En los últimos meses los periódicos, las estaciones de radios y las páginas web han perdido personal a medida que nuevas leyes restringen la propiedad y la publicidad en los medios de comunicación. Fuente: Photoshot / Vostock-photo
El lanzamiento de la página fue el último de una serie de expansiones de medios de comunicación respaldados por el Kremlin, generosamente subvencionadas incluso cuando la economía rusa se tambalea por la caída de los precios del petróleo, la fuga de capitales y la inflación.
RT, la compañía de radiotelevisión anteriormente conocida como Russia Today, vio cómo su presupuesto para 2015 aumentaba inesperadamente en un 41 % en septiembre, hasta alcanzar los 400 millones, según informó la agencia RBC. El presupuesto para el 2015 de la nueva agencia Rossia Segodnia, por su parte, ha triplicado el original y ha llegado a los 6.480 millones de rublos (170 millones de dólares).
Pero, mientras algunos medios estatales dirigidos a audiencias extranjeras han aumentado su audiencia, muchos medios independientes rusos muy respetados están cada vez más contra las cuerdas.
En octubre Vladímir Putin firmó una ley que prohibía a los extranjeros poseer más del 20 % de un medio de comunicación ruso. La propuesta, que se aprobó en menos de un mes, entrará en vigor en febrero de 2017.
Esta ley provocará “una bajada en los estándares editoriales y un recorte de la pluralidad de opiniones”, dijo Andréi Richter, profesor de periodismo en la Universidad Estatal de Moscú. Las compañías de comunicación extranjeras son por lo general menos vulnerables a la presión estatal, por estar situadas fuera de Rusia.
Muchos analistas independientes creen que el objetivo de esta ley es el periódico económico Védomosti, de propiedad conjunta de la compañía estadounidense Dow Jones, la británica Financial Times Group y la unión de medios finlandesa Sanoma. Según un informe de la agencia de noticias Bloomberg, los aliados de Putin planean comprar el periódico cuando sus propietarios extranjeros se vean obligados a vender.
Sea cual sea la razón, Richter señala que estas leyes responden simplemente a “la política general de estos tres últimos años”, un periodo que ha visto cómo aumentaban las restricciones en internet y los derechos civiles tras las manifestaciones contra el fraude en las elecciones de diciembre de 2011.
Aumento de la presión
Pero la experiencia de otras agencias de noticias sin apoyos extranjeros ha mostrado qué les aguarda a los reporteros de Védomosti si el Kremlin o sus amigos se convierten en propietarios.
El noviembre, la agencia de noticias de propiedad estatal Gazprom Media despidió a un periodista de la radio afín a la oposición Eco de Moscú tras la polémica generada por un comentario en Twitter. Cuando el editor en jefe, Alexéi Venediktov protestó, argumentando que el personal solo podía ser apartado de la redacción con su consentimiento, el director de Gazprom Media, Mijaíl Lesin, amenazó con despedir al propio editor si no estaba de acuerdo con la decisión. Aunque Venediktov aún no ha sido cesado, no se descarta la posibilidad.
También en noviembre, el editor en jefe del periódico de negocios Kommersant, que ahora es propiedad del millonario afín al Kremlin Alisher Usmánov, anunció su marcha poco después de la publicación de un artículo que argumentaba que Ígor Sechin, jefe del gigante del petróleo Rosneft, había sugerido secretamente al Kremlin ideas para las sanciones a países extranjeros.
Aunque el editor de Kommersant dijo que los rumores sobre su partida eran “teorías de la conspiración”, en 2011, el editor de la revista Vlast, Máxim Kovalski, fue despedido por una foto que se consideraba irrespetuosa hacia Putin.
Todo esto, según el investigador sobre periodismo Vasili Gatov, encaja en un patrón predeterminado según el cual el Kremlin trata de controlar la opinión pública ejerciendo presión sobre las agencias de noticias de su propiedad.
Y si el Kremlin no puede comprar una agencia de noticias, entonces “crea las condiciones para su quiebra”, afirma Gatov.
Pero una multitud de medios rusos que no son propiedad de extranjeros pero que se mantienen independientes del Kremlin y los oligarcas afines al Gobierno se han convertido en objetivo, a menudo acusados de extremismo.
En marzo, el editor en jefe de la web de noticias de corte liberal Lenta.ru fue despedido poco después de publicar un enlace a una entrevista con el líder nacionalista ucraniano Dmitri Yarosh. Muchos de los periodistas del medio se fueron también como protesta por la decisión, escribiendo en una carta colectiva de dimisión que “en los últimos años el espacio para el periodismo independiente en Rusia ha disminuido dramáticamente”. Desde entonces, el personal ha lanzado una nueva página, Meduza, desde una sede en Riga.
Dozhd TV, una emisora de televisión por cable a menudo crítica con el Kremlin, vio cómo se le retiraba la publicidad después de publicar una encuesta sobre si la URSS tenía razón al defender Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, dado que perdió millones de vidas en el sitio. A resultas de una ley redactada apresuradamente que prohíbe la publicidad de pago en la televisión por cable a partir de 2015, parece que a este canal le quedan ahora pocas opciones.
El aumento de la presión sobre los medios independientes en Rusia está acompañado con una poderosa campaña para hacer llegar las noticias promovidas por el Kremlin al público y los usuarios de internet de todo el mundo.
El presidente Vladímir Putin explicó la lógica del movimiento en un reciente discurso en una reunión del club Valdái, en el que colmó de críticas la postura de los EE UU en la crisis de Ucrania y su papel dominante en el mundo post Guerra Fría: “El control total de los medios de comunicación ha hecho posible que llamasen blanco al negro y negro al blanco a voluntad”.
Pero según Robert Ortung, subdirector del Instituto de Estudios Europeos, Rusos y Euroasiáticos de la Escuela Elliot de Asuntos Internacionales, en la Universidad George Wahington, los objetivos del Kremlin podrían ser bastante más cínicos que simplemente corregir lo que es, en su opinión, una oferta mediática sesgada.
“Eliminando la discusión sobre cualquier alternativa posible a las directrices gubernamentales”, el Kremlin se asegura la pasividad de la mayoría de los rusos, dice Ortung.
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