La dacha de Stalin en Sochi. Fuente: ITAR-TASS
En 1934, por orden de Stalin, se destinaron más de 1.000 millones de rublos a la construcción de infraestructuras en Sochi, una suma descomunal para la época. Se construyó un acueducto, se proyectaron parques y se empezaron a levantar numerosos balnearios; también se puso en marcha la modernización del balneario del Matsesta, por el que el secretario general sentía una especial simpatía a causa de las propiedades curativas de sus aguas sulfuradas.
Al principio, Stalin se alojaba con su familia en la dacha Zelionaya rosha (bosque verde en ruso), que aún se conserva.
La residencia fue diseñada por el joven arquitecto soviético Miron Merzhanov. La dacha estaba abierta por todos sus lados para que el aire del mar y de la montaña corriera libremente por las estancias. Stalin, que apreciaba la tranquilidad, vivía en un apartado, mientras que el servicio se hospedaba en el edificio vecino. Sus ventanas no daban a los aposentos de Iósif Stalin, pues a este tampoco le gustaba el olor de la comida ni el ruido de la vajilla.
Los escalones que conducían al segundo piso eran muy bajos e incómodos para la mayoría de la gente, pero a Stalin le resultaban prácticos. A causa de su reumatismo, no podía dar pasos largos. Incluso las barandillas de los balcones estaban a poca altura, para que pudiera observar cómodamente el ajetreo de la calle. Distintas fuentes aseguran que el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética medía 165 cm.
Por orden de Stalin se trazó un camino de 11 kilómetros hasta la cumbre de la cordillera Ajún en un tiempo récord de 102 días. La pista fue trazada por un grupo de presos a los que Stalin prometió conceder la libertad si lograban terminar el trabajo en 100 días. Según una de las versiones, realmente los liberaron a todos tras la inauguración de la ruta; según otra, los fusilaron por no cumplir con los plazos.
Para las temporadas de reposo en Sochi, el arquitecto Merzhanov ideó incluso unas cerraduras especiales, para que ningún miembro del servicio pudiera ver o escuchar al líder.
La fachada de la finca estaba pintada de un color verde esmeralda, de tal modo que el edificio se fundía con el paisaje. Se sabe que Stalin temía sufrir algún atentado, y lo cierto es que no resultaba nada fácil distinguir la dacha en medio del decorado verde de aquel paisaje montañoso.
La cuestión de la protección del dirigente soviético en Sochi se estudió a fondo. Solía viajar hasta allí en su locomotora personal. Por las vías del ferrocarril, se desplazaban a todo gas varios trenes marcados con el número 1; en uno de ellos viajaba el secretario general, en los otros su equipo de seguridad.
La dacha estaba rodeada por tres sólidos cordones policiales. Incluso se rellenó con crin de caballo el mobiliario blando por encargo especial, a fin de ‘retener’ las balas en el peor de los casos. Vista de los jardines de la dacha de Stalin. Fuente: Lori/Legion Media.
La rivera y Gagra
En Sochi hubo dos momentos en los que la vida de Stalin corrió peligro. El primero tuvo lugar en la noche del 25 al 26 de agosto de 1931, mientras Stalin y Voroshílov recorrían el puente Rivierski en un automóvil Buick. El coche oficial chocó con un camión, contra el que el dispositivo de seguridad abrió fuego instantáneamente. El conductor del camión pudo escapar y, más adelante, se supo que este simplemente estaba borracho y no tenía ninguna intención de matar al líder del pueblo soviético.
El segundo caso ocurrió un mes después, durante un paseo en barco. Cuando la embarcación pasaba cerca de la ciudad de Gagra, no muy lejos de Sochi, alguien comenzó a disparar con un fusil. El guardaespaldas de Stalin lo protegió de los disparos, aunque no hubiera sido necesario... las balas pasaron de largo y nadie resultó herido. Más adelante se aclaró que no hubo tiempo de avisar al puesto fronterizo del paso del barco oficial, de modo que el encargado del puesto de guardia realizó tres disparos de advertencia.
Para entonces —los años 30—, Sochi se había convertido en algo más que el principal centro turístico de la Unión Soviética. Aquí se tomaban importantes decisiones que afectaban al destino de millones de personas.
Oficialmente, el 22 de junio de 1941 (día del ataque nazi contra la URSS) Stalin se encontraba en Moscú, pero no hace mucho unos historiadores ingleses anunciaron —basándose en unos datos de su servicio de inteligencia— que se encontraba en la ciudad del sur. De hecho, se dice que en la costa del mar Negro pudo verse entonces al doble de Stalin; al parecer tenía cuatro.
Durante la guerra, la familia de Stalin trasladó su residencia a la dacha Zelionaya Rosha. El propio secretario general regresó a su residencia de verano en 1945, cuando los ecos de victoria resonaban por todo el país.
Stalin estaba enfermo; tras sufrir un infarto, tres médicos lo tuvieron en observación. Volvió al Matsesta, al aire fresco de Sochi, a los paseos a la sombra de las alamedas.
Unos balnearios ‘paradisíacos’
Al dirigente soviético le preocupaba que la malaria se extendiera entre la población local. Por orden suya, comenzaron a cultivarse en Sochi eucaliptos a gran escala. Los balnearios de la ciudad, que durante la guerra habían hecho las veces de hospital para los soldados heridos, recuperaron su antigua función.
En 1948, Sochi se convirtió en un centro administrativo autónomo bajo subordinación republicana. La avenida de Stalin se limpiaba tres veces al día, se prohibió entrar en la avenida principal a los vehículos que llevaran los neumáticos sucios y una mujer podía ser expulsada de la ciudad por pasear el bata por esta misma calle.
No se sabe con certeza por qué lugares de Sochi le gustaba pasear a Stalin, ya que siempre iba de incógnito. Solo hay constancia de una aparición en público; la visita al balneario Kavkazkaya Riviera, situado a pie de playa en el centro de Sochi.
El 18 de septiembre de 1947, de manera inesperada para el personal y para los mismos huéspedes, se acercó al edificio principal del balneario una limusina ZIS-110. Del vehículo bajó Iósif Vissariónovich y se dirigió a la cafetería. Estuvo preguntando a los huéspedes si daban bien de comer en el balneario y si les gustaba descansar en Sochi.
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