Fuente: Ria Novosti
La maternidad subrogada es un procedimiento mediante el cual una mujer se somete de manera voluntaria al a fecundación in vitro para llevar y dar a luz a un niño biológicamente ajeno que será entregado a su nacimiento a sus padres biológicos. Estos últimos tendrán el estatus jurídico de progenitores a pesar de que haya sido otra mujer la que ha dado a luz a su hijo.
Según la legislación rusa, puede ser madre de alquiler una mujer de entre 20 y 35 años que tenga al menos un hijo propio sano, que haya pasado un examen médico y que dé su consentimiento por escrito para esta intervención médica. Si está casada, necesitará también el consentimiento por escrito de su cónyuge.
En Rusia, Estados Unidos, Sudáfrica y Ucrania la maternidad subrogada es procedimiento permitido, que incluso puede llevarse a cabo a cambio de dinero. Es ilegal en España, Italia, Francia y varios países de la UE. En México se está contemplando la posibilidad de legalizarlo. En Argentina la cuestión sigue siendo motivo de controversia.
Las leyes de Israel, Canadá, Gran Bretaña y varios estados de Estados Unidos prohíben únicamente la maternidad de alquiler con fines comerciales.
Sin embargo, el tema de la maternidad de alquiler, debido a su complejidad moral y ética, sigue siendo un asunto bastante cerrado y no se somete a ningún tipo de estadística. En la mayoría de los casos, los padres que toman esta decisión intentan que el asunto no transcienda. Para dar mayor veracidad a los ojos de los demás, muchas mujeres incluso imitan el embarazo, solicitan la baja por maternidad o viajan al extranjero.
En España la práctica está prohibida, de modo que no hay registros oficiales. Sin embargo los profesionales del sector aseguran que durante la última década ha habido cientos de casos de alquiler de vientres en el extranjero. En la primera Feria de Reproducción Asistida celebrada en Valencia en octubre pasado hubo cinco empresas extranjeras que ofrecían vientres de alquiler.
Las madres de alquiler se pueden encontrar de
distintas maneras. En ocasiones se pide este delicado favor a alguna familiar o
amiga cercana. Es posible también dirigirse a clínicas especializadas que
cuentan con bases de datos de potenciales vientres de alquiler. Además, existen
organizaciones mediadoras que se dedican a las cuestiones jurídicas y
financieras del proceso.
No todo es tan sencillo
El procedimiento no es nada barato. Los precios oscilan entre los 15.000 y los 50.000 dólares, que comprenden el salario, alimentación y tratamiento de la madre de alquiler más sus honorarios. Sin embargo, no existe ninguna garantía de que el proceso se desarrolle a la perfección.
La madre de alquiler puede negarse a entregar al bebé y en Rusia este tipo de conflictos suelen resolverse a su favor. Para evitar estas situaciones hay que describir claramente las obligaciones de ambas partes en el contrato e introducir sanciones económicas por incumplir el acuerdo. También se dan casos a la inversa, en los que los padres intencionales se niegan a aceptar el bebé si este nace con malformaciones. Y en ocasiones, en lugar de un solo bebé nacen gemelos.
Aída, de la ciudad de Ufá, ya ha pasado por todas las complicaciones posibles a la hora de escoger una madre de alquiler. Está casada desde hace ya 15 años y ella y su marido llevan diez años intentando tener un hijo. “Hemos tenido ya dos malas experiencias con madres de alquiler. La primera pasó el examen médico y el tratamiento a nuestra cuenta, pero justo en el inicio del programa averiguamos que ya se había quedado embarazada anteriormente y no nos lo había querido decir... La segunda chica cumplía los requisitos médicos, pero según indicó un examen más detallado, había ocultado ciertos datos de su estado de salud”, comenta Aída.
Ahora sigue buscando: “Hay muchos temores y preocupaciones que cada día que pasa se hacen más grandes. Tememos que las chicas no cumplan todas las prescripciones médicas, que no se lo tomen en serio”. Aída señala que la legislación rusa tiene vacíos legales en este asunto. “La madre de alquiler no es la madre biológica del bebé, pero como ella ha dado a luz se convierte automáticamente en madre. Este es el principal problema”.
Marina, de Moscú, el año pasado fue madre de alquiler. Tiene 29 años, está casada y tiene un hijo. No entiende por qué mucha gente no aprueba la maternidad subrogada: “No veo absolutamente nada malo en ello: todos quedan contentos, los padres, la madre de alquiler y el niño. ¿Por qué no dar a unas personas que lo desean la posibilidad de ser padres?”.
Sin embargo, antes de participar en este programa Marina tenía serios temores: “No sabía cómo se desarrollaría la relación con los padres del futuro bebé, temía quedarme con un niño en las manos que no era mío, tenía miedo de que el embarazo fuera problemático”. Pero todo salió bien: Marina dio a luz a un niño sano, lo entregó a esta pareja y siguió con su vida. “Dicen que no es posible entregar a otras personas un bebé que tú has llevado y al que has dado a luz. Pero yo era consciente desde el principio de que el niño no era mío, de que tenía una gran responsabilidad, de que estas personas confiaban en mí”, comenta Marina.
Yulia, una joven de 25 años que vive en Cheliábinsk, no tuvo la misma experiencia. Hace varios meses dio a luz a un niño y lo entregó a sus padres legales, pero desde entonces no ha sido capaz de conciliar la idea. “Yo sabía que tenía que entregarlo, no tenía ninguna intención de volverme loca y suplicarles que me dejaran quedarme con él. ¡Pero qué difícil está siendo! Quiero ser su madre, oír sus primeras palabras, verle dar sus primeros pasos”.
Yulia tiene previsto volver a ser madre, pero esta vez ya no de alquiler: “Supongo que no estoy hecha para eso. Es muy fácil decir que yo tengo la culpa, que sabía lo que me hacía, etc. Pero quien no haya pasado por esto nunca podrá entender cómo se siente una mujer cuando le quitan de las manos un bebé al que ha estado ligada durante todo un embarazo”.
A pesar de que existen varias opiniones sobre la maternidad subrogada, se puede afirmar con toda seguridad que seguirá gozando de gran demanda mientras existan parejas que no pueden tener hijos.
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