La vida cotidiana tres meses después de integrarse a Rusia. Fuente: Ria Novosti
Es verano y hace 25 grados a la sombra. Estoy en la gasolinera de una de las principales carreteras de Crimea, que une las ciudades más importantes. El amo de un Lada Priora llena el depósito del vehículo y entorna los ojos en dirección al sol. Lleva el asiento trasero del coche lleno de cajas con grandes fresas amarradas entre sí. “Este año la cosecha ha sido tan cuantiosa que las vendo baratas: a 1,5 dólares el kilo en lugar de 2,5 ó 3,5 dólares”, dice el hombre. Rashid (con ese nombre se ha presentado) es un tártaro originario de la parte esteparia de Crimea. Su familia lleva dos décadas dedicándose al negocio de la fruta. A las 5-6 de la mañana Rashid pasa por los pueblos, deja las cajas y al cabo de dos horas las coge llenas ya hasta los topes de fruta. De esta manera puede recoger hasta una tonelada de fresas a lo largo de una mañana.
La aritmética del negocio es sencilla: las compra a 50-80 céntimos el kilo y las vende en las grandes ciudades de Crimea a los mayoristas a un precio entre tres y cinco veces más caro. “En los mercados el cálculo sólo se hace en rublos, el precio en grivnas se menciona por costumbre, pero si el día es malo tengo el dinero en euros”, dice.
Con la entrada de Crimea en Rusia pocas cosas han cambiado para Rashid: él es un comprador de frutas al por mayor y lo más horrible que le puede pasar en su trabajo es que haya mala cosecha. A la familia de Rashid, al igual que a muchos otros crimeos, le da de comer directamente la tierra. A él se le puede llamar, aunque a duras penas, representante de la pequeña y media empresa, que es la que compone el esqueleto de la economía de la península.
El negocio turístico sale de la sombra
Es evidente que en la actualidad cualquier negocio en Crimea atraviesa una etapa de turbulencias: las personas jurídicas tienen que volver a registrarse, estudiar el nuevo sistema fiscal y abrirse cuentas corrientes en bancos rusos. Respecto a estos particulares hace ya un par de meses que surgieron problemas.
Pero ahora, en la península, se han abierto 300 sucursales de bancos (un dato para la comparación: antes del referéndum en la península operaban 900 sucursales).
“Antes trabajábamos a través de la oficina de Kiev, teníamos una compañía en Ucrania, concluíamos acuerdos para ajustar las cuentas con los sanatorios de Crimea” dice Alexéi Vysokanov, presidente del grupo de la compañía Multitour (especializado en excursiones a los países de la CEI - Comunidad de Estados Independientes). Su empresa lleva trabajando con Crimea desde 1997. “Ahora trabajamos directamente con ellos. Lo único es que, según la legislación ucraniana, para concluir un contrato se necesitaban menos documentos que los que ahora nos exige la legislación rusa. Es decir, todo era más sencillo. Cuando empezamos a trabajar directamente con Crimea, nadie de allí sabía a ciencia cierta qué había que hacer, pero, en resumidas cuentas, los hoteles accedieron a nuestras condiciones”.
De hecho, el turismo siempre ha sido fundamental en Crimea. Las empresas gestoras que trabajan en el sector más económico sienten lo que les espera en un futuro: se ha desatado una lucha por el turista y los propietarios de los pequeños hoteles privados que no registren su negocio y que ofrezcan lo mínimo tienen todas las de perder.
El crimeo Nikolái, por ejemplo, posee un pequeño hotel de seis habitaciones al sudoeste de la península, no lejos de Sebastopol, en el poblado de Uglovoe. Su empresa trabajaba de manera ilegal y no pagaba impuestos.
“Ahora diciendo que las seis habitaciones las ocupan amigos ya no hay modo de librarse”, dice, preparándose para las comprobaciones del comisario de policía y de cobradores de impuestos. Además, al lado ha abierto un hotel-pensión con numerosos servicios y piscina Atelika Tavrida. La perspectiva de tener que legalizar el negocio le hace plantearse venderlo.
Los salarios crecen por debajo de los precios
Los cigarrillos todavía se venden con viejos sellos de impuestos y cuestan un 15-20% más baratos que en el vecino krai de Krasnodar. En primavera se produjo una gran afluencia de pequeños vendedores privados. “En febrero-marzo llegaban vehículos de Stavropol (ciudad al sur de Rusia, junto al krai de Krasnodar), cargaban cajas con cervezas y cigarrillos e iban todo el día de arriba abajo”, recuerda Alexéi Vysokanov.
El surtido de supermercados sigue siendo igual que antes, pero han comenzado a desaparecer los caramelos ucranianos. Lo cierto es que muchos habitantes, esperando la llegada de los negocios rusos, han empezado a acaparar mercancías de larga duración, como azúcar, pasta y cereales.
En Crimea, los precios de las frutas y de la canasta básica de alimentos antes de pasar a integrar la Federación de Rusia eran un 15-20% más baratos. Por ejemplo, los ingresos mensuales de un empleado de la policía ucraniana ascendían a unos 356 dólares. Precisamente es lo que Mijaíl, colaborador de las fuerzas del orden, percibió a finales de febrero. Para jubilarse prácticamente no le quedaba nada, unos tres meses. Pero en abril fue nombrado policía ruso, con un salario de 1.760 dólares, a condición de que pasara una evaluación, por supuesto. Mijaíl recobró el ánimo: “Pensaba en la jubilación, eso es todo. ¡Pero resulta que aún soy joven!”.
A los crimeos les gusta decir: “si la vida te ha sido dada, tienes que vivirla en Crimea”. Sea como sea, en marzo de este año la vida de los crimeos cambió drásticamente y en un futuro próximo serán capaces de valorar este cambio en sus justa medida.
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