Un itinerario para descubrir a la costera sede de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014. Fuente: Mijaíl Mordasov / Focus Pictures
Sábado
10 de la mañana
Lo primero que debe hacer un turista recién llegado a esta ciudad-balneario, tanto en 1982 como en 2013, es reunir la valentía necesaria para avanzar entre la marea de taxis que esperan en el aeropuerto. Estad preparados para recibir miradas penetrantes y posiblemente que os cojan del brazo, susurrándoos al oído insistentemente: "Al centro, barato, le llevo gratis". Resistid la tentación.
Lo mejor que podéis hacer después del vuelo es coger fuerzas con un desayuno abundante. A varios minutos del aeropuerto, en la pintoresca orilla del río Mzmyta se encuentra la gran piscifactoría local de truchas. En ella, desde la época de Nikita Jruschov, se cría el pescado de los zares: la trucha arcoíris.
No tengáis prisa, dad un paseo a lo largo de sus piscinas, repletas de las escamas plateadas de este pescado. Mientras abrís el apetito, los cocineros irán haciendo su trabajo. ¿No estáis acostumbrados a empezar el día con un buen pescado al horno? ¿Y qué os parece esturión ahumado con zumo de limón o caviar fresco?
13:00
Desde el barrio de Adler hasta el centro lo mejor es coger el Aeroexpress, así os evitaréis los atascos y podréis contemplar los enormes cambios que están teniendo lugar en la ciudad. ¡5 euros en total y viajaréis más rápido que el viento!
15:00
Si tenéis ganas de viajar al pasado, vale la pena alojarse en el clásico hotel soviético. En Sochi no quedan muchos de ellos. El "Primórskaya" está situado en el centro histórico de la ciudad, donde tenéis también el Museo Artístico y una avenida junto al mar para dar largos paseos vespertinos.
El hotel se construyó en 1936, es un monumento arquitectónico, una especie de "subcategoría" dentro del constructivismo del sur de Rusia. Los primeros pisos están aislados del mar por un maravilloso jardín con palmeras, magnolias, adelfas y cipreses. Una habitación con vistas panorámicas de la puesta de sol os costará 140 euros la noche, una suite de dos habitaciones un poco más sencilla sale por 100 euros la noche.
19:00
Tened en cuenta que las noches en Sochi no son sólo oscuras, sino repentinas: el cielo se oscurece de pronto. El teatro es un buen lugar para pasar las últimas horas de la tarde. Sochi es una verdadera ciudadela de la cultura, un lugar que todavía recuerda las voces de los grandes cantantes de ópera Kachálov y Lémeshev. Es un majestuoso edificio rodeado por columnas corintias coronadas con musas griegas, el estilo imperio se manifiesta en toda su plenitud y perfección.
Es aquí donde las mejores compañías rusas ofrecen espectáculos entre temporadas, aunque incluso si asistís a un concierto del cuarteto de cuerda local llamado Rajmáninov no os arrepentiréis. El precio de la entrada oscila entre 8 y 17 euros.
Domingo
10:00
Desayunad en el restaurante Kaskad: para llegar debéis tomar la avenida Kurortny hacia abajo, tardaréis unos pocos minutos. Este restaurante aparece en un poema del premio Nobel ruso de literatura Joseph Brodsky. Algo más abajo por esta avenida se encuentra el café Alionka, que ofrece los mejores pastelitos de la ciudad.
12:00
Todos los visitantes de Sochi acaban llegando tarde o temprano al parque Riviera. Allí generalmente los niños se divierten en las atracciones mientras los padres pasean por la avenida de los escritores o se toman un café turco en una de las numerosas cafeterías del parque.
El oceanario es un buen lugar para guarecerse del viento de invierno (al que los habitantes de Sochi llaman "bóreas"). En él es posible contemplar los tiburones del mar Negro, pescados planos como pelotas de fútbol desinfladas, o dar de comer a las pirañas carnívoras sin peligro de perder los dedos.
Para los visitantes de mayor edad puede ser interesante una visita a la pequeña magnolia que en los años 80 plantaron allí los altos funcionarios del partido junto con algunos cosmonautas.
14:00
Para comprar souvenirs lo mejor es dirigirse al Mercado Central. En invierno traen desde la costa conocidos dulces de la zona, como churchjela o caquis secos, y especies aromáticas del Cáucaso, como sal de Svanetia o utsjo-suneli. Antes de meter el jurel curado en una bolsa es mejor envolverlo en papel de periódico, y las ramas de eucalipto para la sauna se pueden llevar simplemente al aire: seguro que a vuestro vecino en el avión no le importa.
No os olvidéis de la feijoa (Sochi es, quizás, el único lugar de Rusia en el que crece este fruto brasileño en condiciones salvajes) y mandarinas abjasias, las más aromáticas que existen. La bisutería, camafeos y anillos confeccionados por los orfebres locales es mejor comprarlos en el Salón Artístico (avenida Kurortny, 29). En este lugar, si queréis llevaros un recuerdo de la zona, podéis comprar pinturas que recrean la vida de los pescadores o escenas en cenadores moriscos en jardines.
16:00
Viajar al sur y no comer a la orilla del mar es algo imperdonable. Existe un restaurante situado en la parte exterior del puerto marítimo que se llama precisamente "Embarcadero Nº1". En su menú ofrece mozzarella burrata con tomates maduros de Bakú, aceite de oliva y pimienta negra molida, mejillones a la marinera, bacalao fresco con glaseado de miel y espárragos verdes, salmonete a la provenzal y toda clase de marisco. El precio medio por persona es de 75 euros.
19:00
El tiempo ha pasado volando, es hora de volver. La ruta ya la conocéis: estación de ferrocarril - Aeroexpress - aeropuerto. Volveréis de este paraíso estalinista como semidioses, con una rama de magnolia en una mano y el brillo del sol en los ojos. Echad un último vistazo a la ciudad desde la ventanilla del avión: cuando volváis a visitarla habrá cambiado para siempre.
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