Crimea cuenta con el mayor campamento infantil de Rusia

Tras la incorporación de la península el centro Artek cambia sus programas internacionales. Fuente: Mijaíl Mordásov

Tras la incorporación de la península el centro Artek cambia sus programas internacionales. Fuente: Mijaíl Mordásov

Este año el centro infantil más antiguo y más grande del país acogerá a un número de niños tres veces menor que habitualmente. En el campamento apenas hay niños extranjeros. Artek, que fuera un legendario campamento soviético, ahora pertenece a Rusia y está introduciendo cambios para llegar a ser un destino comercial de gran éxito.

Fundado en 1925 como campamento de tiendas de campaña para niños aquejados de tuberculosis, en su primer verano de existencia Artek acogió a 320 colegiales. A lo largo de medio siglo este campamento infantil situado en la costa sur de la península de Crimea y que fuera el más importante de la Unión Soviética, acogía cada año 35.000 colegiales soviéticos y extranjeros.

El centro infantil Artek ocupa un territorio de casi 210 hectáreas de la mejor tierra de la península, cerca del pueblo de Gurzuf (1.270 kilómetros al sur de Moscú). La mitad de Artek consiste en playas y parques. En ese contexto está ubicada toda una ciudad infantil con su propia escuela, museos, bibliotecas, hospital y estadio de fútbol.

Este año Artek ha estado casi seis meses vacío. Si antes el 70% de las plazas se subvencionaban y distribuían entre colegiales de Ucrania, ahora se han negado a pagar los servicios del centro infantil en el disputado territorio de Crimea. Artek no abrió hasta finales de mayo y no al completo.

Una temporada sin extranjeros

Este año, por primera vez en doce años, se han anulado los intercambios internacionales y el festival “¡Cambiemos el mundo para mejor!” (“Let’s Change the World for the Better!”), que congregaba a delegaciones de 50-70 países.

El festival infantil, el más grande del mundo, se celebraba al más puro estilo de las tradiciones del Artek soviético, que cobró fama por su intensa actividad internacional. Los participantes traían consigo trajes nacionales, instrumentos musicales, suvenires y golosinas.

A lo largo de tres semanas daban a conocer unos a otros las culturas y tradiciones de sus países. La tradición soviética se mantenía también con respecto al pago de las estancias de estas delegaciones. El festival estaba financiado por la fundación All-Ukrainian Charitable Foundation of Hope and Good.

“Ya en noviembre, cuando empezaron los altercados en Maidán, en Kiev, se hizo evidente que el intercambio internacional no se celebraría este año”, cuenta Nadezhda Burakova, metodóloga de la sección de programas del departamento de programas formativos e internacionales de Artek.

“Siempre nos esforzamos en que los niños de diferentes países hagan amistad. Este año no hemos intentado llevar a cabo intercambios internacionales, aunque sólo sea porque nos hallamos bajo un nuevo marco jurídico y aún no sabemos cómo actuar”.

Vienen por el ruso

A principios de agosto se cerró el octavo intercambio de Artek, que se tituló “Tenemos amigos en todo el planeta”. Algunos niños llegaron de países extranjeros. Se trata de una iniciativa privada de padres rusófonos que tienen raíces en alguno de los países del espacio postsoviético.

Robert Pussfält, de catorce años, llegó a Crimea procedente de Suecia. El ruso es la lengua natal de sus padres, pero para Robert, un idioma extranjero. A principios del intercambio los padres solicitaron a los trabajadores de Artek que sólo hablaran en ruso con el niño.

El primer día Robert se quedó en la cama y no estableció contacto con nadie, hasta que una de las chicas no se puso a hablar con él en inglés. Se animó, conoció al resto del grupo y pronto empezó a hablar en ruso. Al cabo de tres semanas de práctica intensiva de la lengua, Robert es capaz de hablar con fluidez el idioma, conoce palabras de difícil pronunciación como “sujariki” (picatostes) o “skameechka” (banquito), e incluso bromea en ruso. Pero sólo accede a conceder esta entrevista en inglés.

“Cuando llegué al campamento, tenía mucha vergüenza y estaba nervioso porque hablaba mal el ruso. Y aún pensaba que los chicos rusos eran agresivos y que buscarían pelea. Pero resultó que no fue así. Se acercaron y empezaron a comunicarse conmigo, sentí que los comprendía y empecé a contestarles en ruso. Rápidamente nos hicimos amigos y ahora estamos haciendo planes para encontrarnos en Artek el año que viene”.

Un principio comercial

En junio fue nombrado director general de Artek Alekséi Kasprzhak, ex vicerrector de la Escuela Superior de Economía de Moscú.

“Cuando llegué a Artek y examiné el territorio, en algunos lugares me dio la impresión de que me encontraba en Chernóbil”, cuenta Alexéi Kasprzhak. “En la Federación de Rusia los requisitos para organizar el ocio infantil son mucho más estrictos que en Ucrania. Las infraestructuras no se encontraban en buen estado. El gobierno de Rusia destinará 1.000 millones de rublos (28 millones de dólares) hasta finales de 2014 para las medidas iniciales de desarrollo y remodelación de Artek”. En paralelo, Artek descartará los programas ineficaces bajo el punto de vista de la nueva dirección.

“No volverán a estar en vigor los principios según los cuales operaban los campamentos internacionales”, señala Kasprzhak. “Tenemos que salir al mercado, queremos ser competitivos. Para que vengan a Artek no porque el gobierno les haya concedido una plaza gratuita sino porque aquí se ofrecen servicios de calidad”.

Se espera que el gobierno ruso, como anteriormente hacía el ucraniano, subvencione y distribuya una parte de las plazas de Artek. Pero por ahora no se sabe de qué cantidad se tratará concretamente. El ocio de los niños extranjeros se prevé que tenga una base comercial y que se pueda captar a futuros clientes mediante programas educativos y de eventos interesantes. Inaugurar ciclos dedicados al cosmos, a la ciencia, al ballet… Todos ellos ámbitos en que la excelencia rusa es de sobra conocida.

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