Vista del restaurante "White Rabbit" de Moscú. Fuente: PressPhoto
Los investigadores consideran que fue precisamente en este viaje donde a Carroll le surgió la idea de escribir Alicia a través del espejo y aunque no fuera así una cosa es totalmente cierta. Rusia impresionó sobremanera al escritor: primero San Petersburgo, 'ciudad de gigantes', con sus amplias calles (incluso las de segundo orden eran más anchas que cualquiera de Londres), luego, Moscú, donde pasó dos semanas y Nizhni Nóvgorod a cuyo mercado se encaminaron los dos amigos confiando ingenuamente en regresar en el día.
El tiempo transcurrido en Moscú fue para Carroll de un frenesí digno de un explorador: transcribía con fascinación largas palabras en su cuaderno de viajes como (“zashchishchaiushchikhsia”)(defendido), regateaba con fruición con los cocheros, describía vivamente las iglesias ortodoxas.
Lewis Carroll es el seudónimo del británico Charles Lutwidge Dodgson (1832 – 1898), diácono anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor, conocido sobre todo por su obra Alicia en el país de las maravillas y su secuela, Alicia a través del espejo.
En su opinión, “las moscovitas exteriormente parecían cactus con brotes de los más variados colores” y las cúpulas de las iglesias eran “espejos distorsionados” en los que se reflejaban “ las escenas de la vida urbana”; también se reunió con el clero ortodoxo, probó el pan moreno que comían los monjes (comestible ciertamente, pero nada sabroso), deambulando por calles llenas de baches, degustó elshchi (sopa de repollo) y el licor de serbal, adquirió una gran cantidad de iconos y juguetes, asistió al teatro, sin importarle que la representación fuera en ruso, dio grandes paseos y para nuestra fortuna todo esto quedó reflejado en su diario.
No todos los lugares que impresionaron a Carroll lograron sobrevivir a casi siglo y medio de cataclismos históricos, sufriendo algunos de ellos verdaderas metamorfosis, dignas de las obras del británico, especialmente Moscú “ciudad sorprendente” a la que a continuación nos dirigimos siguiendo los pasos de Carroll.
Carroll y Liddon se alojaron en el hotel Dusso, uno de los más caros del Moscú prerrevolucionario. Este hotel era célebre por su restaurante y sus huéspedes, entre en los que se encontraban, Lev Tolstói, Fiódor Dostoievski o Piotr Chaikovski. Algunos escritores también acomodaban aquí gustosamente a sus personajes. Tolstói instaló en este hotel a Anna Karénina, así como a Levin y a Bronsky, los otros dos importantes personajes de su célebre novela. El edificio fue reformado pero el hotel no se conservó. No obstante, hace relativamente poco tiempo han abierto un hostal en este emplazamiento (Teatralnyi Proezd, nº 3).
Suerte aún más peregrina fue la sufrida por “Moskovskii Traktir” (Taberna Moscovita) que los dos amigos británicos visitaron para familiarizarse con la 'cocina rusa'; en este sitio actualmente se encuentra el hotel Moscú donde también se pueden degustar verdaderas delicias y exquisitos platos aunque ya la comida no sea rusa sino mexicana.
Como se sabe si subimos a una colina, podremos abarcar todo con la mirada y Carroll empezó su periplo por Moscú, concretamente en las Colinas de los Gorriones (Vorobiovie Gori). Ante él se abrió “ un majestuoso panorama de innumerables campanarios y cúpulas con el brillo irradiado por el río Moscova en primer plano”.
Hoy en día, en vez de campanarios , la verticalidad del paisaje la conforman las torres estalinistas y compitiendo en brillo con el río Moscova se extiende el complejo deportivo Luzhnikí, herencia de los Juegos Olímpicos del año 80, aunque el mirador siga siendo tan popular como siempre al menos para turistas, jóvenes y moteros. El elemento distorsionador de la panorámica lo aporta el telesilla que une el mirador con el paseo fluvial.
