Geólogos siberianos revelan peligrosas historias

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Los geólogos rusos viajan mucho y pasan largas temporadas fuera de casa, en algún lugar de Siberia. Debido a su trabajo tienen numerosas historias que compartir.

Vladímir Vladimírov, investigador en el Instituto Soloviov de Geología y Minerología de la Academia Rusa de las Ciencias en Novosibirsk, tiene más de 30 años de experiencia en expediciones geológicas y comparte sus memorias sobre sus viajes.

Una colina sagrada

En los años 90 Vladímírov estaba trabajando con un grupo de geólogos en la región de Tuvá, en la parte sur de Siberia, de mayoría budista. En el lugar existe la tradición de marcar las colinas sagradas con cintas de tela. Durante una expedición los geólogos se encontraron con un viejo que señaló una colina lejana y les recomendó no ir allí. Los geólogos se rieron de él y continuaron su camino hacia la colina.

La cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir VladímirovLa cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir Vladímirov

“Era un día muy caluroso y no había nubes. Llegamos a la colina y comenzamos a caminar hacia la cima y, de repente, a mitad de camino se puso a llover”, recuerda Vladimírov.

“Miramos hacia arriba y había solamente una nube, exactamente encima de nuestras cabezas. Nos pareció irónico y descendimos. Dejó de llover inmediatamente. Estábamos un poco cansados y volvimos a subir de nuevo pero volvió a empezar a llover. Cambiamos la ruta, para ir alrededor de la montaña y, de manera sorprendente, no hubo más lluvia después de eso”.

Cenas en condiciones extremas

En 1978, cuando todavía era estudiante, Vladímírov hizo trabajo de campo en las montañas de Sayán del Este. Un día el líder de la expedición salió para hacer una investigación adicional. Abandonó el campo base y caminó con Vladimírov durante un día entero hasta llegar a su destino.

La cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir VladímirovLa cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir Vladímirov

“Había luna llena y encontramos el camino utilizando nuestra brújula”, recuerda Vladimírov.

Valera, así se llamaba el geólogo, iba primero con una pistola, mientras que Vladimírov lo seguía detrás. De repente se dieron cuenta de que tenían compañía, les seguía un oso desde cerca e iba en la misma dirección.

De hecho iba al mismo destino, a la pequeña cabaña que había que era donde había un arbusto de frambuesas que encantan a los osos.

Otra historia con osos

En una ocasión iban de excursión por el río Srédnaia Kochema en la región siberiana de Krasnoyarsk. La visibilidad era escasa porque era un bosque muy denso. La única manera de poder viajar era un estrecho camino en el que se habían cortado árboles para una investigación geofísica.

La cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir VladímirovLa cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir Vladímirov

Mientras los dos geólogos seguían este estrecho camino para recoger muestras del suelo, no se dieron cuenta de que a tan solo diez metros de ellos había un oso.

El instinto de supervivencia hizo que Sasha, lleno de pánico y que iba delante, pusiera una pala en una posición horizontal, como si fuera una pistola, con la esperanza de ahuyentar al oso. Funcionó y el animal se fue.

Lo gracioso es que cuando los científicos contaron el incidente a sus compañeros, Sasha dijo: “Le pedí a Vania que me diera una pistola pero nos dimos cuenta de que no la teníamos”.

Aunque Vania recuerda otra cosa: “No me pediste una pistola, lo único que dijiste fue AAAAAAAAAAAAaa!!!!”

Horror por la noche

En 1982-83, Vladimírov y sus compañeros hicieron una excursión al río Erzin, en la región de Tuvá. Por la noche se reunieron en la tienda que hacía de cocina para contarse historias de terror que les habían ocurrido en diferentes viajes.

La cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir VladímirovLa cordillera del Pamir, 1982. Fuente: Archivo personal de Vladímir Vladímirov

“Contábamos muchas historias. Había un gran silencio y estaba muy oscuro. De repente el sonido se rompió por el chasquido de unas cadenas que sonaban muy cerca de la tienda”, recuerda Vladimírov.

Salieron fuera con una linterna y vieron un enorme caballo blanco con cadenas. “Nunca he visto un caballo como ese, ni antes de después”, dice Vladimírov. “Fue algo espeluznante”.

El caballo caminó despacio alrededor de la tienda y las cadenas sonaban suavemente. Los hombres llevaron a las mujeres a la tienda  cuando volvieron el caballo se había ido. Solo quedaba el silencio.

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