Odisea polar

El constructor Alexánder Marchenko trabaja con su asistente en la construcción de un barco tradicional de madera del siglo XVII. 24 de marzo del 2013. Fuente: Reuters

El constructor Alexánder Marchenko trabaja con su asistente en la construcción de un barco tradicional de madera del siglo XVII. 24 de marzo del 2013. Fuente: Reuters

Desde hace más de tres décadas, en Petrozavodsk se construyen veleros de madera. A bordo de sus fragatas, goletas, barcas y koch, los marinos del Club 'Odisea polar' han realizado varias travesías alrededor del mundo.

Durante siglos los pomores, colonos rusos en la costa del mar Blanco, se desplazaban desde Karelia y Arjánguelsk con la fuerza de los remos y el impulso de las velas, tendiendo vías fluviales hacia nuevos lugares. Hoy, la gloria de sus expediciones se ha difuminado: de ellas, por lo general, sólo se acuerdan los historiadores.

Y los apasionados por los barcos, que lejos de acordarse únicamente, también construyen barcos históricos siguiendo planos y descripciones antiguos. Luego los prueban en las aguas del mar, salen de expedición tras las huellas de sus antecesores. 

Navigare necesse est. “Navegar es una necesidad”: ya hace 32 años que el club marítimo 'Odisea polar' de Petrozavodsk sigue este lema de los navegantes de la Antigüedad.


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Construyen réplicas de veleros históricos a tamaño natural. En treinta años han construido más de treinta goletas, kochs, barcas y fragatas. A bordo de las embarcaciones de 'Odisea polar' se han surcado dos decenas de mares y tres océanos. A lo largo de todos estos años ha estado al timón con mano firme Víctor Dmítriev, fundador y presidente de 'Odisea polar'. 

Cómo empezó todo

En 1978, Víctor Dmítriev, investigador científico jefe del Instituto de Construcción de Maquinaria, compró una vieja barca con un motor de 20 cv. Lo bautizó 'Odisea polar'.

En esta nave, el capitán, su familia y tres marineros estudiantes se embarcaron en su primera expedición náutica por ríos y lagos desde Petrozavodsk hasta Leningrado.

Durante el viaje Víctor, convencido de que las tradiciones de navegación de los pomores estaban amenazadas por un inminente olvido, decidió dedicarse a la reconstrucción histórica de barcos. Reunió a especialistas, ingenieros y obreros, y ahora el club cuenta con su propia oficina de diseños y proyectos.

En 1987, se lanzó al agua la primera reconstrucción, el koch Pomor. El velero de remos sin motor navegó por las vías marítimas del norte, visitó la costa de Escandinavia, alcanzó Canadá y Alaska.

“No había un equipamiento de navegación serio en el koch”, recuerda Víctor.  “Nos guiábamos por la brújula y por las estrellas, como los pomores en los viejos tiempos. Después de semejante escuela me sentía seguro incluso en medio de la niebla, desarrollé un sexto sentido para la navegación. Luego, eso me sirvió de gran ayuda en el mar Mediterráneo. E incluso cuando estoy en el mar Blanco con una visibilidad casi nula siento cómo paso entre las islas”.

 

Fuente: ITAR-TASS

De los barcos pequeños a una pequeña cabaña de madera a la deriva

En el muelle del centro histórico-cultural marítimo del club 'Odisea polar', situado en Petrozavodsk, se construyen nuevas embarcaciones: barcas y kochs. Víctor Dmítriev nos señala una barca:

“Ésta irá a Togliatti (ciudad en Samara, al sur de Rusia). Y los kochs los estamos construyendo para expediciones: circunnavegaciones norteñas. Parten de Petrozavodsk, por los ríos Sujona y Dvina, al mar Blanco y a las islas  Solovkí. Luego los barcos se llevan en ferrocarril a Ust-Kut, por el Lena descendemos hasta Tiksi y, desde allí, a lo largo de la orilla, se llega a Anadyr. Realizamos el itinerario de Semión Dezhniov (un destacado navegante ruso, investigador de Siberia)”.

