5 supermodelos rusas de principios del siglo XX

Al concluir la Primera Guerra Mundial, en París vivían muchas inmigrantes de la Rusia revolucionaria. Mujeres educadas, letradas y con un buen dominio del francés. Las aristócratas rusas, conocedoras de las leyes de la moda y en busca de un modo de ganarse la vida, se convirtieron en las maniquís de las casas de moda de París. Su belleza, sus modales aristócratas, su encanto y su capacidad para presentarse a sí mismas generaron inmensas ganancias a conocidas marcas.

Natalie Paley

La primera belleza rusa que pasó de modelo a estrella de Hollywood. Su padre era el gran duque Pável Alexándrovitch, hijo del emperador Alejandro II. Después de la Revolución, abandonó la Rusia soviética junto a su madre y su hermana, y se trasladaron a París.

Trabajó como modelo para las casas de moda ruso-francesas Iteb e Irfe y rápidamente se ganó al sector parisino: le salieron imitadoras y se convirtió en la reina de la moda.

Coco Chanel recomendó Natalie a la prestigiosa agencia de Lucien Lelong, quien ponto se casó con ella. Después de su ruptura con Lelong, partió a Hollywood y se casó con el productor de Broadway John Wilson. Se habló mucho de su escandaloso romance con el escritor Remarque. Natalie fue en varias ocasiones portada de Vogue y dio nombre a uno de los perfumes de la marca Lelong.

María Eristova

Nació en Tiflis, pero ya de niña fue criada en San Petersburgo y después, como dama de la emperatriz Alexandra Fiodorovna.

Nicolás II, impresionado por su belleza, le dijo: "Es un pecado, princesa, ser tan hermosa". Después de la Revolución, María se marchó al Cáucaso y luego, a París. En 1925 fue invitada a trabajar en Chanel y se convirtió la imagen de la marca en toda Rusia.

Eristova era el estilo personificado de belleza morena y delicada, muy de moda en la década de 1920 y en línea con el enfoque de Chanel en esos años; además, a Coco le impresionó que trabajase para ella "una verdadera princesa rusa". En aquella época, la profesión de modelo consistía en “hablar”. Era necesario dominar varios idiomas extranjeros para explicar a los clientes las cualidades de los modelos que llevaban, las particularidades de las telas, el corte o las decoraciones. Así fue como María, que hablaba a la perfección tres idiomas, hizo mucho dinero.

Teya (Ekaterina) Bobrikova 

De 1927 a 1934 trabajó en la casa de moda Jeanne Lanvin. Y a su ejemplo creó una firma propia: Katrin Parel. Parel significa "hecho por uno mismo". La firma de Ekaterina existió hasta 1948. Y, al igual que los grandes modistas, creaba dos colecciones al año, aunque pequeñas. Entre los clientes de Katrin Parel se encontraban actrices parisinas famosas en aquella época, como Michelle Morgan y Liz Goti. La firma de Bobrikova diseñó el vestuario para la película Sinfonía pastoral, premiada en el Festival de Cine de Cannes.

 

Liudmila Fedoséyeva

La modelo rusa más bien pagada: la supermodelo de la emigración.

Trabajó en la Francia ocupada, y fue considerada una de las principales modelos rivales del III Reich. Su carrera está directamente relacionada con el desarrollo de la fotografía de moda, que por entonces ya se había convertido en una importante herramienta de publicidad en el sector. Sus sesiones de fotos, de la mano de Horst P. Horst, Edward Steichen o George Hoyningen-Huene, lograron que se mantuviera en las páginas de Vogue y Harper´s Bazaar.

A Liud la fotografiaron en acción para revistas y anuncios, y por ella se pelearon Elsa Schiaparelli y Coco Chanel. Una fotografía de Liudmila en un vestido de estilo antiguo, tomada por Horst, se considera hoy un ejemplo de cómo capturar la moda. En la víspera de la liberación de París se marchó a Argentina, pero a su regreso ya no recuperó el trabajo ni la gloria pasados. En la década de 1950, la exestrella de la pasarela y las revistas trabajó primero como empleada de unas líneas aéreas, y luego fue lavandera en una residencia de ancianos inmigrantes.

Iya Gué (Lady Abdi)

El tatarabuelo de Iya era un francés que había huido a Rusia durante la Revolución Francesa. 

La Primera Guerra Mundial atrapó a Iya con su madre en Alemania, desde donde fueron capaces de huir a Suiza, y luego a Francia. Ante una difícil situación financiera, se dirigió a los Campos Elíseos en busca de un trabajo con las hermanas Callot.

Éstas le ofrecieron hacer “de maniquí”, por lo que le pagaban 450 francos con desayuno incluido. Y ésta fue su salida. Estando allí, un cliente inglés le echó ojo, pero la casa Callot era muy estricta en lo referente a estas cuestiones y se negó a propiciar el encuentro.

Sin embargo, pronto los jóvenes coincidieron en un restaurante y Robert E. Abdi, quinto barón de una rica familia noble, se convirtió en su esposo. Tras divorciarse de Abdi, Iya retuvo el título nobiliario y fue invitada por la propia Coco Chanel a su firma.

Allí se convirtió en el paradigma de la elegancia: sus retratos se publicaron con frecuencia en Vogue y otras revistas de moda. Las grandes modistas le ofrecían sus vestidos para que los luciera en eventos sociales, ya que a menudo era invitada a los bailes y fiestas que entonces organizaba en París el Conde Cyril de Beaumont, un auténtico bon vivant.

Más tarde, a Abdi le fascinó el teatro y participó en varias representaciones. Era alta, rubia, de ojos azules, con un porte perfecto y un rostro orgulloso: el de saber lo que vales.

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Publicado originalmente en ruso en Rússkaia Semerka.

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