Fuente: RIA Novosti
Inicios como francotiradora
Galina Slesareva conduce con valentía un todo terreno y salva vidas. Un psicólogo militar dice que "en ella se encuentran elementos masculinos y femeninos. En el momento necesario se impone uno u otro". Durante los estudios las pruebas mostraron una aptitud profesional del 100%. La única pega eran las emociones. "Recuerdo que le pregunté al psicólogo cómo vencerlo. Y me respondió: "No hay manera, es tu esencia femenina". En el informe escribió: "personalidad armoniosa y equilibrada", recuerda Galina.
Antes de eso la cadete Slesareva se había dedicado intensamente 15 años al tiro. Pasó las pruebas de francotirador, trabajó de instructora. "En realidad quería hacerme piloto militar", reconoce. "Después de la escuela hice todos los exámenes en Moscú. Visión nocturna, giros, sistema vestibular, todo estaba en orden. Físicamente estaba muy preparada. Pero en aquel entonces no aceptaban mujeres en la aviación, me rechazaron. Y después me gustó el tiro. En el Instituto Físico Energético había un departamento de tiro muy fuerte. Los fines de semana íbamos siempre a competir, yo subía y bajaba los blancos en el blindaje, después ayudaba a calcular los resultados. A veces cuando no había suficientes hombres les sustituía. Pistola, rifle... me daba igual".
Cuando se creó el servicio de salvamento en Obninsk hacían falta francotiradores pero exigían la certificación de minador. Galina comenzó a telefonear a centros de formación. Unos amigos reservistas le ayudaron a encontrar un curso en Moscú de desactivación de minas comercial. Unos zapadores del Ejército a los que conocía de trabajos de prospección le dijeron: "Ven, eres un excelente profesional, conoces todo del armamento alemán". Pero después llamaron para disculparse: "No te podemos aceptar. En los estatutos dice: Tan solo podrán acceder personas del sexo masculino".
"Llamé al Centro de formación de Briansk del Ministerio de Interior y pregunté: "¿Aceptáis mujeres?" En el otro lado de la línea hubo un largo silencio, después escuché: "Qué más da, lo importante es que pague". Llegué y todo el mundo me miraba asombrado. Nadie se había tomado en serio mi llamada. Pero ya había ingresado el dinero. Todo me interesaba, estudiaba día y noche. Me sentaba frente a los datos de las explosiones, que pasaría si se utilizaba hormigón armado, y si el terreno... Prácticamente fue un curso completo de ingeniería”, nos cuenta Galina.
Cuando fueron al polígono, la cadete Slesareva quedó primera en todas las misiones y sin cometer errores. Después hasta introdujo novedades, unos conocimientos que los zapadores siguen usando al día de hoy. "Me sorprendió que los detonadores para los cartuchos de 200 gramos se siguieran atando con una cuerda normal como en los tiempos de la guerra. Las manos de los hombres son más grandes y los detonadores son un tubito pequeño de aluminio, se les caía constantemente de entre los dedos... Vamos que era una auténtica tortura. Cogí una goma de oficina que utilizaba para el pelo. Me acomodé y comencé a juntar el detonador con el cartucho, uniéndolos con la goma. El profesor se quedó asombrado: "Vaya, vaya, ¡una inventora!" Por la tarde los demás estudiantes se acercaron a preguntarme: "Gal, ¿no tendrás otra goma por ahí?" Desde entonces mi novedad ha comenzado a utilizarse en el Ejército y en el Ministerio del Interior", recuerda.
Una vez que terminé los estudios uno de los coroneles reconoció que iba a aceptar a mujeres porque tienen "otro instinto de conservación, piensan de otra manera".
La mejor zapadora del país
En los años que ha trabajado como zapadora Galina ha desactivado más de mil explosivos. Y ahora, si se encuentra una granada en un buzón, un cartucho de humo en una parada de autobús, una caja con cables en el centro de la ciudad, llaman a Galina Slesareva.
Cuando el cálido verano de 2010 en el centro de esta pequeña ciudad sacaron del fondo del lago 100 kilogramos de bombas de avión, a la primera que llamaron fue a Slesareva.
Según cuenta la zapadora hasta en los sitios más insospechados te puede estar esperando una trampa mortal. Por ejemplo, una vez en un desván de una casa de ocho pisos en construcción, encontraron una mina antipersona en una caja con adornos de navidad. Resulta que un policía la había guardado ahí temporalmente con sus cosas después de volver de una comisión de servicio.
Esta mujer reconoce que no siente que su trabajo sea peligroso y que mucho más a menudo siente miedo por los demás. Pero a pesar de su enorme experiencia Slesareva hasta el día de hoy tiene que enfrentarse a la desconfianza.
Y no hace falta preguntarle a Galina por qué eligió la peligrosa profesión de zapadora, la respuesta es evidente: La profesión la eligió a ella.
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