Fuente: ITAR-TASS
El hombre ruso es un concepto poco estudiado y misterioso. Según una leyenda bastante extendida, viste una larga pelliza tanto en invierno como en verano, bebe mucho, aunque no precisamente Coca-Cola, suelta palabrotas y le gusta ponerse nostálgico con su balalaika. Pero también existe una opinión diferente según la cual los hombres rusos son fieles, hogareños y trabajadores: educan a sus hijos, construyen casas y aman intensamente a sus mujeres. En realidad, por supuesto, hay hombres de todo tipo. Se comportan de forma distinta y, lo que no es menos importante, se visten de forma distinta.
La mayoría de los hombres rusos prefiere la ropa deportiva y casual. Según los estudios de marketing, más de la mitad de las prendas del armario masculino que se adquirieron en Rusia el año pasado entran en esas dos categorías. En las oficinas es cada vez más frecuente encontrar trabajadores que llevan pantalón sin raya, camisa sin corbata y jersey en vez de americana. Al mismo tiempo, cada vez hay más hombres que prefieren dejar en la oficina un par de trajes “de servicio” para cambiarse los vaqueros y el jersey al llegar al trabajo.
Hay una categoría especial de hombres que siguen el estilo deportivo. Son principalmente jóvenes de hasta 35 años que llevan pantalón de chándal, botas tipo Timberland y plumón corto literalmente a todas partes, desde las clases en la universidad y las citas, hasta cuando se encuentran con los amigos o van de compras.
Actualmente por las calles de las grandes ciudades raramente se ven hombres vestido al estilo de los 90, cuando lo más chic eran la ropa deportiva de Adidas, los vaqueros de fabricación turca, las gorras de piel con visera y las pellizas, combinados con zapatos de piel a la última y las imprescindibles carteras (pequeños bolsos de mano hechos de piel para guardar y transportar los documentos y el dinero). Cada vez menos rusos van con sandalias y calcetines (era una moda nacional) y ya no se compran chalecos con gran cantidad de bolsillos exteriores, de parche e interiores.
Aun así sigue siendo difícil decir que la mayoría de los hombres rusos son estilosos. Tradicionalmente, al auténtico hombre ruso no le corresponde cuidar de su apariencia. Es cierto que Pushkin escribió que “se puede ser una persona sensata y preocuparse por la belleza de las uñas”, pero a día de hoy son pocos los que estarían de acuerdo.
Aunque, en honor a la verdad, hay que decir que esta dejadez intencionada no es sinónimo de desaliño. El jersey preferido, aunque viejo, debe estar siempre bien limpio; los pantalones deben estar bien planchados, porque aunque estén pasados de moda son muy cómodos y sientan muy bien. Y las botas, aunque estén muy curtidas, deben lustrarse como si fueran nuevas. ¡Y Dios no quiera que el borde se ensucie!
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Sin embargo hay una categoría aparte, no muy numerosa, pero que está creciendo rápidamente: los dandis. Aparecieron en los años 50, cuando algunos jóvenes “inconscientes”, como se les llamaba antes, adoptaron elementos del estilo occidental, principalmente del norteamericano. Popularmente a estos se entusiastas de la occidentalización se le llamaba 'stiliagui'. Llevaban camisas de colores vivos, botas con suela de caucho granulado (en realidad era grano que las zapaterías soldaban a las botas comunes) y pantalones cortos y estrechos combinados con calcetines de colores a la vista. La prensa los ridiculizaba sistemáticamente y los criticaba por parasitismo. Realmente muchos de ellos parecían una caricatura, pero los movía la rebelión, no la falta de gusto.
Hoy los 'stiliagui' primigenios han pasado a la historia, pero siguen habiendo jóvenes a quienes les gusta vestirse de forma poco corriente y saben cómo hacerlo, que escuchan jazz y se inclinan por las profesiones creativas. Estos son los “hispters rusos” de hoy. Veneran la ropa minimalista, llevan calzado caro casual a la moda y les gustan los complementos como las bufandas volumétricas, las gafas de carey graciosas y las corbatas de lazo en colores inimaginables.
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