Desde aquí se divisa perfectamente el monasterio de Novodévichi que Carroll también visitó. Sin embargo, no plasmó sus impresiones en el diario. El cementerio de Novodévichi lo describió como pintoresco, considerando que las lápidas estaban dispuestas con muy buen gusto y sentido estético.
Un siglo después, esta necrópolis se ha convertido en uno de los cementerios más distinguidos de la ciudad, en el que reposan pintores, escritores,... entre ellos, figuras de la talla de Antón Chéjov, Nikolái Gógol, Mijaíl Bulgakov y personalidades políticas entre las que destaca Nikita Jrushchov.
Este fabuloso monasterio fue construido durante los siglos XVI-XVII y en la época de Carroll era considerado uno de los más ricos de la ciudad y desde su fundación muchas jóvenes de familias nobles ingresaban en él aunque como es fácil entender no todas por su propia voluntad.
Después de la revolución, el pintor Vladímir Tatlin instaló su estudio en el campanario y el monasterio se transformó en museo. Ahora aquí vuelve a haber un convento en activo y, con un mínimo esfuerzo, entre sus paredes uno puede imaginarse que se halla en pleno siglo XIX.
Carroll también estudió el Kremlin con su característica minuciosidad: subió al campanario de Iván Belikii,examinó los innumerables paneles de la Armería “tal cantidad de tronos, coronas y joyas que los ojos hacen chiribitas” y declaró que “después de ver este palacio cualquier otro parecerá angosto e insignificante”, e incluso el guía “uno de los más desagradables con el que me he topado en mi vida”, no fue impedimento para que me mostrara que la Catedral de San Basilio “interiormente es una auténtica filigrana que en nada desmerece al exterior”.
Y por supuesto, que para el devoto Carroll la iglesia de San Andrés, única iglesia anglicana de Moscú, situada en el callejón Visokopetrovski fue también objeto de su atención.
El edificio sobrio de ladrillo rojo que existe en la actualidad es una réplica, en la época de Carroll todavía no había sido construido. Carroll asistió varias veces al servicio ortodoxo en los monasterios moscovitas. Uno de ellos fue el de Visokopetrovskii, situado en la calle Petrovka, en pleno centro, y que permanece en activo hasta la actualidad aunque para asistir a misa ya no que haya que levantarse a las cinco de la mañana como en tiempos de Carroll sino que el servicio matutino empieza a las nueve. También hay excursiones después del mediodía e incluso con un poco de suerte se puede visitar el refectorio.
Es éste, en la calle Petrovka, uno de los lugares donde el Moscú histórico de Lewis Carroll confluye con el Moscú contemporáneo: justo enfrente del monasterio, en el edificio del Museo de Arte Contemporáneo se encuentra el café 'Mart', con una ligera y sutil alusión a la ceremonia del té de los personajes de Carroll.
Entre los lugares dignos de atención de la herencia de Carroll está el restaurante panorámico 'White Rabbit'en la plaza de Smolenski, nº 3 y la estatua del Conejo Blanco en la calle Shcherbakovskaya , nº 54.
Lo demás es campo abonado para el surrealismo: el mismo Carroll se sorprendería al saber que no sólo los restaurantes, clubes nocturnos, estudios de diseño, centros pedagógicos y educativos llevan el nombre de sus personajes sino también centros de belleza e incluso... hoteles por horas.
Durante su estancia en Moscú, Carroll y Liddon fueron dos veces a Sérguiev Posad y visitaron el monasterio de la Trinidad y de San Sergio, centro espiritual de la ortodoxia donde a Carroll le impresionaron profundamente “las celdas subterráneas de los anacoretas”.
También estuvieron en Nueva Jerusalén, empapándose de nuevas impresiones: el viaje en “calesa” por el “ camino más destartalado por el que jamás haya pasado” y la visita a una típica casa campesina a la que entraron a pedir pan y leche “resultando ser muy sabrosos”.
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