiga se extinguió prácticamente, pero en los años 50, los científicos soviéticos restauraron la población de este animal, que llegó a superar el millón de ejemplares en la URSS. Entonces comenzó de nuevo la caza del antílope estepario, y los países en los que estaba presente esta especie los tomaron bajo protección estatal.
Así, en 2003 sólo había 20.000 saigas en Kazajistán, mientras que en 2021 su población alcanzó los 800.000 ejemplares.
Para preservar esta especie en Rusia, en 1990 se creó la Reserva Natural de la Tierra Negra en Kalmukia. Actualmente, es el principal hábitat del saiga en el país.
“Luchamos contra los cazadores furtivos junto con las fuerzas del orden”, afirma Tatiana Kotórova, subdirectora de la reserva natural. “El saiga está incluido en el Libro Rojo, por lo que los cazadores furtivos se enfrentan a una pena de prisión real (de dos a ocho años y una multa de unos 27.000 dólares)”.
En los últimos años, el número de saigas en la reserva se ha multiplicado y ha alcanzado los 14.000 animales. El personal afirma que ahora hay tantos saigas en la reserva que han empezado a extenderse de forma independiente hacia el norte de la región.
Sin embargo, ha surgido un nuevo problema. Muchos ganaderos locales utilizan vallas eléctricas para evitar que sus ovejas salgan de sus pastos. Y el saiga es increíblemente rápido, pueden desarrollar velocidades de hasta 80 kilómetros por hora, y si hay una valla eléctrica en su camino, no son capaces de darse cuenta a tiempo, lo que acarrea tristes consecuencias.
“Estamos negociando con los agricultores para que no pongan vallas eléctricas. Esta es la naturaleza salvaje y los ejemplares de saiga deben poder correr por donde quieran”, dice Tatiana.
3. Un olfato para gritar
Las características naturales de los saiga los hacen idóneos para vivir en las vastas extensiones de la estepa. Cuando corren en manada, los ejemplares de saiga levantan mucho polvo, pero su nariz “jorobada” les permite respirar libremente a pesar de todo el polvo que hay en el aire. Y es que su morro está recubierto de pelo en su interior, que filtra el aire.
Además, los saiga utilizan su trompa para gritar, casi como los elefantes. Esto es muy importante durante el celo: un saiga macho puede estirar su nariz, reforzando así el sonido que produce. En la naturaleza, la regla es: cuanto más grave es el sonido, más grande es el animal. Así, un saiga quiere demostrar a su rival que es más grande y más temible. Aunque por naturaleza son muy tímidos. Pero ¿qué no harán por el bien de su pareja? Además, se han tomado todas esas molestias más de una vez, ya que los saiga machos tienen harenes.
4. Se sacrifican por el bien de las futuras generaciones
Los saiga tienen su celo en noviembre-diciembre. Aunque hay más saiga hembras, los machos siguen luchando entre sí por ellas. Si la competencia “sonora” no obliga al oponente a retirarse, los machos pueden trabar sus cuernos en una lucha. El ganador se lleva un harén entero. Si antes un macho tenía entre 15 y 20 hembras, debido a la caza furtiva el número de machos ha disminuido y ahora la proporción es de 30 hembras por cada saiga macho.
Durante el celo, algunos machos pierden su fuerza, ya que ni siquiera tienen tiempo para comer, por lo que se convierten en presa fácil para su único enemigo en la naturaleza: el lobo estepario. “Es como si se sacrificara a cambio de que los lobos no toquen a las hembras preñadas, para que las nuevas generaciones sobrevivan”, dice Tatiana.
Por cierto, los pequeños saigas son capaces de correr a las pocas horas de nacer.
5. Intentan evitar a la gente
Los saiga son animales tímidos, no se acercan a la gente, ya que se sienten amenazados. Por eso, en la Reserva Natural de la Tierra Negra sólo se pueden observar desde un refugio especial. “Para ver a los saiga, recomendamos venir cuando hace calor, cuando todas salen a beber y se las puede observar literalmente a distancia”, dice Tatiana.
En invierno, los saigas son menos llamativos, ya que cambian su pelaje a blanco y negro, fundiéndose así con la capa de nieve, y se les puede ver en manada con mucha menos frecuencia.
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