El gélido archipiélago, conocido por su majestuoso convento, de larga y dura historia, se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos del país. Fuente: Alamy / Legion Media
El monasterio de Solovkí sirvió de punto de partida para la colonización rusa del Norte. Su modo de vida era casi independiente, rico e influyente. Tenía sus escuelas, fábricas, su propio ejército y marina. Además, la biblioteca era una de las más valiosas en la Rusia de los zares. Sin embargo, tras la Revolución de 1917, el monasteriofue saqueado y quedó desolado.
En los años 20 del siglo XX, en el mismo lugar se abrió el campo de prisioneros especial de Solovkí. Posteriormente, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, se organizó un colegio para niños abandonados, con el fin de formarlos como grumetes para la Marina del Norte.
Sin embargo, su época más triste ya es parte del pasado. Hoy en día en las islas viven monjes, y el archipiélago se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más importantes de Rusia, debido no sólo a la bellísima naturaleza nórdica de estos parajes vírgenes, sino también a la decisión de la Unesco de conferirle el estatus de Patrimonio de la Humanidad, en 1992.
El
monasterio de Solovkí fue fundado en el siglo XV. Desde el siglo
XVI y hasta el año 1883 se usaba para
encerrar a presos políticos de alto nivel.
Tras la Revolución socialista de 1917 el monasterio fue cerrado, y más
tarde quedó saqueado y desolado. En los años 20 del siglo pasado, en el
mismo lugar se abrió el Campo de Prisioneros Especial de Solovkí, el primero de
la extensa red de campos de concentración que más tarde iba a cubrir todo el
territorio de Rusia. Posteriormente, cuando empezó la Segunda Guerra Mundial,
se reconvirtió en un colegio para niños abandonados con el fin
de formarlos como grumetes para la Marina del Norte. Después de la caída de la
URSS, el monasterio volvió a recuperar su vida religiosa
Ahora el monasterio vuelve a tener su propia flota, integrada por lanchas adornadas con iconos ortodoxos que transportan a los peregrinos y a los turistas. En el mismo hospedaje hay una huerta donde crecen flores y verduras. También un horno de pan en el que se hacen unas empanadas riquísimas.
Por cierto, las islas conservan un arte olvidado en Rusia: el de hacer melindres esculpidos de jengibre, denominados kozuli.
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Casi toda la población de Solovkí trabaja o bien para el monasterio o para el sector de servicios desplegado para los turistas y los peregrinos. María Nikíforova, de 55 años, va todos los días al amarradero como si se tratara de un puesto de trabajo. En las manos lleva un letrero de madera que dice “habitación con comodidades”. Hay pocos hoteles en el pueblo, y la mayoría de los turistas se alojan en casas particulares, que se convirtieron así en la principal fuente de ingresos de la población local.
¿Dónde
está? • El monasterio se encuentra en el archipiélago del norte
ruso Solovkí (o Solovetsky) que se encuentra en el Mar Blanco y pertenece a la
región de Arjánguelsk.
¿Cómo llegar? • Se puede llegar a las islas Solovkí en avión desde la
ciudad de Arjánguelsk. Sin embargo, se recomienda reservar un tour organizado
desde San Petersburgo.
Cuatro días de estancia en las islas cuestan alrededor de US$600 por
persona.
El clima • El clima nórdico de las islas
resulta bastante severo para los turistas. En febrero las temperaturas bajan
aqllí hasta -10⁰. La temperatura media en junio es de +12⁰. La temporada turística en
Solovkí empieza en junio y suele terminar en septiembre. Aunque también se
puede viajar durante el invierno ruso
Después del desmoronamiento de la Unión Soviética, en las islas no había trabajo y la mayoría de los habitantes se marchó al continente. Sin embargo, cada vez más gente vuelve a instalarse aquí. Para muchos rusos Solovkí es el lugar del renacimiento de la cultura y la espiritualidad tradicionales. Algunos incluso se dedican aconstruir en sus graneros. Otros intentan hacer revivir artesanías olvidadas: fabrican las tradicionales camisas con el cuello a un lado, elaboran recipientes de barro o cincelan la madera.
La vegetación nórdica de Solovkí tiene un encanto particular, con árboles enanos y piedras cubiertas de musgo. Pero el duro clima de la isla no resulta nada fácil desoportar. El frío se instala en septiembre y dura hasta junio. Pero el verano (de junio a agosto) tampoco trae un gran alivio: una camisa húmeda colgada en un patio puede tardar varios días en secarse.
Fuente: GeoPhoto
Esoterismo
Y las islas atraen también a los amantes de lo esotérico. Aquí se conservan antiguos laberintos de piedra, cuya función todavía es desconocida. La mayoría de los investigadores considera que se trata de santuarios de las tribus locales de pescadores, que realizaban en ellos sus ritos religiosos. Sin embargo, los aficionados al esoterismo están seguros de que los laberintos son de origen extraterrestre o de una poderosa civilización antigua. Los turistas deambulan por los laberintos esperando llegar a un estado de iluminación o intentan meditar sentados en el centro de esta espiral de piedra. “¡No se puede entrar con pantalón blanco!” le advierte un experimentado aficionado al esoterismo a una chica que ingresaba a un laberinto. La energía de la joven no sería así –según él– la adecuada.
La iglesia no ve con buenos ojos estos laberintos paganos, pero al menos no los destruye. En la visita guiada se incluye un viaje en lancha y una visita a los santuarios paganos. Y cada domingo hay fiesta en el pueblo, una procesión alrededor del monasterio, con canciones y banderas eclesiásticas. Tañen las campanas, los feligreses llevan iconos y los curas echan agua bendita a los asistentes. Parece que todos los habitantes de la isla participan en esta marcha. Es que resulta fácil ser creyente aquí. Todo ayuda: las cúpulas del monasterio son visibles desde cualquier parte de la isla, el tañido melodioso de las campanas, la austera y severa naturaleza y la lejanía de las tentaciones mundanas.
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