Estos podrían ser los últimos blogueros de viajes (en activo) de todo el planeta

sergeykbn/instagram.com
En lugar de quedarse en casa por miedo a contagiarse de coronavirus, dos populares blogueros de viajes rusos alquilaron un yate, una isla privada en Indonesia y se fueron hasta allí en busca de aventuras. ¡Qué envidia!

Preparando el viaje

El bloguero y fotógrafo de Instagram, Serguéi Kabankov, pensó por primera vez en alquilar un yate y hacerse al mar para escapar del coronavirus en febrero de 2020, cuando estaba en Bali con amigos. Así se lo contó a Gazeta.ru.

Debido a la rápida propagación del coronavirus, decidió hacer realidad sus planes, y junto con la modelo de Instagram, Aniuta Rái comenzó a prepararse para un confinamiento de tres meses.

Los blogueros han alquilado un yate y una pequeña isla privada en Indonesia a un propietario, contó Kabankov en una entrevista. También reunió a un equipo de 14 personas, incluyendo un médico. Sin embargo, insistía a sus lectores que se quedasen en casa, porque incluso sospechaba de su madre, que había regresado de Colombia y tenía el coronavirus.

Paraíso encontrado y primeras dificultades

El grupo salió de viaje en la segunda mitad de marzo. Las dos primeras semanas Kabankov, Anna y su equipo pasaron en una isla privada alquilada.

“Es increíble lo rápido que nos aclimatamos al lugar... Tenemos nuestro propio arrecife, increíblemente bello, y buceo allí todos los días”, dijo Serguéi a sus suscriptores.

Según Serguéi, su día a día consiste principalmente en meditar, comer, ver las noticias, nadar por la isla, así como en crear contenidos para sus suscriptores: posts publicitarios e historias de viajes.

Por las noches, el equipo se reúne para discutir todo lo que sucede en el mundo y elaborar un plan de acción, lo que, según Serguéi, les ayuda a evitar conflictos entre ellos. Además, se ha inscrito en un curso de psicología a distancia, y continúa su formación incluso en la isla.

Su novia, Aniuta Rái, también comparte sus impresiones y publica sus actividades deportivas diarias.

“Bajo el agua de color a aguamarina entras a una dimensión completamente distinta, tranquila y no menos bella, el tiempo es como si se detuviera. Y lo más importante: no hay cuarentena, no llegan malas noticias desde tierra, no hay ansiedad y la influencia humana es mínima. Ya estoy tan acostumbrada al sabor de la sal en mis labios y al pelo enredado y rizado, a la arena crujiente del color del azúcar glasé, a despertarme con los primeros rayos del amanecer rosado y el canto de los pájaros, a ver las puestas de sol anaranjadas y a hablar con las tortugas”, escribe Aniuta.

Según Serguéi, no les faltó la aventura: una medusa dejó una quemadura a uno de los miembros del equipo, pero, afortunadamente, el médico disponía de los antibióticos y las herramientas necesarias para extraer el veneno.

Riesgos y peligro de viajar

El 15 de abril, todo el equipo fue a explorar otras islas. Según Serguéi, inicialmente iban a ir a una isla vecina, pero un día antes de la partida la policía de inmigración llegó en un barco y les informó que la isla estaba cerrada a los turistas.

“Nos fuimos más al este, hicimos una lista de lugares, pero en casi todos se negaron a aceptarnos. En una de las pequeñas aldeas los locales estaban listos para recibirnos, pero decidimos no causarles posibles problemas y continuamos nuestro viaje en barco”, dice Serguéi.

“Todos los días buscamos aventuras, nadamos en los arrecifes más bellos, perseguimos mantas y enormes peces de colores, desembarcamos a hurtadillas en islas desiertas, vacías aparentemente por el virus, o tal vez por otras razones. Ayer nos metimos en una tormenta y nos encontramos con un cementerio de cangrejos, y hoy unos enormes huevos de color de plata bajo el agua, como si fueran de cristal, y no entendimos qué criatura podía haberlos puesto”, cuenta Aniuta.

El 24 de abril, el bloguero informó que los miembros del equipo recibieron un mensaje de uno de los gerentes del puerto de Bali que les exigía que volviesen urgentemente  puerto para hacerse pruebas de coronavirus y luego pasar una cuarentena de dos semanas en un yate, sin poder ir a tierra o navegar a las islas.

Finalmente, los viajeros pudieron encontrar una apartada isla con hotel que aceptó a la tripulación.

“De hecho, fuimos aceptados porque les ayudamos a sobrevivir, de lo contrario el hotel habría tenido que cerrar y despedir a todo el personal, y los locales se habrían quedado sin trabajo y sin dinero. Los representantes de las autoridades locales vienen a vernos, medir nuestra temperatura y darnos documentos certificando que podemos permanecer aquí en aislamiento”, explica Serguéi.

Cuánto tiempo durará el aislamiento en la isla y si podrá seguir viajando en barco, Serguéi no lo sabe todavía, pero no está cansado de este tipo de cuarentena.

“Viendo lo que está sucediendo en el mundo en estos momentos, creemos que nuestra elección ha sido la correcta", afirma el bloguero. 

Y no le falta razón. 

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