El reciente koch, construido a la manera de los antecesores pomores, se distingue por el motor que llevan, con el que va provisto por si fuera necesario utilizarlo. El estrecho camarote tiene cabida para ocho personas y en el exterior pueden alojarse unas cuatro personas más. En la construcción de este barco no se han invertido más de tres meses. Un poco más de tiempo ha llevado construir la barca.

“Ahora estamos desarrollando un prototipo de estación a la deriva”, cuenta Dmítriev. “En el Ártico cada vez es más difícil encontrar un bloque de hielo para instalar en él una base de investigación. Los norteamericanos están alojando plataformas de investigación científica en rompehielos. Ahora estamos construyendo un pequeño bote con materiales poco magnéticos, como la madera o materiales compuestos. Será una casa-barco, una pequeña isba flotante. Desarrollamos tecnologías que luego utilizaremos en las estaciones flotantes: materiales ligeros, contornos simplificados del casco, etc.”. 

Un museo náutico

Víctor cuenta que en verano el amarradero del club se convierte en una parada de yates.

“En nuestro país casi nadie sabe lo que es la navegación de vela. Creen que es algo increíblemente caro, al alcance de personajes como Abramóvich. No es así: la palabra yajting procede del holandés  y significa 'buque para el descanso sobre el agua”. Puede referirse tanto a un yate enorme de un oligarca como a una barca muy pequeña.

El museo del club aglutina varias piezas de la cultura marítima: sobre la mesa un velero Brigatine, de los postes cuelgan jarcias. En las paredes, hay vitrinas, cada una de ellas dedicada a expediciones distintas: las rutas pomores del norte, las del mar Mediterráneo, a las islas Spitsberg, a Canadá y Alaska.

Mapas, fotografías de marineros y habitantes de países lejanos, viejos instrumentos de navegación y restos de naufragios. La historia de la creación y el desarrollo de 'Odisea polar'.

En una fotografía de Borís Yeltsin se lee la siguiente dedicatoria: “Fue un gran placer disfrutar de la naturaleza, de la pesca y del velero en mi primer viaje a bordo de uno. Bravo los pomores. Preparemos una gran ruta Imperio Pedro I y un crucero al Polo Norte. Si lo necesitan, les brindaré toda mi ayuda. ¡Gracias! El Presidente de Rusia”.

En julio de 1997, durante un viaje a Kizhi, Yeltsin dio una vuelta a bordo del San Nicolás, una réplica de un barco mercante del siglo XVII. En la travesía por los arrecifes de Kizhi, Yeltsin no se levantó ni una vez de la tumbona: colocaba gusanos en los anzuelos y el vigilante se ocupaba de los peces capturados. Pescaron unas diez piezas menudas.

 

Víctor Dmítriev, fundador y presidente de 'Odisea polar'. Fuente: PhotoXpress

¡Al abordaje!

“En Karelia el turista tiene dos enemigos principales: los mosquitos y las garrapatas. Pero en el agua no hay ni unos ni otros”, dice Dmítriev.

“No obstante, por extraño que parezca, cada vez hay menos embarcaciones sobre las aguas del Onega y el Ládoga. A Kizhi sólo va el hidroala 'Cometa'. En los lagos de Karelia hay muchas islas que ahora son inaccesibles para la mayoría de turistas. Y, en este contexto, aparecen pequeños barcos de alquiler… Imagínese: una cabaña flotante. ¡Te sientas y a vivir y navegar!”.

Para los turistas se están preparando un nuevo programa: 'Las islas de los tesoros: corsarios del mar Onega'. “Tenemos dos barcos con auténticos cañones, hay un sinfín de islas en Karelia, pero nuestra base será aquí, en el embarcadero del club. Queremos que los visitantes profundicen en la época del florecimiento de los contrabandistas, en los siglos XVI y XVII, y que experimenten en sus propias carnes todos los encantos que entrañan la búsqueda de un tesoro a bordo de un barco y las luchas contra los piratas”. 

Más información sobre 'Odisea polar' (en ruso).

Versión completa del artículo en la web rusa strana.ru. 

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