Desde hace siete años hay un aumento del consumo. Entre los más demandados están los granos procedentes de Colombia y Cuba. Fuente: ITAR-TASS
La tienda más antigua de tés y cafés de Moscú se encuentra en el centro de la ciudad. El edificio se construyó a finales del siglo XIX, durante el reinado de Nicolás II. Desde entonces, el local se ha convertido en la tienda de cafés y tés más famosa de la capital. Los vendedores de la sección de cafés llevan 20 años trabajando en la tienda y lo saben todo sobre las preferencias de los rusos.
Svetlana nos cuenta que los compradores se decantan sobre todo por los cafés procedentes de Brasil, Cuba, Colombia e Indonesia. “Sobre todo las personas más mayores, puesto que estos eran los cafés que se podían encontrar en las tiendas durante el periodo soviético: el de Cuba y el de Colombia. Los jóvenes compran más cafés con añadidos, porque ellos prestan más atención a los aromas que a la calidad de la bebida”, explica. Y, en efecto, mientras hablamos entra una chica de unos 25 años en la tienda y compra una gran cantidad de cafés aromatizados. De cada tipo de café se lleva 50 gramos. Todo el escaparate está lleno de pequeños paquetitos.
Yulia dice que al día venden una media de 100 kg de café, por lo que es difícil calcular qué tipo y cuándo se vende más. “A veces entra una vieja desaliñada y se lleva unos 500 dólares de nuestro mejor café, y después entra un hombre con un traje muy caro y me pide 50 gramos del café más barato”, explica Yulia.
En los últimos 10 años, el volumen diario de venta de café en Rusia ha crecido entre un 6 y un 8 %. El consumo de café en Rusia se concentra en Moscú y San Petersburgo, 2/3 del total.
“Tenemos un cliente habitual al que le encanta el café indonesio Kopi Luwak, un café muy caro y con un proceso de producción muy específico (consiste recoger los granos de café excretados por unos animales de la familia de los vivérridos, la civeta, que ingiere el fruto maduro de la planta del café, digiere la carne que cubre los granos y durante la defecación los excreta; después de recogerlos, estos se lavan y se secan al sol). En cada ocasión se lleva 3 kg. Aunque la mayoría de los hombres, al enterarse de cómo se obtiene este café se niegan incluso a probarlo, mientras que las mujeres están dispuestas a experimentar”.
La chica recuerda también que no hace mucho entró un hombre en la tienda y preguntó si tenían café de Costa Rica. Al parecer había tenido un sueño en el que durante un partido del Mundial el equipo de Costa Rica metía un gol y todos lo celebraban; entonces, un costarricense se giraba y le preguntaba: “¿De qué te alegras tanto, has probado al menos nuestro café?”.
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Este amante del fútbol acudió a la tienda a primera hora de la mañana solo para probarlo.
Los rusos son muy susceptibles a la publicidad. Recientemente, la presentadora de un conocido programa de salud contó que el café verde es bueno para perder peso.
“Tuvimos un aumento rabioso de la demanda para este producto. La gente se llevaba varios paquetes de golpe y muchos volvían a por más”, nos cuenta Svetlana. “Aunque su sabor es horrible y para beberlo hay que ser muy leal al estilo de vida saludable”.
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Svetlana dice que con una cafetera cara se puede utilizar un café barato, pero para poder apreciar los matices de los diferentes sabores hay que preparar el café en una cafetera turca.
El director general de la productora de café Julius Meinl Russland, Anton Greiler, que lleva más de un año viviendo en Rusia, afirma que la mayoría de los rusos preparan el café en casa precisamente con este tipo de cafeteras, aunque de momento sigue prevaleciendo el consumo de café soluble (80 %).
“En Rusia el café de grano se prepara sobre todo en cafetera turca. Se trata de un legado de la Unión Soviética: las primeras aparecieron durante las Olimpiadas de 1980, cuando aún no había cafeteras de importación”, comenta. El experto señala que la cultura del café se está desarrollando ahora en Rusia a un ritmo vertiginoso. Svetlana le da la razón y afirma que en los últimos seis-siete años su volumen de ventas ha alcanzado el nivel de la venta de tés, cuando antes era mucho menor.
Greiler ha señalado también que los rusos se caracterizan por otra costumbre: “para ellos el tabaco y el café son inseparables, y este se consume también después del alcohol para bajar la borrachera”.
María bebe entre tres y cuatro tazas de café al día, siempre solo. Y no le gusta nada el café de máquina. “Para mí el café requiere seguir un ritual, hay que sentarse y relajarse. El mejor café es solo el que prepara una misma con la cafetera italiana más sencilla”, dice la chica. “La gente toma cada vez más café y está empezando a entender un poco, aunque la mayoría de mis colegas beben sin pensar en la calidad de la bebida”.
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