Cuando el jefe es padre, rey, amo y... motivo de chiste

Dibujado por Alena Répkina

Dibujado por Alena Répkina

Continuamos la serie de artículos sobre la cultura corporativa en Rusia. RBTH ha recopilado información sobre las mayores empresas de contratación de Rusia, ha hablado con los empleados de numerosas compañías de diferentes tamaños para realizar una serie de artículos acerca de las condiciones de trabajo en el país.

Borís Sherbatov, director general de Dell Rusia, cuenta que a principios de los años 90 esperaba que la nueva clase de gerentes con alta formación y mentalidad occidental sustituyera a los directores de soviéticos y que eso produjera un cambio en la economía rusa.

“Pero el modelo corporativo ruso es distinto del que se estudia en las universidades y en las escuelas empresariales”, afirma Sherbatov. “Un líder en Rusia es como un teatro de un solo actor. Aquí, para alcanzar el éxito hay que conocer a las personas adecuadas, lo más importante es la confianza y la delegación de poder se considera un ejemplo de mala gestión. Quienes entendieron esto hicieron carrera y fortuna en poco tiempo”.

Lo más importante en cualquier cultura corporativa es la jerarquía y el tipo de relación que se establece entre el jefe y sus subordinados. Si muchas empresas occidentales, incluso las grandes corporaciones, se caracterizan por un enfoque bastante liberal en cuanto al trato entre el jefe y sus empleados: se considera que es el primero entre iguales y existe la posibilidad de acudir directamente a la dirección para proponer nuevas ideas, presentar quejas, etc.

Por su parte, en Rusia el jefe debe elevarse por encima de sus subordinados. Bajo ningún concepto se considera que él sea un trabajador más; desde su silla, cual gobernante legítimo, dirige el patrimonio que se le ha confiado (la filial, el departamento, el equipo). Se trata de una regla que se puede aplicar a cualquier nivel. Por encima del jefe solo está el cielo, bueno... y su jefe. Entre el jefe y sus subordinados debe haber el mayor número posible de ‘escalones’: el adjunto, el ayudante del adjunto, la secretaria y la sala de recepción.

Una actitud indulgente del jefe hacia sus empleados se interpreta como la relación de un padre hacia sus hijos, un gesto de generosidad extrema para con su pupilo. Este modelo crea un sistema altamente burocratizado. Y sí, parece que esto tiene que ver con determinados rasgos culturales instaurados en la sociedad rusa. Aunque los trabajadores suelen bromear sobre este tipo de dirección y tanto la burocracia rusa como la figura del jefe protagonizan miles de chistes, un jefe que se comporte de otra forma no es un jefe. Y no se trata tanto del carácter personal de este, sino de unos modelos de comportamiento preestablecidos. Así que cualquiera que ocupe un puesto de jefe representará el papel que la sociedad le reserva.

“Nuestro jefe llegó y puso todos los puntos sobre las íes”, recuerda un empleado de una gran consultora.

De repente un día, en una reunión rutinaria, se levantó para decir que no necesitaba empleados que le dorasen la píldora: “Quiero que todos me digan la verdad a la cara, incluso si eso implica que se le despida”. Muy astuto.

Otro empleado de la misma empresa menciona el poder de convicción de su jefe: “Con nuestro jefe siempre hemos mantenido un fructífero intercambio de opiniones; llegas a su despacho con tu opinión y te vas con la suya”.

Independientemente de la eficacia de su gestión que, en muchos casos levanta pasiones, según una encuesta anónima del portal Superjob, en Rusia se tilda a los jefes de: ‘esclavistas’ (obligan a trabajar horas extras), ‘avaros’ (no suben los salarios), ‘idiotas’ (no suelen ver cosas que para sus subordinados saltan a la vista) y ‘vagos’ (por supuesto, para trabajar ya están los subordinados).

Nadie se atreve a decírselo a la cara, pero se trata de un tema de discusión obligatorio entre los empleados de un colectivo. A quien no comparta esta opinión se le considera a priori un ‘pelota’ o, peor aún, un ‘soplón’. 

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