Una mujer baila durante una sesión del médico-psicoterapeuta Anatoli Kashpirovski. Fuente: Ígor Kostin / Ria Novoti
A principios de abril de 2014 la policía judicial de la República de Tatarstán desalojó a 15 personas de un edificio situado en la ciudad de Kazán; eran los últimos miembros de una secta religiosa, conocidos como los ‘faisrajmanistas’, por el nombre del líder. Faisrajman Sattarov, que ahora tiene 85 años, hace 40 era adjunto del muftí de la Dirección Espiritual de los Musulmanes de Tatarstán.
En una ocasión, vio una chispa detrás de un trolebús y decidió que se trataba de Alá. Sattarov se autoproclamó profeta, reunió a un centenar de seguidores, declaró una parcela de su propiedad Estado independiente y cortó toda comunicación con el mundo exterior. Cuando dos décadas después las autoridades encontraron el modo legal de entrar en la parcela, descubrieron una ciudad subterránea de ocho niveles situada debajo de la casa.
70 personas estaban viviendo en unas minúsculas celdas llenas de humedades; no se habían sometido nunca a una revisión médica ni habían tomado medicamentos; los niños no iban a la escuela y algunas menores de edad estaban embarazadas.
La idea vivir en un retiro permanente del mundo suele encontrar adeptos con facilidad. En otoño de 2007, se encerraron bajo tierra en la región de Penza 35 seguidores de las enseñanzas de un ingeniero llamado Piotr Kuznetsov, el cual se autodenominaba a sí mismo ‘skimnik Maxim’ (skimnik es el grado más alto de la clasificación monacal ortodoxa) y también ‘humilde Piotr’.
Los adeptos estaban esperando la llegada del fin del mundo y amenazaban inmolarse si los liberaban por la fuerza. Medio año después dos mujeres murieron y los seguidores salieron de su refugio voluntariamente.
El propio Kuznetsov nunca bajó al refugio subterráneo. Sus enseñanzas también proclamaban el rechazo a los avances de la civilización. Kuznetsov decidió organizar una secta tras divorciarse de su mujer, que no veía con buenos ojos el hecho de que su marido durmiera dentro de un ataúd y predicara unos valores de dudosa moralidad. Tras la muerte de algunos ‘ermitaños’, la policía detuvo a Kuznetsov y el tribunal lo condenó a tratamiento psiquiátrico.
“Cualquier secta empieza por un líder, el cual crea a su alrededor una organización a su imagen y semejanza. Hay características que son comunes a los líderes de todas las sectas: la ambición y el narcisismo”, comenta Alexander Dvorkin, especialista en sectas y director del Centro de Estudios Religiosos en nombre del santo mártir Ireneo de Lyon.
Según explica Dvorkin, bajo la influencia de una secta suelen caer personas fácilmente sugestionables. Por otro lado, resalta que hay pocas personas que no sean sugestionables y que, si además la persona está bajo estrés, controlarla resulta mucho más fácil. La segunda condición para caer en una secta es que el gancho de esta coincida con los intereses de la persona implicada.
“Nadie te invita directamente a entrar en una secta. Te invitan a un curso gratuito de inglés, a una revisión médica, a una divertida fiesta juvenil, a un taller culinario o de baile, a un círculo de personas que practican yoga o combate cuerpo a cuerpo, a ocupar un puesto de trabajo interesante y bien remunerado, a cursos de crecimiento personal o a una conferencia sobre el legado filosófico. Esto solo son algunas opciones, en realidad hay muchas más. Detrás de estas invitaciones puede haber oculta una secta”, explica Dvorkin.
Curanderos y profetas
En Rusia siempre ha habido sectas, pero estas se convirtieron en un fenómeno significativo con la llegada del cristianismo. La estricta administración soviética solo aceleró el desarrollo de las sectas totalitarias, a lo que también colaboró el progreso científico y el desarrollo de la psicología, el cual desveló cómo funciona la manipulación de las conciencias.
El Centro de Estudios Religiosos de Dvornik divide las sectas en varios tipos. La mayoría imitan a otras religiones reconocidas del mundo como el budismo, el hinduismo, el protestantismo o el cristianismo.
Por ejemplo, la secta del dios Kuza se reúne cerca de las iglesias ortodoxas, ayuda a los sacerdotes a organizar exposiciones itinerantes y después pide dinero a los asistentes a cambio de una plegaria para solucionar un problema de vivienda, para obtener ayuda en un juicio o para librarse de la dependencia de los ordenadores. Los adeptos a esta secta los ha captado un sacerdote invidente de 37 años llamado Andréi Popov, que se presenta a sí mismo como el dios Kuza. A sus enemigos los llama demonios, ‘verduras’ o ‘pepinos’ y sus adeptos están sometidos a una fuerte presión psicológica y física.
Estos reclutan seguidores con ímpetu y defienden ferozmente sus dogmas, entre los que hay algunos bastante peculiares, como la curación de las enfermedades con verduras. Por otro lado, los miembros del centro promueven el amor libre y persuaden a las chicas jóvenes a mantener relaciones con hombres casados.
En la secta Ashram Shambala, originada en Siberia, se celebraban con frecuencia orgías sexuales. Su líder, Konstantín Rudnev, fue condenado en 2013 a 11 años de cárcel en un centro de alta seguridad por tráfico de drogas y fraude: sus adeptos le llevaban el dinero de la venta de sus viviendas.
Crece en Rusia la demanda de magos y videntes
Condenado a 11 años de cárcel el fundador de la secta Ashram Shambaly
También son muy populares en Rusia los curanderos. En los años 90, dos de los curanderos e hipnotizadores más famosos de Rusia, Alan Chumak y Anatoli Kashpirovski, aparecieron en un programa de televisión hablando del poder curativo del agua.
Ya en el siglo XXI, Grigori Grabovói continuó su labor, prometiendo a las mujeres de la ciudad de Beslán que resucitaría a sus hijos, fallecidos durante el secuestro de una escuela por un grupo terrorista. En 2008, Grabovói fue condenado a 11 años de prisión por estafa.
Según los expertos, la mayoría de las sectas totalitarias no sobreviven a su líder. “Las sectas que superan una segunda generación son una minoría. Solo conozco dos sectas que existan desde hace varias generaciones: los mormones y los testigos de Jehová”, añade Dvorkin.
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