Dos caras de la sociedad rusa: jóvenes activistas frente a pensionistas nostálgicos

Los sociólogos hablan de una polarización social, que tiene como eje principal la diferencia entre generaciones. Fuente: Ria Novosti

Los sociólogos hablan de una polarización social, que tiene como eje principal la diferencia entre generaciones. Fuente: Ria Novosti

Según los sociólogos la población rusa se ha polarizado en dos grupos antagónicos. Apuntan que hay una gran diferencia entre las generación más joven y la nacida poco después de la Segunda Guerra Mundial.

Trabajadores del Instituto de Sociología de la Academia de las Ciencias de Rusia han calculado el nivel de participación ciudadana en el país eslavo. A finales de junio se  publicó un informe titulado “Activismo ciudadano: nuevos sujetos en la actividad sociopolítica” en el que se incluyen  numerosas encuestas a la población realizadas por todo el país en marzo de 2014.

Los sociólogos han determinado la relación de los rusos con los valores democráticos, cómo evalúan estos la política de su país, si están conformes con el trabajo de la administración y si están dispuestos a protestar en caso de que se vulneren sus derechos.

Al parecer, hay una mayor inclinación a la protesta entre la generación más joven nacida en los años 80, durante la perestroika, una época de cambios en la historia de la Unión Soviética que coincidió con el colapso de la URSS. Esta generación se caracteriza por una mayor amplitud de miras, participa en las redes sociales y utiliza dispositivos móviles.

“No veo la televisión, las noticias las leo en internet, donde hay mayor elección”, dice Anna Petrova. Ella encaja en la descripción que hacen los sociólogos de la típica ciudadana activa rusa: una persona con educación superior, que ronda los 30 años y vive en una gran ciudad. Anna terminó su primera carrera universitaria en los años 90 en San Petersburgo, a donde llegó desde Siberia para después mudarse a las afueras de Moscú. Ahora da clases de coreografía a niños.

Anna se define como una persona alejada de la política y lee con angustia las noticias que llegan desde Ucrania, donde viven sus parientes. Los asuntos internos de la ciudad donde vive y el trabajo de las autoridades locales le provocan un profundo sentimiento de injusticia.

Hace dos años, el centro cultural en el que trabajaba el círculo de Anna se vio amenazado con el cierre. “No me gusta hablar de política, pero esta situación me tocaba de cerca; los niños podían quedarse sin el espacio en el que durante años habían practicado danza”, explica.

Las autoridades locales no fueron capaces aclarar el destino del edificio. Entonces Anna organizó una recogida de firmas entre la ciudadanía en defensa del centro y envió cartas tanto a la administración del presidente como a los altos cargos federales y locales.  

El tipo conservador

Fuente: Ria Novosti

Los sociólogos señalan que en Rusia se ha consolidado otro tipo de ciudadano participativo, opuesto a los ‘hijos de los 80’. Esta vieja generación está conformada por los nuevos pensionistas que viven en la Rusia profunda.

El representante típico de este grupo, según los datos aportados por el estudio, nacieron a mediados del siglo pasado, poco después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Para ellos, sigue vivo el recuerdo de la Unión Soviética, las organizaciones del Komsomol, los retratos de Lenin y las manifestaciones comunistas. Suelen recordar los tiempos pasados de una manera crítica, aunque con los años esta crítica se va atenuando.

Anatoli Tregunov —un pensionista que reside en la pequeña aldea de Bélaya Glina, en el krai de Krasnodar— continúa asociando los ordenadores con los pesados armarios del instituto de investigación de los Urales, desde donde el joven ingeniero fue destinado al sur de Rusia en los años 70. “Teníamos uno de esos ordenadores bastante potente”, recuerda Anatoli. “Estábamos muy orgullosos de él. Incluso venían a verlo expresamente colegas de otros institutos. Cuando estaba encendido emitía un fuerte zumbido”.

Ahora los ordenadores le inspiran respeto y algo de recelo; suele acercarse a su hijo —que es programador— para echar una mirada por encima del hombro, y después se retira a leer en su habitación. Su principal entretenimiento son los libros, las revistas y la televisión; sobre todo cuando no puede ir a pescar al río local.

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A Anatoli le gusta discutir de política y de actualidad en la cocina, acompañado de sus vecinos o de sus parientes. Simpatiza con los comunistas rusos actuales, aunque siempre se recuerda que “no son los mismos de entonces”. Reprende al gobierno, aunque relata los acontecimientos de Ucrania y de Crimea con orgullo, comparándolo con los tiempos de la Guerra Fría y con la confrontación entre Oriente y Occidente. “Nosotros les enseñaremos”, suele decir entre dientes Anatoli después de ver las noticias en la televisión mientras amenaza a alguien con el puño.

Desde la aldea donde vive este pensionista hay dos horas en coche hasta la ciudad más cercana. Una parte significativa de sus habitantes vive en edificios muy viejos; las paredes de algunos de ellos recuerdan a los tiempos del Imperio ruso, de la revolución y de las ejecuciones estalinistas. “En la aldea tenemos problemas de sobra: hay continuos cortes en el suministro de agua y electricidad, los gastos de comunidad no dejan de subir, la escuela local tiene goteras y las carreteras están llenas de agujeros”. 

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Mientras tanto, los sociólogos afirman que el descontento es mayor en las pequeñas ciudades y en los pueblos que en Moscú y San Petersburgo, considerados el centro neurálgico de las protestas.

Según el estudio, los ciudadanos de los pueblos (un 40 % de los encuestados) y de las pequeñas ciudades (45 %) muestran una mayor disposición a protestar en defensa de sus derechos económicos y sociales que los de las grandes ciudades, donde solo una cuarta parte de los encuestados manifiesta estar dispuesta a participar en las protestas. No obstante, los investigadores señalan que los ciudadanos activos de las grandes ciudades tienen más posibilidades de conseguir algo que los activistas de la Rusia profunda.

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