Las órdenes más locas en el Ejército ruso

Vitaly Ankov / Sputnik
Quien sirve como recluta debe estar preparado para “correr hasta a la hora de comer"y “hacer un funeral a una colilla”. Nuestro corresponsal cuenta su experiencia personal como soldado ruso.

El objetivo principal de la vida en el ejército es formar combatientes que se lancen sin miedo a la batalla bajo una lluvia de balas. Por lo tanto, se cree que los futuros soldados deben desaprender a pensar y tienen que estar programados para seguir instantáneamente las órdenes, sin importar lo locas o estúpidas que puedan parecer. De lo contrario, el cerebro y el instinto de conservación entrarán en acción y se perderá la guerra. 

Algunas órdenes del ejército son realmente disparatadas y estúpidas, se mire por donde se mire.

Cavar una trinchera “desde ahora hasta la hora de comer”

La expresión hacer algo “de aquí a la hora de comer” se aplica a muchos aspectos de la vida militar: correr, trabajar, limpiar, practicar el tiro, etc. Significa hacerlo hasta que te duela el cuerpo.

Esto tiene una explicación completamente racional. Un gran número de hombres jóvenes, cargados de testosterona, necesitan una salida para su energía, de lo contrario se atacarían unos a otros. Eso sería peligroso en un lugar con fácil acceso a las armas de fuego.

Subida de la compañía, retirada de la compañía

Este es un ejercicio del ejército que entrena a una unidad para vestirse y desvestirse rápidamente cuando suena la alerta. Al igual que los bomberos que se enfrentan a una emergencia, tienen que ser capaces de ponerse el equipo en cuestión de segundos. En el ejército no es diferente.

Una unidad se entrena para vestirse y salir corriendo del cuartel dentro de un límite de tiempo establecido. El “juego de entrenamiento” comienza en la cama, bajo las sábanas, y a la orden de “¡Compañía en pie!”, cuando hay que saltar de la litera y correr a ponerse el uniforme.

En verano se dan 50 segundos para completar la tarea; en invierno, un minuto cincuenta.

Si alguien no lo consigue a tiempo, el comandante grita “¡Compañía retírese!”, y todos corren de nuevo a desvestirse y meterse en la cama, y todo se repite en un bucle interminable hasta que todos hayan completado la tarea en el tiempo asignado. O hasta que llegue el almuerzo: hasta la guerra puede esperar.

El funeral de una colilla

En el ejército, sólo se puede fumar con el permiso, y en presencia, de un superior. Y si te ven con un cigarrillo en la sala de fumadores (o en cualquier otro lugar) durante las horas de servicio, te enviarán a “enterrar la colilla”.

Esto significa que debes tomar una pala e ir al bosque más allá de los terrenos de la unidad. Allí tendrás que sudar durante varias horas cavando una tumba en toda regla. Al terminar, tendrás que colocar la colilla en el fondo, pronunciar un discurso fúnebre y cubrirla con tierra.

Pero eso no es todo. La guinda del pastel son las tareas extra de trabajo sucio para la semana.

Pintar la hierba

Todo en el ejército debe estar reluciente. Si algo no brilla, hay que pulirlo bien. Especialmente antes de la visita de un oficial de alto rango o, Dios no lo quiera, de un general.

Los reclutas del ejército pintan regularmente las paredes de sus barracones, pero a veces la vista se estropea por la hierba marchita y amarillenta, en cuyo caso hay que pintarla de un color verde optimista.

“Flash a la derecha”

Durante las marchas forzadas y las carreras matutinas, a los comandantes les gusta gritar “¡Flash a la derecha!”, “¡Flash a la izquierda!” y otras órdenes para entrenar a sus subordinados a reaccionar ante la explosión de una mina o una granada en las inmediaciones.

Al oír el grito de “¡Flash...!”, hay que lanzarse al suelo en dirección contraria y cubrirse la cabeza con las manos hasta que el comandante grite: “¡Compañía, al doble!”. Para un observador externo, parece un baile de locos. 

Volver a coser

En el ejército, incluso los que nunca han tenido una aguja entre las manos tendrán que aprender a cortar y coser. Cada día hay que coser un trozo de tela blanca al cuello de la chaqueta. No se trata de una cuestión de apariencia, sino de evitar que la suciedad y el sudor penetren en la tela, que no se lava tan a menudo y puede convertirse en un caldo de cultivo para microbios y bacterias, causando irritación de la piel y enfermedades.

Si las habilidades de costura del soldado no están a la altura, o al comandante no le gusta el trabajo manual, seguirá arrancando el dobladillo hasta que se cosa correctamente. También hay que coser las etiquetas con el nombre en las pertenencias y remendar los bolsillos rotos de los pantalones y las chaquetas, porque sólo se entrega un juego de ropa del ejército para todo el período de servicio.

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