Un creciente número de personas se acerca a los bellos parajes donde antes se cazaban estos animales. Fuente: AFP / East News
Nilmoguba es un pueblo que se encuentra en la desembocadura del río Nilmo en el mar Blanco, en el círculo polar. La estación de tren más cercana se llama precisamente así, ‘Círculo polar’. Nieve hasta la cintura y aurora boreal en invierno; noches blancas y nieve hasta mayo en verano.
No obstante, últimamente cada vez recibe más visitas relacionadas con el ecoturismo, pues solo aquí es posible participar en una expedición fotográfica de una semana a los lugares viven las focas para encontrarse con ellas en su hábitat natural.
En Nilmoguba se pueden alquilar equipos de buceo en cualquier época del año y sumergirse en el mar Blanco. También hay un delfinario a cielo abierto, donde se entrena a grandes delfines beluga, que viven en las frías aguas del mar Blanco.
“Aquí en el mar Blanco existen cuatro tipos de focas”, comenta el instructor, Mijaíl, en su presentación introductoria al grupo. “En primer lugar tenemos a la foca barbuda. Es fácilmente reconocible por los gruesos bigotes que sobresalen de su hocico. Después está la foca anillada: su piel gris o marrón está cubierta de manchas en forma de anillo. La foca de Groenlandia es un visitante poco común, suele venir solo en la época de cría, es decir, durante el parto. Y por último la foca gris, que habita cerca de la península de Kola y no se acerca hasta el golfo de Velíkaya Salmá”.
“¿Y podremos acariciarlas?”, pregunta impaciente una madre de mediana edad que ha venido a ver las focas con su hijo de doce años. Los demás participantes lanzan una risita indulgente.
La idea de mostrar a los turistas los animales en su hábitat natural no es nueva, pero Rusia no parece ser el país más adecuado para llevarla a cabo. Incluso dentro de una reserva es difícil garantizar la aparición de los animales y es posible cruzarse con un oso o con un alce cuando menos te lo esperas.
El norte ruso ha resultado ser un lugar más prometedor para el encuentro del hombre con la naturaleza. Las grandes superficies de hielo son una de sus ventajas: buscar a alguien en el hielo es más fácil que hacerlo en un bosque impenetrable; es más, si se conoce el lugar y la trayectoria de migración, casi se puede garantizar al cien por cien un encuentro con el animal en cuestión.
Fuente: Evgueni Ptouchka/strana.ru
En base a estos conocimientos se desarrolla el trabajo de cada uno de los guías de este tramo del círculo polar situado en la frontera con Karelia y con la óblast de Múrmansk.
En primavera, estos hermosos bigotudos se suelen reunir en pequeñas calas aún cubiertas por el hielo. El hielo primaveral no es tan sólido, se ve derretido y no parece muy fiable, pero en realidad es capaz de soportar los cientos de kilos de una pareja de focas.
Estos animales son unos magníficos rompehielos, pueden arrastrarse hasta un enorme bloque de hielo sin importar donde esté, lo que les permite desarrollar su propia estrategia de seguridad: ni el hombre se puede acercar sin que el ruido le delate ni los osos las pueden alcanzar desde la orilla.
Durante la espera, los dedos se entumecen sobre el botón de la cámara de fotos, los ojos lloran por el viento, pero parece que los ecoturistas no le dan demasiada importancia.
Es el sueño de los defensores de los animales: reemplazar la caza de las focas, mantenida durante siglos, por el turismo ecológico. Hace algunos años, se levantó una ola de protestas por todo el mundo contra la caza de crías de foca de Groenlandia: pequeñas e indefensas crías de pelaje blanco y crías de pelaje gris, después de la muda.
Este tipo de caza se daba en Rusia y otros países nórdicos como Noruega, Dinamarca, Canadá... La matanza correspondiente a una temporada, que se suele prolongar durante unos diez días, equivale al sacrificio de decenas de miles de ‘criaturas’. En tan solo un año, las campañas de los activistas han logrado un éxito sin precedentes: la prohibición total de la caza de crías de foca en Rusia, que entró en vigor en marzo de 2009.
Durante la guerra, en las temporadas de hambruna, los habitantes de la ciudad de Arjángelsk y los asediados de Leningrado se salvaron gracias a la carne de foca; en Arjángelsk incluso se levantó un monumento conmemorativo a las focas. Su grasa de foca se utilizaba a modo de combustible y para la fabricación de distintas medicinas populares
“Las excursiones para ver focas están muy limitadas por los plazos”, explica el guía. “Las crías nacen a principios de marzo y mantienen un pelaje blanco durante solo dos semanas, mientras dura la lactancia. En esos días es cuando organizamos vuelos en helicóptero a las plataformas de hielo desde Arjánguelsk. Los turistas pasan el día entero en ese ‘refugio’ para las focas.
Las focas pequeñas son confiadas, no conocen el miedo, es posible acercarse a poca distancia, fotografiarse cerca y acariciarlas (mejor con guantes). El olor humano no afecta a la relación de la madre con la cría. Las focas adultas, sin embargo, son más difíciles de encontrar.
“Por eso organizamos un grupo al año, a principios de mayo”, continúa Misha. “El hielo se empieza a derretir en esta época y la costa se llena de arenques. Las focas se reúnen en masa para comérselos. En una semana el hielo se desprende casi completamente, el paisaje se transforma. Después, las focas se retiran y no resulta fácil encontrarlas”.
Un barco de turistas, finalmente, llega a buen puerto: han conseguido acercarse a una foca que está bostezando. El hielo sobre el que descansa resulta no ser tan resistente como parece a primera vista; el peso de una foca barbuda hace que se rompa, se dé la vuelta y reaparezca de lado para hundirse después poco a poco, dejando en la superficie el hocico de la foca desconcertada. Los turistas ríen a carcajadas y lo fotografían todo.
Todos regresan contentos a la base, discutiendo la forma de volver a encontrar la misma foca en otra ocasión.
“¿Se pueden utilizar arenques como cebo?”, sugiere alguien. “No tiene mucho sentido, nosotros hemos probado de todo, pero son asustadizas”, contesta Sasha y añade en un tono más serio: “no olvidéis que de esa forma las domesticamos y eso no es bueno para ellas”.
“Las focas, sobre todo las jóvenes, aún no saben qué esperar del mundo”, explica Misha. “No están acostumbradas a temer en general, ni siquiera a los hombres. Si se les enseña que no somos peligrosos, la próxima vez que se acerque algún enemigo no serán capaces de prever el peligro”.
Más información sobre el centro de buceo ‘Poliarni Krug’
Publicado originalmente en ruso en Strana.ru.
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